La vida junto al muro

Posted by on Feb 26, 2016 in Miradas |

En su última exposición, el fotógrafo Carlos Cánovas dirige su objetivo a un único tema: un solitario y desvalido vegetal –un arbolito, una planta de interior, un arbusto silvestre- se proyecta contra un muro hacia el que parece irresistiblemente atraído, sea para recrearse con la visión de su sombra, para buscar cobijo ante la intemperie o para descansar en la eternidad, como un condenado espera la descarga ante el paredón o moribundo recuesta la cabeza en la lápida de la tumba que habrá de acogerle. Dialéctica y transacción entre el vegetal vivo y el muro inerte, en el que el fotógrafo encuentra un manantial de inspiración que nos ofrece en una serie de fotografías, que se adivina interminable, de hipnótica riqueza de encuadres y tonos, algunas de la cuales son sin duda obras maestras. Cánovas se confiesa un paseante y la muestra se titula, modestamente, Por las mismas calles, pero no es un vagabundo que espera ser asaltado por el beneficio del azar, sino un explorador atento y de mirada paciente y analítica. Un paseante urbano, que recorre los paisajes de la vacilante franja donde la ciudad diluye su nombre, rincones y veredas despojados de utilidad y de encanto propios, en los que toda forma de vida tiene un carácter precario, azaroso y solo esencial para sí misma. Lugares asilvestrados donde las plantas han brotado por accidente o, si son de cultivo, hace tiempo que fueron abandonados por sus cuidadores, y cuya existencia no tiene otro cómplice que la vecina pared que atestigua la trayectoria del sol y el paso de los días. Escenarios que recuerdan el despojado teatro de Esperando a Godot, del que Cánovas ha obviado sabiamente la parla de Vladimir y Estragón para concentrarse en el diálogo del vegetal y la pared, que, como todo diálogo, es apasionado y se dirige hacia la fusión de los hablantes. A medida que avanza el orden de la exposición, se acrecienta la soledad de las plantas de interior que se esfuerzan en exhibir su pretendido exotismo para llamar la atención mientras languidecen en sus forzados contenedores de hierro o arcilla, enfermas de melancolía. Las plantas incultas, por el contrario, colonizan los pies del muro para arrebujarse a su cobijo y las rupícolas, las más osadas, trepan abrazadas a él. La última serie de la muestra, titulada Para una pared y compuesta por catorce fotografías de gran formato y deslumbrante factura, ilustra este postrer acto del drama en el que las ramas y las raíces se han fundido con las anfractuosidades el muro en una sinfonía de formas y texturas en la que resulta indistinguible lo vegetal de lo mineral, lo que respira de lo que no. Imágenes que captan...

