El acuerdo

Posted by on Mar 20, 2016 in Miradas |

La más sombría historia de Europa del siglo pasado está tachonada de jefes de gobierno y hombres de estado -Chamberlain, Blum, Von Papen, Gil Robles, etcétera- de procedencia democrática que claudicaron ante el fascismo por querencia, miedo o debilidad, y su memoria se tiñó para siempre de vergüenza. Los dirigentes europeos que han fírmado el acuerdo con Turquía para desembarazarse de los refugiados pertenecen a este mismo rango histórico. Nuestros hijos y nietos los recordarán deseando que nunca hubieran existido. Han firmado el acuerdo para aplacar la realidad provocada por la mezcla de cálculo, temor y falta de visión y energía que ellos mismos han amasado, y lo han hecho en la seguridad de que las sociedades a las que representan, donde la xenofobia y el extremismo nacionalista rampan a sus anchas, no se lo tendrán en cuenta. Al contrario, les habrían castigado en las urnas de no hacerlo, como ha debido sospechar la inefable Merkel, que sigue siendo la inductora real de la aurea mediocritas que rige la política europea. Por lo que sabemos, el acuerdo es una mezcla de concretas medidas para cortar de inmediato el flujo de refugiados hacia Grecia  -expulsión de que los ya están en territorio europeo incluida- y de vagos propósitos para acercar a Turquía a la UE. Los primero se cumplirá sin duda porque hay dinero de por medio (tres mil millones ahora y otros tres mil más tarde) y el plazo está tasado y es breve. En cuanto a la segunda parte del acuerdo, ya se verá. No parece que a la remilgada Unión Europea le resulten más incómodos los actuales cientos de miles de refugiados, a los que puede tratar como basura reciclable, que setenta y cinco millones de turcos que podrían entrar legalmente en su territorio sin visado. Para no mencionar lo que hay de realidad o de deseo en el avance de la integración turca en la Unión, ahora que la incipiente democracia del país deriva hacia un sultanato islámico. Por supuesto, los gobernantes turcos tienen su propia agenda en relación con Oriente Medio y saben lo que están haciendo, y no han perdido la ocasión de denunciar la hipocresía que su contraparte europea en la firma del acuerdo, que a nuestro ensimismado Rajoy le parece el mejor posible, lo que ya sería un motivo sobrado para desconfiar de que lo...

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Sentimientos religiosos

Posted by on Mar 19, 2016 in Miradas | 4 comments

De la condena a la concejala madrileña por la ya lejana en el tiempo performance de su época de estudiante en la capilla de la Complutense llama menos la atención la condena misma que la causa punible considerada por el tribunal. Resulta que se la ha condenado por ofensas a los sentimientos religiosos, que era el argumento esgrimido por las acusaciones particulares, las cuales apenas ocultaban el carácter político de su personación en el juicio. Podría entenderse que hubiera sido condenada por algún delito relacionado con desórdenes públicos o contra la recta urbanidad, del tipo de quien sopla una corneta en una biblioteca pública o se baja los pantalones en una galería del museo del Prado, actos ambos fastidiosos e incívicos, pero que, desde luego, no ofenden a la inteligencia lectora, el primero, ni a los sentimientos estéticos, el segundo; como mucho, los distraen durante el breve lapso que dura la perturbación ambiental que el acto provoca. Pero los acusadores han querido, y el tribunal les ha dado la razón, situar la sensibilidad religiosa en un escalón superior, especial, y especialmente protegible, del conjunto de sensibilidades que habitan en el ser humano, superior, por ejemplo, a la sensibilidad auditiva, esta sí, perfectamente medible y que, en mi caso, martiriza sin compasión la campana de la parroquia de San Miguel de mi calle (ahora mismo lo está haciendo), empeñada en darme brutal y continua noticia de todas las quisicosas y ocurrencias del calendario litúrgico. Lo que la concejala madrileña y sus compañeros pretendían con su momentánea acción era, justamente, hacer ver el carácter invasivo que los llamados sentimientos religiosos tienen en nuestra sociedad, o, dicho en particular, proteger mis tímpanos, y lo que la sentencia consagra es el derecho de esos sentimientos a ser invasivos. Es decir, consagra un privilegio. Hay algo más inquietante aún en la lógica de esta sentencia porque podría extenderse hasta la legitimación de los asesinatos de los dibujantes de Charlie Hebdo en París, pues ¿alguien duda de que los humoristas ofendían con sus viñetas los sentimientos religiosos de millones de personas? Por lo demás, el juicio a la concejala no oculta su decidida intencionalidad política, un rasgo también característico de los sentimientos religiosos, ¿para qué sirve la religión si no le puedo dar un buen cristazo con ella a mi adversario político? La acción en la capilla de la Complutense fue un acto colectivo, grabado en vídeo, y en el que la acusada no parece que tuviera un protagonismo especial. Sin embargo, solo dos personas fueron encausadas y solo la concejala ha resultado condenada. Chúpate esa, Manuela Carmena. Desde los trajes de los reyes magos hasta la acción de la Complutense, el rojerío rampante estimula...

