La izquierda ha delegado –externalizado, diríamos ahora- su tarea histórica –o su misión de empresa, en la jerga de las escuelas de negocios- en las oenegés. Hay tantas y tan variadas en su dedicación a todas las formas de desvalimiento humano que cuesta creer que exista algún individuo en el planeta para el que la solución a sus carencias no esté a la mano de alguna de estas organizaciones humanitarias. La política se ha convertido en un diálogo desigual y estéril entre una casta dirigente que va a piñón fijo, no importa qué incidencias encuentre en la carrera, y las organizaciones de la sociedad civil, que interpelan, reclaman, advierten, proponen, etcétera, con la eficiencia de quien escupe al cielo. Hoy ha sido oxfam intermon la que ha hecho público un informe en el que ha reiterado por enésima vez la denuncia por la desigualdad de rentas y oportunidades que constituye el rasgo característico del sistema que nos gobierna. Los términos del informe son extremadamente dramáticos –la desigualdad continúa en niveles desorbitados y está fuera de control. Es resultado de un modelo económico global fallido. (…) Con lo que aumentó la riqueza de los más ricos entre 2016 y 2017 se podría acabar siete veces con la pobreza en el mundo-, y durante unas horas han sido publicitados ampliamente, hasta mañana en que caerá sobre ellos el silencio y el olvido.

La pregunta es qué vota esa creciente legión de damnificados del sistema –los parias de la tierra, para decirlo en una lengua muerta- y qué recibe de los partidos a los que vota en esta caricatura de democracia en la que pasamos los días. No es una pregunta retórica porque la respuesta daría la clave de por qué el tinglado político funciona como un artefacto exento o una variable independiente de la realidad. Si el paisaje social que pintan las oenegés es real, ¿por qué estamos discutiendo si don Puigdemont puede o no gobernar Cataluña por skype? Naturalmente que podría, y también podría no gobernarla, ni él ni nadie, sin que los efectos del desgobierno se advirtieran en lo más mínimo. Y quien dice Cataluña, dice Alemania, por ejemplo, cuya doctrina de austeridad férreamente impuesta a toda Europa y que está en el origen del desastre que denuncian las oenegés, no ha impedido la parálisis de su gobierno a la espera de que los socialistas den un paso más hacia su suicidio definitivo, cosa que han hecho con previsibilidad germánica. Otros socialistas, como los que ¿dirige? don Sánchez, lo hacen con imprevisibilidad hispánica, pero el resultado es el mismo. En cuanto a los podemitas, es imposible discernir en qué grado de recreación o de descomposición se hallan, si tomamos como ejemplo lo que ocurre en esta remota provincia subpireanica.