El candidato durmiente

Posted by on Ene 24, 2016 in Miradas |

Nuestro cachazudo y taimado, o algo peor, presidente del gobierno en funciones desaira al jefe del estado y a la sociedad y declina presentarse a su investidura por falta de apoyos. ¿Por qué no dimite en consecuencia? ¿Espera acaso ser elegido por aclamación o por la gracia de dios, como el de cuando entonces? La finta de Rajoy es menos un maquiavelismo –no ofendamos la memoria de Giulio Andreotti- que una marrullería típica del político que es y de la política que representa, dispuesto a salirse con la suya al menor coste para sí y con la menor responsabilidad posible. Una vez más, el entorno, que él conoce tan bien, le ha favorecido y el desaire ha quedado oculto tras el chisporroteo mediático de la propuesta del chico malo de la cancha y su sonrisa del destino, que de añadidura dicen que ha desestabilizado al futurible candidato alternativo. Cuando no es un bebé o unas rastas, es una chulería callejera el agente desestabilizador de nuestras blandas instituciones, que no cesan de supurar corrupción y dar trabajo a los jueces. Pero, al grano. ¿Cómo es posible que un personaje tan inane como Mariano Rajoy Brey, que está siempre en el último puesto del aprecio de la opinión pública, que ha perdido dos elecciones generales y ganado la tercera por deserción de su adversario y que, a pesar de la mayoría absoluta, ha gobernado de perfil y por orden del capital financiero internacional a hachazo limpio y, entretanto, ha presidido con notable lenidad a una  interminable nómina de corruptos en sus filas, conserve la esperanza de ser de nuevo presidente del gobierno y para ello fuerce los tiempos, manipule los protocolos, burle a la opinión, tense a partidarios y detractores y, por último, se cisque en el desgobierno que él mismo provoca? Nuestro sistema electoral, del que se sirven los aparatos de los partidos, cuadra a la idiosincrasia de la sociedad –estamental, perezosa, anecdótica- y sirve a la perfección para el fin para el que fue creado: echar el freno ante cualquier intento de vuelco de la tortilla o de reforma demasiado rápida, imprevista o profunda. La estabilidad, ese mantra que nos llega en forma de exigencia desde las alturas donde se dirige el cotarro, es la materia misma de nuestra ley electoral. Que las cosas sigan como están, aunque sea de esa manera. Las elecciones no entronizan al preferido por los votantes ni despiden al rechazado; no sirven para que los elegidos digan la verdad y se enfrenten a los problemas de cara; no aseguran la aplicación de un programa de gobierno ni garantizan que no se vaya a aplicar el contrario; no sirven para resolver las cuitas de los...

