Los desertores

Posted by on Abr 25, 2016 in Miradas |

La comunidad de Madrid intenta impedir que el legado de García Lorca pueda venderse en el extranjero. Dos preguntas y una conclusión al respecto. Primera, ¿por qué se ocupa una comunidad autónoma de lo que parece una competencia del estado?

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Podemos, una visión personal

Posted by on Abr 24, 2016 in Miradas | 2 comments

Encuentro de afiliados y simpatizantes de Podemos -segunda fuerza política en esta provincia- en un polideportivo universitario de mi ciudad. Lleno hasta la bandera. Asisto por curiosidad e interés. Para situar al hipotético lector diré que tengo sesenta y seis años y es la segunda vez que acudo a un mitin político por voluntad propia, la primera fue en 1977; entre medio, he asistido a algunos otros en el ejercicio de mi antiguo oficio de periodista, todos olvidables. Los medios han resumido este encuentro con un titular: Iglesias elogia a Arnaldo Otegi. El establecimiento mediático merodea alrededor de Podemos con los colmillos afilados; lo que no sé es si Iglesias se expone a las dentelladas de la prensa por gusto, por inconsciencia o porque espera obtener réditos políticos de las heridas. Él mismo vino a reconocer de pasada esta duda en su alocución pero no creo que el elogio a Otegi le dé ni un solo voto en este pueblo, donde los del ex etarra son competidores electorales, para no hablar del efecto de su declaración en el resto del territorio nacional. Para esta crónica cimarrona, dejaremos de lado las ocurrencias y réplicas para fijarnos en algunos rasgos de la puesta en escena y ahí es forzoso reconocer novedades absolutas. En primer lugar, el tono colegial de la presentación en la que los cabezas de cartel, los Pablos Iglesias y Echenique, se presentaron a sí mismos como Serrat y Sabina y como C3-PO y R2-D2 con bromas sobre quién es quién en la pareja real. Me preguntaba qué parte de esta alusión de amiguetes formulada por medio de referencias típicas de la cultura pop de clase media entendían los no escasos viejos de mi edad, de inequívoca clase obrera, sentados en localidades cercanas y que escrutaban con gesto atento y serio a lo que se decía sin reír las gracias ni calentarse las palmas con aplausos. ¿Son importantes sus votos o piensan en Podemos que los tienen cautivos porque no van a votar a Rajoy o a Sánchez? Al término de la presentación, en la que Iglesias recibió en las mejillas el estusiasmo de algunas admiradoras (la presentadora por poco olvida besar a Echenique pero ya advirtió que estaba muy nerviosa), Sabina y Serrat hicieron una liturgia muy rara, aunque quizás no en la industria del espectáculo: con un móvil los dos protagonistas se grabaron cheek to cheek en vídeo, en modo selfie, una conversación entrambos que, al parecer, van a utilizar en un encuentro posterior del partido y para lo que pidieron el silencio del público antes de reclamar una ovación final que grabaron por el mismo procedimiento. Después de este extraño y anticlimático introito, que da noticia...