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Un rato con Kandinsky

Posted by on Feb 25, 2016 in Miradas |

Wassily Kandinsky fue un artista azacaneado por la historia. Nacido burgués en la última Rusia de los zares, abogado y economista inclinado a las artes plásticas, constructivista expulsado por la revolución de su país, profesor y teórico en Alemania de la Bauhaus, la escuela de arquitectura y diseño que intentó hacer habitable la vertiginosa mutación hacia nadie sabía dónde que registró Europa en el primer tercio del siglo pasado, y, por último, exiliado en París de la barbarie nazi, que terminó por alcanzarle. Los ojos actuales identifican de inmediato su obra con lo que vagamente llamamos las vanguardias, ese estadio en el que el arte cabalgaba sobre un tigre y en el que a menudo los artistas creyeron que llevaban las riendas. Lo que caracteriza la obra de Kandinsky es que él nunca parece creerlo. Su pintura es tentativa, leve, propia de un pensador que busca la formulación de una verdad que no está en los objetos ni en las figuras, pero que tampoco encuentra en dimensiones más abstractas, como si el modo de expresión que ha elegido fuera insuficiente para alcanzar el objetivo. En sus lienzos aparecen apuntadas figuras geométricas –conos, dameros, escalas, segmentos circulares- entre manchas de color que siguen un patrón arbitrario o en todo caso desconocido. Inasible, incluso para el autor. Sus lienzos pueden verse como representaciones primitivas de las imágenes que captan los grandes telescopios actuales y sobre las que astrofísicos intentan sentar patrones matemáticos. En esta pugna irresuelta entre la razón científica y el carácter proteico de la realidad radica el encanto que identifica su obra, que, por lo demás, no es placentera ni consoladora. Frente a un kandinsky es más fácil quedarse perplejo que extasiado. Al contrario de lo que ocurre en la pintura tradicional, el enigma del cuadro no está oculto en la cosa representada sino directamente plasmado en el lienzo, como una fórmula o una ecuación y, en consecuencia, cualquier interpretación que se le aplique es provisional porque depende, como se diría en el principio de Heisenberg, de la posición del observador. Para Kandinsky, esta búsqueda a la que dedicó su actividad pictórica debió resultar extenuante. Al final de su vida, el mundo que lo rodeaba no avanzaba hacia la claridad científica -por más que fuera contemporáneo de algunos de los descubrimientos de cuya luz aún dependemos- sino hacia la oscuridad más absoluta, una mezcla de mitos arcaicos y milenaristas y brutalismo político y social. En la estación término de su vida, con su refugio parisino invadido por quienes le habían expulsado de Alemania, se dejó llevar hacia la pintura intrauterina que le inspiró...

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Ladrón de bicicletas

Posted by on Feb 22, 2016 in Miradas |

Fragmento de conversación atrapado en la calle, una mañana de la semana pasada: “Me he comprado una bicicleta”. “A ver si te la roban”. “Tengo un candado bien gordo”. Los que hablan son dos trabajadores inmigrantes, ecuatorianos o peruanos, dos indios, que hubiera dicho mi abuelo. Uno, el que se ha comprado la bici, ataviado con los arreos de un operario de la construcción; el otro parece que fuera a la busca de algo, con unos papeles en la mano. Uno parece ufano; el otro, preocupado. Ambos se miran con empatía, no son amigos sino probablemente compañeros de fatigas, que entrecruzan en sus palabras la satisfacción y el resentimiento. Los dos están, entre esperanzados e inquietos, a mitad de un camino que no saben a dónde les lleva. Pero uno tiene una bici y el otro no. Estamos en un mundo que nunca creímos que volveríamos a tener tan cerca; el mundo de Ladrón de bicicletas. Entretanto, seguían las negociaciones en el puente de mando de la UE para alcanzar un acuerdo con el premier británico que permita a David Cameron manipular a su favor el referéndum del Brexit. El acuerdo se ha alcanzado típicamente en el último minuto, de milagro, como dice un cronista, y después de sesiones maratonianas (el maratón aplicado a la política es, al parecer, lo único que queda en Europa de la herencia griega, lo que significa que vamos echando el bofe y quizás caigamos reventados al llegar a la meta) y las concesiones para el acuerdo han sido al módico precio de rebajar un poco más, otro poco más, los derechos y las rentas de los trabajadores, esta vez estigmatizados como inmigrantes. El núcleo del acuerdo ha sido que el gobierno británico pueda reducir las prestaciones a los trabajadores comunitarios. Los movimientos secesionistas han calado en las sociedades europeas; la crisis ha dado cuerpo a sentimientos nacionalistas que vienen de lejos y una opinión, quizás no mayoritaria pero sí significativa, quiere hacer realidad la creencia de que fuera de la casa común viviremos mejor. La culpa de lo que ocurre la tienen los otros, ya saben, Madrid, Bruselas, el administrador de la finca, etcétera. El primer paso para hacer efectiva la secesión es identificar al otro y arrebatarle lo que ha conseguido, lo que hemos conseguido todos, para establecer una nueva justicia privativa y separada. Cameron ya tiene la bicicleta del inmigrante como botín para convencer a sus secesionistas que en Europa aún se pueden hacer buenos...

