Nueva época

Posted by on Mar 2, 2016 in Miradas |

Es la primera vez en muchos años que me he sentido interesado por un debate de investidura, y que me he sentido concernido y en ocasiones divertido por lo que se decía en la tribuna. La razón es que se hacía público un debate político real del que, como el monstruo del lago Ness, hay indicios pero no que se había visto nunca. Pues hoy parecía que hubieran vaciado el embalse de casi cuarenta años de régimen y ahí estaba, en efecto, aunque era difícil saber qué cosa anidaba en el fango. Pero, bueno, por lo menos hemos sabido que hay algo. Por primera vez, que yo recuerde, ha habido un debate vivaz, con pujos de autenticidad, que no solo implicaba argumentos ad hoc sobre el asunto que reunía a los diputados, pues es sabido que la investidura de este gobierno social-centrista es imposible, sino también sentimientos, gestos e intenciones, y en el que los oradores jugaban con todas sus cartas, es decir, no solo con los votos que tienen detrás, sino con sus planes, su talante y sus maneras. En gran medida ha sido menos un debate parlamentario que televisivo, en el que los oradores han tenido más en cuenta a la audiencia que a los figurantes del hemiciclo. Antes, la televisión grababa al parlamento; ahora el parlamento es la televisión, y hay que reconocer que en esta confusión de significantes y significados hay actores más duchos que otros. Rajoy ha comparecido como para protagonizar una serie histórica de las que produce televisión española y en la que los espectadores han de estar familiarizados con el pacto de los toros de Guisando si quieren seguir la trama. Sánchez comparece como un Felipe González redivivo para lo que le faltan aptitudes y le traiciona la época (lo que explica la momentánea eficacia de la maldad de Iglesias sobre las manos manchadas de cal viva). Pero lo más curioso es que los emergentes han venido con su propia versión de lo que fue la Transición debajo del brazo, quizás con el propósito de apropiarse de la herencia de los viejos y utilizarla para sus fines. Para Rivera, la Transición fue un aplaciente pasteleo de pactos que alumbraron la mejor época que ha conocido el país; para Iglesias, una torva sucesión de desmanes y contubernios que dejaron en el camino los mejor de las esperanzas y potencialidades de la sociedad. Para los que sabemos de qué hablaban (la Transición fue nuestros toros de Guisando), tendrán que afinar más el diagnóstico, y para los que por edad no lo saben, tendrán que pensar más en el futuro y en la didáctica. Bien mirado, también en la interpretación del pasado hay una base...

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Capitalismo

Posted by on Mar 1, 2016 in Miradas |

Cuando, hace ocho años, se hizo evidente que la crisis económica había metido la mano en nuestros bolsillos y nos había desplumado, a unos más que a otros, una oleada de pánico sacudió, transversalmente, como se dice ahora, a la sociedad y hasta un capitoste de la patronal española llegó a predicar en una entrevista la conveniencia de suspender cautelarme el mercado como sistema de asignación de recursos. Lo que no sabíamos entonces era que la crisis había acabado con cualquier autoridad que pudiera suspender o ni siquiera regular a los mercados y que los gobiernos estaban al servicio de sus operadores, y no al revés. La crisis dejó de ser una catástrofe para convertirse en una oportunidad, como enseñan en las escuelas de negocios, que abrió vías inesperadas para el beneficio y la reasignación de rentas a favor de los más ricos. No solo los gestores que habían provocado el marasmo se fueron a sus casas con suculentas jubilaciones sino que sus herederos en el cargo siguieron al frente de las instituciones rescatadas con dinero público (la única concesión al socialismo que nos permitimos)  ganando dinero a manos llenas. Fue un caso deslumbrante de destrucción creativa. Los bancos ganan cada año más dinero; las corporaciones multinacionales dictan sus condiciones a la baja a gobiernos y sindicatos; los paraísos fiscales engordan como piojos; la oferta se concentra en saquear a los consumidores sin dejar de explotar a los trabajadores, y la economía sumergida se ha convertido en el ganapán de un tercio de la población, por decir lo menos, desde el narcotráfico a las camisetas de Zara. El capitalismo se nos ha ido de las manos, dirían los abuelos que crearon el estado del bienestar, sales a la calle y te extraña que aún funcionen los autobuses urbanos. En este periodo de zozobras, han proliferado economistas y politólogos críticos con la realidad vigente y con el sistema que la gestiona: que si hay más desigualdad que nunca, que si la política monetaria es regresiva, que la revolución tecnológica liquida el empleo sin crear nuevo, que si el dumping fiscal es insostenible, y por ahí seguido, cada autor aporta sus percepciones y sus soluciones. La mayoría son asombrosamente razonables pero, por alguna causa, impracticables. Es como si la inteligencia y el sentido de la supervivencia discurrieran por caminos divergentes. Una prueba empírica de esta impotencia para el cambio la tendremos esta tarde en el congreso de los diputados. ¿Cuántos pactos ha tenido que alcanzar Sánchez con la realidad para optar a un cargo que ni siquiera logrará y para enunciar unas reformas que no podrá llevar a cabo? La globalización es como el ataque de los marcianos, va a por...

