El defensor del pueblo ha recibido del gobierno la encomienda de investigar la matanza de inmigrantes en la frontera de Melilla. ¿Espera el gobierno español que su homólogo marroquí vaya a colaborar en la investigación de un órgano que carece de competencias para este asunto? Hace unos meses, el gobierno también derivó hacia esta defensoría la investigación sobre los abusos sexuales de los clérigos y la conferencia episcopal respondió a la propuesta con una peineta. Diríase que don Sánchez ha decidido convertir a la institución que preside don Ángel Gabilondo en la papelera de los malos rollos, a donde van los expedientes que el gobierno preferiría olvidar por razones de oportunidad política u otras. Estas encomiendas imposibles al defensor del pueblo quizá sean una venganza de don Sánchez porque su titular dejó ganar las elecciones madrileñas a doña Ayuso reservándose para ocupar este puesto. ¿Querías defender al pueblo, Ángel? Pues ahí va eso.
Si descendemos al detalle de la ley, el defensor del pueblo no recibe mandatos del gobierno y su competencia se limita a las actividades de las administraciones públicas españolas. Las demandas para que intervenga pueden hacerlas personas físicas y jurídicas con intereses legítimos en el hecho investigado y/o una comisión ad hoc del congreso y el senado. En el caso de la masacre de Melilla no se da ninguna de estas premisas, a menos que sean los migrantes supervivientes que pasaron a España los que eleven la demanda. Pero, ¿para qué? ¿Alguien recuerda alguna resolución del defensor del pueblo en las cuatro décadas de vigencia de la institución?
Por los documentos gráficos que se han podido ver sobre los sucesos de la frontera de Melilla, la estrategia de la gendarmería marroquí fue, como poco, torpe y negligente, si no era intencionada. Dejaron que se formara una numerosa columna de migrantes, acosados por el hambre y la impaciencia después de una larga espera en los montes cercanos, para recibirlos en el punto en que se verán detenidos por la valla y amontonados en una ratonera natural, y donde serán golpeados con un fin entre punitivo y disuasorio. Unas decenas de muertos quizá convenzan a los demás de no volver a intentarlo.
Todos sabemos que no será así. Las migraciones son la expresión irrefutable del desorden del mundo y de la pavorosa brecha de desigualdad que separa el norte del sur. Lo ocurrido en Melilla es una enmienda a la totalidad de los fastos de la cumbre de otan en Madrid (míster Biden también ha tenido una advertencia en Texas). Las víctimas contabilizadas superan a las del misil ruso sobre un centro comercial en Kremenchuk (Ucrania) y, a la vista de los hechos, la insistencia española en reforzar el flanco sur de la otan no puede significar más que una respuesta militar a la migración. El lenguaje voxiano del presidente don Sánchez dando por bien resuelta la operación y hablando de asaltos violentos, amenazas migratorias y mafias organizadas cuando quién sabe si detrás del suceso no está Argelia, es decir, Rusia, no ayuda ni al gobierno ni a la sensatez, ni a la credibilidad del defensor del pueblo.
P.S. El presidente Biden, llegado a Madrid hace unas horas, ya ha complacido a su homólogo español anunciando el aumento de la fuerza naval de la base de Rota con dos destructores adicionales.