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La semilla del diablo

Posted by on Mar 18, 2016 in Miradas | 1 comment

“Es lo que esperaba, o peor”, ha declarado una eurodiputada española después de salir de la sala de lectura donde los miembros del parlamento europeo pueden consultar los documentos de la negociación del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y la UE, más conocido por su sigla en inglés, TTIP. La mezcla de curiosidad y espanto, de anhelo y repulsión, que revelaba la declaración periodística de la eurodiputada recuerda la expresión del rostro de Mia Farrow cuando, en la célebre película de Polanski, se acerca a la cuna donde berrea el hijo al que ha dado a luz, habido en cópula con el diablo, mientras los participantes en el discreto aquelarre de clase media que eran testigos de la escena contemplan con condescendencia a la atribulada mamá. La primera enseñanza de la película es que nunca sabes con quién te vas a la cama. Las condiciones de la consulta de los papeles del TTIP en el parlamento europeo abundan en el carácter conspirativo de lo que parece una coyunda con Satanás. Los europarlamentarios autorizados a la consulta –representantes electos de la ciudadanía europea, no lo olvidemos- deben firmar un compromiso de confidencialidad y despojarse de sus dispositivos móviles y otros materiales de registro, sean libretas de notas o grabadoras, para acceder a la reading room donde se custodian los papeles, y, una vez dentro, tienen un tiempo tasado para hojearlos y ninguna oportunidad de comentarlos, glosarlos o discutirlos en público. La escena, en efecto, se parece bastante a la conspiración de que es objeto la inocente Rosemary, tanto más cuanto que el TTIP representa bien todas las pesadillas que habitan la imaginación europea: desregulación laboral y comercial, asalto de las compañías privadas a los servicios públicos, invasión de transgénicos en la alimentación, en resumen, más poder a oligarquías económicas y empresas multinacionales y más desprotección a trabajadores, pequeños productores y ciudadanos en general. Al contrario de lo que pregonan los ideólogos del hegemónico neoliberalismo, la economía de mercado y la democracia representativa no son instituciones simbióticas, ni siquiera se llevan bien; en el mejor de los casos, su relación es fraudulenta o problemática, y en el peor, sencillamente conflictiva. La prueba es que la economía capitalista más pujante del mundo la dirige un partido comunista. La herramienta para lubricar las relaciones entre mercado y democracia es el poder ejecutivo, los gobiernos, tendencialmente reforzados para que, a la vez que representan a las poblaciones, sean dóciles a la racionalidad de los mercados. Cuando un gobierno tiene que elegir entre el mercado o el parlamento, elige, sin que lo parezca, el mercado. Una muestra, siquiera anecdótica de este estado de cosas, es el plantón que ha dado al parlamento español...