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Un libro leve y fugaz

Posted by on Mar 1, 2016 in Miradas |

No es usual leer entero un libro al pie de la mesa de novedades de una librería a la que se va a hojear el género para despertar el apetito lector antes de elegir un título de gusto y pasar por caja, en un trance que debe ser breve y comedido para no parecer un gorrón a la vista de los empleados del establecimiento. Sin embargo, esta mañana lo he hecho. Ha sido una lectura repentina, casi involuntaria. He solicitado el título, que había visto anunciado con cierta pompa en un suplemento de periódico, y, cuando me he dado cuenta, lo había leído en un santiamén. Para reparar el equívoco y no frustrar la expectativa de la librera, he comprado otro título sin hojearlo siquiera. El libro fulminante que se ha quedado en la librería tiene como título Nein. Un manifiesto y su autor es un profesor llamado Eric Jarosinski, de fama en Estados Unidos y Alemania, empeñado al parecer en la fusión del aforismo en el lecho de Procusto de los ciento cuarenta caracteres de Twitter. El libro, en consecuencia, es una colección de tuits dirigidos a despertar la reflexión del lector, a la manera de los pensamientos de, digamos, Nietzsche, Chamfort o Marco Aurelio. Bien. Los tuits filosóficos de Jarosinski resultan demasiado repulidos y simétricos para ser pensamientos genuinos y demasiado obvios y racionales para ser haikus poéticos. Tras ellos se advierta el propósito didáctico del profe que los ha tejido, lo cual vale como uno de esos ejercicios escolares que no guardan ninguna relación con la realidad que envuelve al alumno. Las redes sociales son artilugios en los que todos estamos enredados y que nadie sabe qué significan. En ellas se cierran negocios, se convocan manifestaciones, se sueltan exabruptos, se acuerdan citas, se difunden rumores y, en resumen, tienen memoria corta, mínima carga de información y una función ambigua, a la vez agitadora y aplaciente. Los tuits son las cerillas de los fumadores compulsivos de mensajes. Embutir un puñado de tuits en las páginas de un libro y pedir quince euros por el artefacto es una tomadura de pelo en la que no caerán los tuiteros, cuyo pensamiento más profundo puede resumirse en, Si tengo un móvil, ¿para qué quiero a Nietzsche, a Chamfort, a Marco Aurelio o a Jarosinski? El filósofo soy yo (106 caracteres, aún hay espacio para adornar un poco la chorrada). El libro se presenta como un manifiesto, un género literario fundacional de movimientos políticos o estéticos que reclama ser releído en el futuro para entender la historia a que da lugar. Pero nadie enciende una cerilla dos veces ni relee un...