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El rapto de Europa

Posted by on Ene 23, 2016 in Miradas | 1 comment

Por fin lo ha dicho en voz alta alguien que debe saberlo a ciencia cierta: la Unión Europea está a punto de quebrarse. Si usted, estimado lector, fuera un plutócrata, hubiera oído directamente el augurio en el lugar donde se ha producido, en el santuario de Davos, durante la peregrinación anual del Foro Económico Mundial. Pero, en fin, ya estamos todos enterados: Europa se hunde. No por las pavorosas desigualdades entre sus clases sociales, ni por la piratería de los paraísos fiscales incrustados en su territorio y amparados por los estados miembros, ni por la escasez y precariedad del empleo para los jóvenes, ni por la codicia de sus élites extractivas, ni por los nacionalismos xenófobos rampantes en su opinión pública, ni por su insignificancia como agente político en el escenario global, ni por sus prolijas e ineficientes instituciones, ni por el ensimismamiento y la mediocridad del coro de gobiernos nacionales que forman la autoridad de la Unión. Nada de eso. La Unión Europea está a punto de romperse ¿no adivinan por qué? ¡Por los refugiados! Echemos la vista atrás. Europa era una diosa fenicia, habitante de Tiro –actual Líbano, para situar el tema-, que fue raptada no se sabe si por el gran Zeus transmutado en toro o por gentes de Minos que la llevaron a la isla de Creta, entonces la capital espiritual del continente. En origen, pues, Europa fue técnicamente una refugiada o una rehén y, si Zeus no hubiera sido Zeus sino un cuitado comisario europeo, lo que hoy llamamos Europa seguiría siendo un innominado bosque boreal poblado por bárbaros que comen carne cruda. Han sido precisamente los descendientes de los bárbaros los que han dado la voz de alarma en Davos (un territorio civilizado por el dinero de los otros) sobre el sedicente peligro que nos amenaza. Y ahora echemos un vistazo al presente. Habrán advertido que los refugiados han desaparecido de los telediarios y de las páginas de los periódicos al mismo tiempo que los gobiernos de la UE se han mostrado mezquinos y renuentes a cumplir sus compromisos de acogida. De repente, los refugiados habrían pasado de representar una crisis humanitaria a convertirse en un ente fantasmagórico protagonista de los sucesos de Colonia, que los agoreros de la ruptura de la UE han presentado como una causa evidente de la catástrofe que se avecina. Los mencionados sucesos llevan camino de convertirse en un acontecimiento mítico, una especie de rapto de las Sabinas al revés, no porque no hayan ocurrido, y en la medida que hayan ocurrido, sino por la desproporción abismal que separa los hechos conocidos y probados del impacto de su leyenda, cuidadosamente cultivada en la opinión pública. Y otra vez...

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El paseante

Posted by on Ene 22, 2016 in Miradas |

Javier Mina es un paseante, de obra y de talante. Probablemente, no ha sido otra cosa en su vida. No importa qué camino se muestre ante sus ojos, su impulso inmediato es recorrerlo. Puedo recordar las innumerables veces que, siendo jóvenes, nos dejaba atrás en sus incursiones. Como si el mundo fuera demasiado ancho y variado para detenerse en una plaza, en un claro del bosque o en una encrucijada de carreteras, ha explorado las que ha encontrado a su paso, antes de dejarlas atrás, quizás para no volver jamás. Es un tipo de plurales habilidades, artista plástico notable y escritor concienzudo, que conserva intacto un entusiasmo que no puede calificarse sino de juvenil y que no rehúye zambullirse en el ardor de una biblioteca o en la chamarilería de un mercado de las pulgas con cuyos frutos urde libros de ficción y de ensayo, obras de teatro, guiones de cómics, exposiciones de pintura o de preciosos ready-made, y por último,  una autobiografía objetual, como la que expuso hace unos años en el centro Koldo Mitxelena: un sorprendente alarde armado con los artefactos y las imágenes que le han acompañado en su vida y la han dotado de sentido (por lo demás indescifrable, como en todas las biografías). Mina es hoy noticia en esta bitácora porque ha presentado su último libro, de nuevo un paseo, esta vez tras las huellas del escritor Luis Martín-Santos por las calles de la ciudad adoptiva de éste y de Mina, San Sebastián-Donostia. Martín-Santos (1924-1964) es, no hace falta recordarlo, autor de la que acaso sea la novela española más significativa de la segunda mitad del siglo pasado, y la pesquisa de Mina lo sigue y lo encuentra en las calles de su ciudad, con los suyos. Este livianno volumen de paseante es, a la vez, una exploración de la topografía pretérita de la ciudad, una crónica de los hábitos de algunas de sus gentes, y, sobre todo, un testimonio de un puñado de individuos que vivían e intentaban cambiar la vida en una época sombría, peligrosa y contradictoria. El libro se ha editado, hasta donde sé, al margen de los fastos de la llamada capitalidad europea de la cultura, que este año ostenta la capital guipuzcoana, y en esa marginalidad también se advierte un rasgo del quehacer de Mina, un tipo que anda por la playa de La Zurriola a la busca de pecios que le entrega el mar y que excitan su imaginación, su curiosidad y su compromiso...