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Apocalípticos e integrados

Posted by on Feb 21, 2016 in Miradas |

Homenaje personal a Umberto Eco Apocalípticos e integrados fue uno de los tópicos conceptuales más repetidos y fértiles en el pensamiento progre del último tercio del siglo XX y sin duda acompañará a la fama póstuma de Umberto Eco mientras ésta siga en pie. Es la dicotomía que formuló para definir la contradictoria disposición del público hacia los medios de comunicación, y singularmente ante la televisión.  La fórmula binaria contiene, como toda la obra de Eco, una imbatible mezcla de agudeza y simpatía, de crítica y compasión, y encierra la creencia en la libertad del individuo para elegir racionalmente entre el rechazo frontal y la aceptación incondicional de ese universo paralelo sobrecargado de mensajes y de estereotipos que nos envuelve y nos representa al mismo tiempo. Eco alcanzó ese hallazgo antes de la llegada de Internet y, en consecuencia, solo se refiere a nosotros en tanto que espectadores. Desde entonces la mediosfera en la que vivimos no ha hecho más que expandirse y adensarse, y a las dos categorías pasivas de los apocalípticos y los integrados, habría que añadir una tercera, la de los cómplices activos. El rasgo más relevante de este principio de siglo es que los individuos hemos dejado de ser meros espectadores/receptores de los mensajes que emite una minoría para convertirnos, por nuestra voluntad y sin más esfuerzo que pulsar un botón, en emisores de contenidos. Eco reflexiona así sobre Twitter, el último peldaño, por ahora, de la escala: “Hay quien llega a sostener que Auschwitz no habría sido posible con Internet, porque la noticia se habría difundido viralmente. Pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de imbéciles”. Bueno, en esta afirmación hay un par de términos contradictorios. Primero, es dudoso que los tuiteros de la época hubieran considerado Auschwitz un asunto tan relevante como para ocuparse de él y mucho menos para convertirlo en un fenómeno viral. Segundo, es posible imaginar que si el mensaje hubiera sido replicado por una legión de imbéciles no tendría  efecto alguno. El proliferante repiqueteo que la corrupción encuentra en las redes sociales de nuestro país no hace más eficiente a la judicatura, más moral a la clase política y ni siquiera más lúcido al electorado. Las últimas opiniones de Eco le presentan como un medio apocalíptico y medio integrado, pero devorado entero por el dinosaurio mediático que cuando despertamos cada mañana sigue ahí. Hay otra parte de la herencia del filósofo que, personalmente, encuentro más fecunda. Conservo el impacto que me produjo un librito titulado La nueva Edad Media, escrito por Eco en colaboración con un grupo de colegas académicos, en el que se descubría lo que nuestra época tiene de medieval. Para los que nos...