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El acompañante

Posted by on Feb 29, 2016 in Miradas |

Domingo por la mañana. La nieve del día anterior ha desaparecido de  calles y tejados. Camino hacia Ripagaina, donde la ciudad se expande. Altos edificios nuevos de viviendas en medio solares yermos, grúas, anchos viales sin tráfico, aceras despobladas, farolas como perchas de ahorcado. Paseo en compañía de ese camarada antaño leal e imperceptible que de un tiempo a esta parte no para de rezongar con una inagotable y ciertamente creativa variedad de señales amenazantes. Un pinchazo en la planta del pie, un inaudible chasquido en la rodilla, una oscilante mosca en el ojo, el entrecortado bombeo del aire en los pulmones, la lengua en la seca caverna del paladar, el cosquilleo de las manos dormidas. Toda esta fastidiosa sobreactuación que estoicamente mantengo a buen recaudo tiene lugar en un escenario urbano que, al unísono con las exigencias de atención de mi acompañante, se torna anodino, repetitivo y extrañamente provisional, hasta que advierto con rencor que me sobrevivirá y que lo único provisional en este trance es mi conciencia y el irritante compañero que le sirve de envoltura. La ciudad, esa vieja cerda que devora a su lechigada, como escribió el otro en ocasión más memorable. Los exabruptos son inútiles. Me asalta una máxima militar que oí a una amiga: cuando el camino se hace duro, los duros siguen caminando. En inglés, como lo dijo ella, suena más resolutivo, más rítmico y marcial. Mi acompañante se encoge de hombros, por decirlo así, ya que en realidad no hace más movimientos que los estrictamente necesarios para el ejercicio en el que estamos empeñados: un pie detrás de otro, atentos a los desniveles del terreno, giro de cabeza a derecha o izquierda al atravesar la calzada, un lengüetazo entre los labios de vez en cuando, alguna mirada distraída que nunca se ve recompensada por el paisaje. Una ciclista, un transeúnte con perro. Gente extraviada sin saberlo. Mi acompañante practica una economía gestual de organismo en hibernación, cuando la vida se convierte en usura. Hubo, sin embargo, un tiempo de derroche, en que esta misma ciudad fue una caja de sorpresas y mi acompañante y yo la recorríamos secundados por una jubilosa cuadrilla de fantasmas: la última película vista, unos rumorosos versos, la cara de un ángel que nos ignoraba, la parla de un amigo, una paisaje del que no queríamos alejarnos… venían tras de nosotros, pugnaban por nuestra atención, nos interpelaban, incluso hablábamos con ellos en voz alta, a riesgo de parecer chiflados. Fragmentos del mundo que mi compañero y yo atrapábamos al paso e intentábamos moldear para construir nuestra imagen. Es curioso lo tonto que suena eso cuando de la imagen no queda más que un abrigo tres cuartos, una...