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Los indecisos

Posted by on Ene 21, 2016 in Miradas |

Los que hemos convivido, malgré nous, con el carlismo, entendemos mejor las tensiones que han sacudido, puesto en evidencia y parcialmente quebrado, a Podemos en este minué previo de la formación de los grupos parlamentarios. En mi pueblo, los carlistas pasaron de ser apostólicos a leninistas en una generación sin dejar de creer que el mal estaba fuera de casa, curiosamente en el mismo estado-nación que ellos habían ayudado a instaurar cuarenta años antes a punta de fusil. Así que entendemos también la proclividad de los llamados movimientos populares a contraer esa enfermedad infantil que se conoce como el derecho a decidir. La primera percepción del pueblo es el pueblo mismo, es decir, su paisaje, su arquitectura, su folclore, su toponimia, y el primer impulso es preservarlo fuera de la acción del tiempo, fuera de la historia. Esta fuerza gravitatoria, y reaccionaria, es constante, aunque de intensidad variable, y afecta a todas las colectividades humanas -no solo a naciones sin estado o a aldeas galas, sino a estados muy pomposos, como Polonia ahora mismo-, a poco que se den las condiciones socioeconómicas necesarias, que afloran en periodos de crisis. La consigna es siempre la misma: salvémonos nosotros solos, ya que el mundo está condenado. Es una conseja que se retroalimenta de sus propios jugos; si los de fuera no quieren que abandonemos el tablero común es porque nos oprimen y nos humillan. Pero ¿alguien cree en serio que la independencia librará a catalanes, valencianos y mareados gallegos de la corrupción política, por mencionar una gangrena compartida por todo el país? Asaltar los cielos, que es un anhelo universal, y conservar el terruño doméstico con sus monas de pascua son objetivos contrapuestos, alojados en la práctica política de Podemos, que puede perder la mayor por conservar la menor. Ya ha ocurrido con su grupo parlamentario. La reciente autoinmolación de la CUP en Cataluña ofrece una enseñanza provechosa. Este grupo proyectó su utopía libertaria en un espacio nacional y aplicó una estrategia para conseguirlo mediante una prolija ceremonia asamblearia, una metáfora del paraíso cristiano donde el coro de serafines se celebra a sí mismo con la chirimía o la pandereta –opción a u opción b, en la votación- a mayor gloria del autor de la partitura. Cuando encendieron las luces y abrieron los ojos, no había ni utopía, ni nación, ni asamblea, y los libertarios, bajo la carpa del circo, perplejos. Y es que no hay nada que decidir porque la Historia decide por nosotros. Eso lo sabemos desde Hegel, que no sé si forma parte de las apps que pueden descargarse en los dispositivos móviles. Podemos debe cuidarse para no tropezar con su propia...

