Domingo. El cielo está cubierto por una celosía de nubes de color leche y la ciudad, sumida en un calor pegajoso. El paseante apaga el ordenador después de ojear las insípidas noticias estivales en las que la única manifestación de vida son los incendios forestales, desecha el libro que está leyendo y emprende su paseo diario que hoy será más breve. En la calle hay espacios de aparcamiento libres, las terrazas de los bares están semivacías, los ciclistas parece que fueran a acelerar el momento de su fallecimiento y en las aceras los peatones se apresuran a caminar por las franjas de sombra. Un silencio estival reina en esta zona residencial, de repente roto por el zumbido de un automóvil descapotable de color blanco y modelo antiguo. El paseante levanta la vista. Al volante va Vittorio Gassman que levanta el brazo derecho, hace una peineta a la media docena escasa de peatones que contemplan su paso y les grita: ¡lavoratori!  Lo que quiere ser una provocación resulta una incongruencia porque el coro que asiste a la escena está formado por jubilados y desempleados, y es domingo. Todo lo demás es igual que en la película de Dino Risi: el calor estival y el vacío urbano que definen el estado de ánimo del joven estudiante encerrado en casa, no se sabe si preparando el examen de grado o la oposición para un puesto en la función pública. Aquel chico, que interpretó Jean Louis Trintignant, se ha convertido en el viejo paseante que sí, pasó el examen de grado, y luego otro, y la oposición y luego otra, para terminar siendo un jubilado de gorra de visera bajo el sol dominical, que aún ve pasar a su lado coches deportivos que lo dejan plantado en la acera. La escapada (Il sorpasso, en el título original, que tome nota nuestra izquierda sobre el significado de la palabra) fue el prontuario en pantalla grande del modelo de desarrollo meridional de los años sesenta, primero en Italia y más tarde, copiado tal cual, en España. El diálogo imposible entre un tipo listo, vivaz, sinvergüenza y encantador mientras exhibe la chequera, un blesa o un bárcenas de aquella época, y un estudiante cuitado, dócil, anhelante, que se suma a la aventura del porvenir en medio de una sequía jalonada de incendios. En la película, el joven morirá en el accidente tráfico en el que termina il sorpasso, el adelantamiento, tanto en sentido material como figurado. En la realidad, el joven llegó a viejo con una pensión y en su paseo aún escucha la sonora sorna del conductor del deportivo: ¡precarios!