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Haz lo que quieras

Posted by on Feb 28, 2016 in Miradas |

La opaca masa, más acomodaticia que inquieta, que es la militancia de un partido político, en este caso el socialista, ha respondido con un, haz o que quieras, chico, a la pregunta de su líder: ¿respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista? Un ochenta por ciento de voto afirmativo entre los votantes puede considerarse un éxito rotundo si se obvia el hecho de que la mitad de la militancia no se ha sentido concernida por la pregunta y ha pasado de acudir a las urnas. Un cincuenta por ciento de abstención ya sería notable en unas elecciones convencionales, así que, qué pensar teniendo en cuenta, a) que era la primera consulta en un partido sobre una competencia clave que venía siendo exclusiva del líder, b) que la base del censo son militantes, es decir, personas a las que se les supone un plus de compromiso con el procedimiento democrático, y c) que la respuesta orienta en una u otra dirección, presuntamente contradictorias, el rumbo del gobierno en los próximos años. Pero, aunque uno sea un camastrón incapaz de levantar el culo del sofá para ir a votar, ¿quién no desea un gobierno progresista y reformista, dicho así, en general? Los que han votado “no”  quizás lo han hecho contra ese concreto gobierno que apunta el pacto con Rivera y contra las medidas acordadas, aunque no lo sabemos, vista la naturaleza de la pregunta. Ni el sí ni el no aclaran nada. Este referéndum de partido, ni siquiera refrendario respecto al asunto consultado e indicativo solo de la encrucijada en la que se encuentra el pesoe, ha servido sin embargo para lo que fue convocado, refuerza a Sánchez frente a sus boyardos hostiles y recuerda a aquel otro referéndum de Felipe González sobre la OTAN, que tuvo un efecto devastador en la izquierda protestataria porque puso en evidencia su inanidad. El referéndum como prueba de autoridad del césar y como herramienta para que la población acate con su voto aquello que íntimamente rechaza. En nuestro país, que no es Suiza tampoco en este sentido, lo que el pueblo soberano vota en un referéndum es siempre lo mismo: no queremos líos, hagan lo que les parezca pero no nos mareen, después de todo, ¿qué va a cambiar? En el caso de la OTAN ya estábamos dentro y en el caso del gobierno de progreso, lo que quiera que signifique, estamos a una distancia inalcanzable. Populismo en estado puro, ahora que ser populista está tan mal visto. La dirigencia socialista se ha crecido tanto con el resultado de la consulta que desafían a los podemitas a que hagan lo mismo en relación con su rechazo al gobierno que intentan...

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Fósiles

Posted by on Feb 27, 2016 in Miradas | 1 comment

Es el artefacto más arcaico del tinglado institucional, creado para pastorear la provincia convertida en distrito electoral. La diputación es una matriarca ocupada en caminos rurales, escuelas primarias, centros asistenciales básicos, guardabosques, políticas municipales y actos recreativos del folclore local: los servicios mínimos para que los vecinos esparcidos por el territorio en diminutos y decadentes núcleos rurales tengan conciencia de pertenencia a una entidad superior y voten en consecuencia. Las diputaciones provinciales fueron instituidas a principios de siglo XIX, en el momento en que la burguesía rampante tomaba el poder, con el fin de implantar sobre el terreno el nuevo régimen liberal de la propiedad y del mercado (“promover la prosperidad”, en los términos originales) y facilitar el control de la población (“el gobierno económico-político de la provincia»). La regulación de cómo había de llegarse a estos objetivos fue retrasada en diversas ocasiones y finalmente quedó como un dictum del gobierno central que dejaba la máquina en manos de las oligarquías provinciales, como una escala hacia Madrid. A estas alturas de la historia, si las diputaciones han pervivido como un provechoso fósil del pasado no es por su funcionalidad ni menos por su representatividad, sino porque su sistema sanguíneo está constituido como una vigorosa red clientelar para la captación de votos en el mundo rural y de empleo público para un ejército de paniaguados afectos. No es extraño que estos armatostes hayan recuperado la visibilidad arrastrados por las andanzas de campeones de la corrupción como Fabra, Baltar o Rus, algunos de los cuales pertenecen a conspicuas sagas de caciques provinciales que se remontan a décadas atrás y que esperaban prolongar en su agradecida descendencia. Pérez Rubalcaba, que es un político perspicaz y un progresista cabal, ya propuso la extinción de las diputaciones para aliviar el gasto público, y encontró el rechazo del pepé por razones que hemos sabido después en los tribunales. Ahora resulta más sintomático que extraño que sean los boyardos enemigos de Sánchez en el pesoe los que le ataquen con el pretexto de que ha pactado con Rivera la supresión de estas anquilosadas instituciones. La oposición viene de Andalucía y Extremadura, donde al partido socialista le es imputable sin duda el calificativo de casta después de casi cuarenta años de gobierno ininterrumpido. Entre las bazas que están en juego en este complicado momento, la renovación del pesoe no es la menor ni la menos importante. Ya veremos qué dice la militancia, la cual debe decidir, no tanto sobre el pacto de gobierno, que parece en todo caso inviable, cuanto sobre la continuidad de Sánchez al frente del...

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