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Cine italiano

Posted by on Ene 20, 2016 in Miradas | 1 comment

Los viejos no debiéramos leer la prensa, por prescripción facultativa. Algunos lo hacemos para seguir creyendo que estamos en la pomada, pero es una fantasía, y tanto peor si no lo es. Leo que ha fallecido el cineasta Ettore Scola al que debo una de mis experiencias tempranas del fin del mundo. Fue en el quicio del milenio, hace pues unos quince años. Veía su película La cena, tan refinada, tan noble, y era el único espectador en la sala de los multicines Príncipe de Viana, que también han desaparecido, devorados por la especulación inmobiliaria. Allí estaba yo, solo, con las luminosas sombras que me habían acompañado en algunos de los momentos más felices de mi vida: Fanny Ardant, Vittorio Gassman, Stefania Sandrelli, a punto de despedirnos para siempre. Hace unos días supimos también del fallecimiento de Franco Citti, el joven macarra de las películas de Pasolini, que nos mostró la áspera poesía del arrabal en el que nos habíamos criado, antes de que terminara como sicario de Don Corleone. Ayer parloteaba en la tele Rita Barberá, la ex alcaldesa fallera, enjoyada, peripuesta, arrogante, zafia, como una Saraghina de Fellini que hubiera perdido la inocencia y la ternura por un bolso louisvuitton. Vivimos en la secuela de aquel irrepetible cine italiano, lo mejor de la cultura europea desde el final de la segunda guerra mundial, devastado por el tsunami de fango del berlusconismo, que nos alcanzó a todos y del que aún no hemos sacado la cabeza. Quién sabe si no terminaremos remontando la corriente hasta los orígenes y llegaremos al neorrealismo. Roma, città aperta o Germania, anno zero, digamos. Historias sin recursos de gentes sin recursos: colas para la sopa boba, ahora llamada banco de alimentos, trabajo escaso y precario, familias desahuciadas, indigencia energética, alambradas para los refugiados. De momento, parecen darse las precondiciones. El fascismo, o su secuela, ya es la primera fuerza en Francia y está en el gobierno en Polonia, donde ha decidido entrar en acción contra la Europa de los ciclistas y los maricones. Ladri di biciclette, Una giornata particolare, son películas que los viejos ya hemos...

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El señor Iturbe

Posted by on Ene 19, 2016 in Miradas | 1 comment

¿Qué vida lleva, señor Iturbe? De este modo tan coloquial empieza una entrevista a cuatro columnas publicada en el periódico decano de mi pueblo el pasado domingo dedicada a un capitoste/picatoste del guiso local. El periodismo de provincias consiste en remover incesantemente con un cucharón de palo la olla procurando mantener constante la temperatura del caldo para evitar que se churrusquen los tropiezos. El señor Iturbe es un personaje del mobiliario urbano desde hace por lo menos cuatro décadas, más tenaz y duradero que muchos otros aderezos de la ciudad, que se han desvanecido por jubilación o por quiebra del negocio. El autor de la entrevista lo califica en la entradilla de “concejal socialista por antonomasia”. Teniendo en cuenta que el partido socialista de mi pueblo no ha cesado de perder votos, escaños y áreas de poder desde que se presentó en sociedad, habremos de convenir en el mérito del entrevistado. Así que el periodista, consciente de esta aciaga circunstancia, pregunta al señor Iturbe como quien pregunta por la familia, “¿cómo ve al partido?” A lo que el entrevistado responde, “hay que hacer una revisión seria y hay mucho lastre que tirar”. Me imagino el temblor que habrá sacudido la médula espinal del partidico socialista al leer estas palabras porque el señor Iturbe es el único superviviente de la interminable sucesión de mutaciones, purgas, descartes y volteretas que ha registrado esta formación desde que la fundaran dos curas en los años setenta del siglo pasado. ¿Y a qué cree que se debe la pérdida de votos de su partido?, pregunta obsequioso el periodista. “Tenemos problemas con el voto urbano, con el joven, y de conexión con la sociedad porque al final nos convertimos en máquinas electorales”. Él debe saberlo porque su vida no ha sido fácil en los fogones de la máquina. Empezó con un sueño. Cuando solo era Iturbe lideró un partido revolucionario que, en las primeras elecciones de la democracia, llenó en un mitin la plaza de toros y al que después los votantes ignoraron en las urnas. Vino luego la inevitable travesía del desierto de la que fue rescatado por el entonces jefe de filas socialista, que lo cooptó como un obrero (así lo presentó, fui testigo) para la lista al congreso de un partido trufado de funcionarios, abogados de postín y profes de secundaria, en la que no salió elegido. Quedó de concejal para los restos -o por antonomasia, como escribe el periodista- y como cabeza de la facción de los chinos (por la procedencia maoísta de sus miembros) en la leyenda de los tejemanejes internos del partido. En la última pregunta, el periodista se lo recuerda como quien pregunta por la operación de próstata...

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