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Porno nazi

Posted by on Mar 17, 2016 in Miradas |

Hace, digamos, cincuenta o sesenta años, las familias que tenían una ochena (así llamábamos en mi pueblo a la décima parte de una peseta, seis centésimas de euro) disponible de su presupuesto tenían apadrinado a un indigente que acudía a casa una o dos veces por semana para recoger la limosna en efectivo o en especie, y, por decirlo así, era un miembro intermitente pero fijo de la familia. El pobre,  generalmente un vestigio de la guerra civil y de la incivil post guerra, solía estar asilado en un establecimiento de las hermanas de la caridad u otra institución parroquial, que fomentaba esta dependencia del vecindario, a la vez que le daba techo y comida. Estos mendigos institucionalizados desaparecieron de las calles en los años ochenta del pasado siglo, en parte por extinción biológica y en parte porque los que aún permanecían en situación de indigencia habían sido acogidos por el sistema público de servicios sociales. Los españoles nos acostumbramos a que de estos indigentes se ocupara el estado porque para eso pagábamos impuestos, y se volvieron invisibles. La crisis ha revertido la situación y los mendigos han vuelto a las calles, con un matiz significativo: la mayoría son extranjeros por lo que nuestra relación con ellos no solo está teñida de extrañeza sino por un sentimiento más común y por eso más siniestro: la xenofobia. Mendigos de todas las edades, lenguas y razas montan guardia en las esquinas y el peatón no sabe a quién ayudar, ni si debe hacerlo, ni en qué medida. La rutinaria solidaridad de antaño se ha tornado en desconfianza, cuando no temor o rechazo. O algo peor. Nada menos que la plaza Mayor de Madrid, el mismo escenario que la ex alcaldesa Botella promocionó con su abrupto inglés como el principal atractivo de la ciudad, ha sido escenario de la deriva que pueden adoptar los acontecimientos. Unas decenas de hinchas del equipo holandés PSV Eindhoven se burlaron y humillaron a media docena de mujeres gitanas, romanís o sintis, a las que arrojaron monedas, quemaron billetes de banco antes sus ojos y las impelieron a contonearse y hacer flexiones, a la vez que las conminaban a no cruzar la frontera, como si no fueran ciudadanas europeas, a lo que las mendigas respondían con extraño servilismo, como si fuera un juego, a cambio de las monedas que tenían que recoger del suelo, y entrambos grupos coreografiaron un espectáculo escalofriante. Hace setenta y cinco años, las abuelas de estas mujeres insultadas en la plaza Mayor fueron llevadas a las cámaras de gas por los abuelos de los hooligans que las humillaban, esa chusma rubia, desempleada y armada con jarras de cerveza, que el club de fútbol...

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Protocolos policiales

Posted by on Mar 16, 2016 in Miradas |

Uno de los documentos apócrifos más exitosos de la historia contemporánea es el titulado Los protocolos de los sabios de Sión, elaborado en 1902 por la policía secreta del zar –la Ojrana- por encargo del gobierno de Nicolás II para reforzar el nacionalismo panruso y justificar los rutinarios pogromos que llevaban a cabo contra las comunidades judías las fuerzas más reaccionarias de la autocracia zarista. El resumen del libelo era que todos los males que aquejaban a Rusia, y por extensión al mundo, tenían una sola causa: la conspiración de los judíos. Los rumores populares emanados del tradicional antisemitismo europeo se convirtieron en leyenda impresa por mor de estos escribanos policiales y la leyenda devino verdad incontrovertible durante medio siglo en que gozó de una credibilidad extensa y sostenida, hasta que los nazis pusieron término a la eficacia del panfleto por el procedimiento de liquidar el mal que denunciaba. No creo que el informe Pisa, debido a una innominada unidad policial que investiga, al parecer, la financiación de podemos, aspire a la fama y credibilidad de su precedente ruso, pero no cuesta nada intentarlo, han debido pensar sus inductores. En este asunto, es imaginable nuestro ministro del Interior, con su mezcla de santurronería e integrismo político, en el rol de un taciturno consejero áulico del zar, al que le parece buena idea defender a la patria con estos medios. La buena noticia es que nuestra azacaneada democracia no es todavía una autocracia zarista y el fiscal correspondiente ha rechazado las imputaciones contenidas en el informe, que también ha llegado al tribunal de cuentas, nuestro monumento nacional al nepotismo y la ineficiencia funcional. Entretanto avanza penosamente en su deriva administrativa, el informe se filtra a la prensa amiga y, ahí sí, encuentra la eficacia buscada, siquiera sea momentánea. La feligresía del pepé, semienterrada en el fango de la corrupción, encuentra alivio en aquello de que todos son iguales, ya que no pueden decir, y tú más. En esta especialidad de la corrupción y la financiación ilegal, el pepé es el rey absoluto del mambo. No apostaría nada de valor a que los podemitas no han obtenido alguna ayuda económica del exterior, y si es así debieran aclararlo. Esta forma de financiación es endémica en nuestro sistema político y una de las razones que abonan el pesimismo en este trance es que seguirá siéndolo  cualquiera que sea el que ocupe el próximo gobierno. Hace unos años, cuando los partidos eran constitucionalistas hasta las cachas y no había gente con coleta en la política, el dicharachero embajador alemán en Madrid llamó a estos sobres de dinero irregular con destino a los políticos con el pintoresco nombre de convolutos, y debía saber de...