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Juegos de guerra

Posted by on Feb 20, 2016 in Miradas |

Se acerca la fecha de la investidura para la presidencia del gobierno y las negociaciones, si las hay y merecen tal nombre, discurren con la habitual opacidad. No sabemos quién ni qué se negocia. Pero, hasta donde se hace público y como era previsible, a Sánchez no le salen las cuentas. Los socialistas afrontan este trance inspirados en dos juegos de guerra que ya han sido experimentados, con un único objetivo: recuperar la hegemonía de la izquierda, que no le han dado los votos, y dejar enfrente a los populares, es decir, retornar al bipartidismo. El primer juego es la llamada geometría variable, consistente en un gobierno en minoría capaz de ensamblar mayorías parlamentarias ocasionales para llevar a cabo su agenda. Esta estrategia inspiró a Zapatero y funcionó en el pasado mientras la gobernanza se reducía a asuntos locales, generalmente aceptados y que no afectaban al núcleo radiante de los eventuales socios, al contrario, les servían a todos para caer más simpáticos a sus electores mediante leyes que ampliaban los derechos civiles. Por razones de la lógica del enfrentamiento, el pepé siempre quedaba fuera. Pero cuando pintaron bastos y el mandato político vino de los dioses del Olimpo, léase, la dirigencia europea y de los volubles mercados, el eje de gravedad de la geometría variable se desplazó hacia este partido, el único que podía garantizar una mayoría para salir del trance. Entrambos dos modificaron la Constitución y aquí acabó la geometría variable y, de paso, su creador y prestidigitador, ZP. Las condiciones actuales del ecosistema son similares a las de aquel 23 de agosto de 2011 en el que el bipartidismo al unísono modificó el artículo 135 de la Constitución para embridar el gasto público, lo que explica la cantidad de fans que una reedición de este pacto tiene en el establecimiento económico, con el acompañamiento esta vez de los autoproclamados ciudadanos para llevar la cartera del acuerdo y fregar en lo posible el barrizal de corrupción acumulado estos años por el socio mayoritario. La contraindicación de esta fórmula para el pesoe es que el dichoso acuerdo de reforma constitucional con nocturnidad afectó en grado sumo a sus bases e hizo que perdiera la hegemonía de la izquierda para engorde de los podemitas. Aquí entra el segundo juego de guerra que podríamos titular, yo o el ogro, y que consiste en que Sánchez convenza al electorado de izquierda de que es la única alternativa posible ante la derecha. Este juego funcionó a las mil maravillas en una época más ingenua y expansiva, y, con ayuda de nuestra tuneada ley electoral y de los lastres del pasado, redujeron la masa de la autollamada izquierda unida, antiguo pecé, a un dimensión...

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Folclore

Posted by on Feb 19, 2016 in Miradas |

Tengo que reconocer que no siempre entiendo el código de señales podemita. Desde el bebé de Bescansa, me fascina su capacidad para atraer el foco de la atención mediática en casi cualquier circunstancia, pero no estoy seguro de sus efectos. Sus acciones comunicativas son muy potentes e inesperadas y, por eso mismo, difíciles de asimilar. En mi caso, quizás sea por causa de la edad, a pesar de mi disposición abierta a entenderlas. Para mencionar un asunto menor, leo que Iglesias ha dirigido a Sánchez un mensaje de San Valentín en la inevitable forma de tuit: “somos una fábrica de amor, en las derechas no encontrarás tanto cariño”. Este arrebato de telenovela sucede a la presentación casi militarizada de la propuesta para un gobierno de coalición en el que Iglesias se reservaba para sí la mitad más uno del poder disponible, lo que hace imposible saber si era una propuesta para el encuentro o para el divorcio. Esta mezcla de colegueo y rudeza, de contundencia fáctica y sentimentalidad expresiva, recuerda los modales de una cultura tribal -por naturaleza, insegura y frágil-, en la que los actores se valen de un código autorreferencial, ajeno a las miradas que vienen de fuera del poblado. El efecto es que estas acciones se convierten en mero folclore, a pesar de sus protagonistas. El primer enemigo de los gitanos es la bata de cola y, de los indios, el penacho de plumas. Es cierto que todas las minorías constituidas, sin excepción, cultivan rituales tribales y la obligación de las fuerzas ascendentes que aspiran a ocupar su espacio es quebrar la uniformidad dominante. En este sentido, la estrategia de comunicación podemita es nítida. La dificultad radica en que, si quiere ser hegemónica, debe incluir a segmentos sociales que no están familiarizados con los rituales originarios y en los que es fácil cultivar el rechazo. El sistema de señales debe aludir a inquietudes reales de las mayorías. Aquí y ahora, la corrupción es la preocupación más relevante porque se entiende que está en el centro del desbarajuste institucional y es síntoma principal de la crisis económica que padecemos. Sin embargo, acaso el mensaje podemita contra esta lacra no es lo bastante claro y argumentado. Al contrario, menudean las noticias de nepotismo, que es uno de los pilares del buen funcionamiento de la corrupción, en los equipos de gobierno donde han alcanzado el poder. De nada vale decir que esas noticias las difunde el adversario. Servir a los intereses del grupo y servir a los de la nación son objetivos contradictorios, como debiéramos haber aprendido de las prácticas de la llamada casta. Y gobernar con una estética sans coulotte es imposible, además de contradictorio con la cultura...

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