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Los hundidos y los salvados

Posted by on Mar 15, 2016 in Miradas |

Los amigos y amigas de la biblioteca pública de Barañáin me invitan a una charla destinada a servir de colofón a la actividad de un club de lectura que ha estado dedicado a la obra maestra de Primo Levi, Si esto es un hombre, quizás el más hondo, sutil y emocionante testimonio al alcance de los lectores de un superviviente del Holocausto. Entre sus páginas vuelvo a encontrar una noción acuñada por el autor para definir la divisoria que separaba definitivamente a las víctimas de la trituradora concentracionaria: los hundidos y los salvados, que sería el título de su segundo libro sobre Auschwitz, más ensayístico que el primero. Los hundidos terminaban formando parte del humo que expelía la chimenea del crematorio y los salvados volvían a la vida fuera de las alambradas. Es una distinción llena de misterio, si bien responde a una realidad visible e incontrovertible. No discierne entre fuertes y débiles, entre afortunados y desgraciados, entre conformistas y rebeldes, pues de todo hubo, entre los salvados y entre los hundidos. El enigma de esta distinción radica en la naturaleza del lager y lo que representa: el desplome, deliberadamente provocado, del orden moral, es decir, también lingüístico, económico y social, que regía las relaciones humanas conocidas hasta ese momento. La primera prueba que atravesaba el prisionero en la misma puerta de ingreso al campo era la comprensión de un sistema cuyas señales le resultaban ininteligibles y cualquier error de interpretación podía significar la muerte. Más adelante, a medida que era despojado de los atributos que le otorgaban identidad y de los recursos que le daban fuerza física, el prisionero tenía que elegir, casi a cada instante, entre opciones de las que desconocía las consecuencias últimas que podían ser letales en una alta probabilidad. Entretanto, a su alrededor veía caer a familiares, amigos, camaradas, vecinos de catre o simplemente desconocidos, mientras se reducían sus propias expectativas de supervivencia. La desesperanza era el horizonte contra el que había que luchar cada día. La distinción acuñada por Levi me ha asaltado al leer un titular de prensa, La sociedad poscrisis, más dual que nunca. Dual: los hundidos y los salvados. La desesperanza es también un estado de ánimo extendido en la actualidad. La sociedad y las instituciones públicas han sido asaltadas por élites que han redirigido su funcionamiento hacia su beneficio personal. La mera rapiña es un conspicuo modo de acumulación de capital. Las nociones de trabajo estable, salario suficiente, vivienda digna y responsabilidad contractual han sido derruidas. Esquilman los ahorros de los viejos y arrebatan la identidad profesional a los jóvenes. La educación se ignora y la sanidad se deteriora. La calle se puebla de pedigüeños que parecen vivir al...

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