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El libro

Posted by on Abr 23, 2016 in Miradas |

Ábranlo al azar por cualquier página (la 567ª de la edición que tengo delante, por ejemplo) y dejen que la melodiosa brisa les alcance: Sancho Panza se inclinó con mucho comedimiento y le besó entrambas las manos, porque la una no pudiera, por estar atadas entrambas. Luego tomaron la jaula en hombros aquellas visiones y la acomodaron en el carro de los bueyes. Fin del capítulo. Es difícil encontrar en tan pocas líneas de cualquier otro libro de la biblioteca universal, tanto misterio en una escena, tanta precisión naturalista en la descripción de la acción, tanta profundidad en la observación del carácter de los personajes, tantas perspectivas de una misma historia,  y, por último, tanta incitación a seguir leyendo. Las preguntas sobre El Quijote provocan respuestas embarazosas siempre, y más en estos tiempos de centenario y celebraciones vacías y moralizantes, como la patochada del otro día en el congreso de los diputados, porque obligan a reconocer que no se ha leído, lo que no es grave, porque no termina de leerse nunca, y permite, en consecuencia, reiniciar continuamente su lectura. En algún momento de esta operación, casi de inmediato por lo general, el lector queda cautivado y, desarmados la prisa y los prejuicios que nos acompañan siempre, resulta arrastrado por la prosa cervantina. Al contrario que su contemporáneo Shakespeare, que no deja de ser visible de manera invasiva y feliz por todos los medios de representación imaginables, la obra de Cervantes permanece para el común guardada en tomos de páginas amarillas y tapas de becerro bajo una espesa capa de polvo. En un reciente programa televisivo con ocasión del centenario, uno de los entusiastas eruditos entrevistados comparecía de esta guisa, contra un fondo de librotes antiguos, como si tal escenario le otorgara una autoridad especial en la materia. Esta asimetría entre la popularidad de Cervantes y la de Shakespeare en la actualidad se debe, aventuro, a tres razones. La primera es histórica: Cervantes narra el fin del hombre antiguo, el caballero medieval, y Shakespeare celebra al hombre nuevo, el mercader y el condotiero, en el quicio histórico del siglo en el que se iniciaba el declive de España y el auge de Inglaterra. La segunda razón es de género literario. El teatro, en el que nunca medró Cervantes a pesar de que lo intentó con ganas, permite una convocatoria general del público y es una experiencia compartida, que rueda de escenario en escenario, y cuya plasticidad le permite llegar con nuevos aderezos y disfraces a públicos y épocas muy alejadas entre sí. El Quijote es el último intento de su autor por sobreponerse a su fracaso como dramaturgo y es un diálogo casi musitado con el lector, uno a...

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El hombre de la mesa de al lado

Posted by on Abr 22, 2016 in Miradas |

Estaba sentado en la cafetería junto a la mesa en la que yo esperaba a un amigo; él también esperaba a otro, por lo que vi después. Conserva el cuerpo magro y atlético que tuvo siempre y viste ropa deportiva, pero su esqueleto está doblado por la edad. Me dirigió una mirada que quiso ser curiosa pero que resultó distraída. A cierta edad, la realidad se desvanece ante nuestros ojos, no conseguimos retenerla, ni siquiera estamos seguros de quererlo. Le conozco desde mi infancia. Su familia y la mía eran vecinas en la misma finca urbana de la calleja de los cutos, tal era el sobrenombre de nuestra común dirección postal y aún la conocemos así los de entonces. Una comunidad del recuerdo. Él es bastante mayor que yo. Su madre escapó a esta ciudad con tres hijos pequeños en plena guerra civil, después de que los falangistas asesinaran a su marido en otra localidad, un nudo ferroviario distante cincuenta kilómetros. Aquella valerosa mujer y sus hijos son el primer testimonio mudo –silenciado, diríamos ahora- de mi personal memoria histórica. Él fue futbolista profesional en el primer club de la provincia y, tras retirarse, condujo un taxi. Desde hace unos años, pasea por las calles del ensanche donde vivimos ambos, pero no me reconocía y yo no le saludaba, hasta que ese día me aventuré a romper el maleficio. Aceptó el envite con curiosidad y la conversación duró unos pocos minutos, dedicados a la laboriosa tarea, más por su parte que por la mía, de rebobinar la memoria y encontrar los lugares comunes que nos acercaran. La calleja de los cutos fue el santo y seña. Recordaba a mis abuelos por su nombre y vagamente a los dos chavales que éramos mi hermano y yo. A mi turno, le pregunté por su hermano, que en mi memoria está acompañado de un hermoso perro llamado Sorty y al que veía como un admirado amigo mayor, y me dijo que estaba bien. Al poco, llegaron las personas a las que esperábamos y la conversación se interrumpió. Cada uno de nosotros dimos a los recién llegados noticia breve de quién era el de la mesa de al lado. Hasta donde la discreción me permitió oír, mi antiguo vecino hablaba con su interlocutor -un hombre también mayor que llevaba una escarapela de la segunda república en la solapa- de cuando su madre y sus hermanos vinieron a la calleja de los cutos, pero, por las preguntas del otro, no me parece que fuera explícito sobre las causas. En la gente de esa generación, el miedo con que despertaron a la vida ha cristalizado en pudor, aunque no en desmemoria. En nuestra mesa, mi...

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El retablo

Posted by on Abr 21, 2016 in Miradas |

La reina de Inglaterra cumple hoy noventa años -¡dios la conserve muchos más, aunque sea en formol!- y el festejo estará presidido con una tarta confeccionada por Nadya Hussain, una joven repostera bangladesí que ha cobrado fama en el gremio después de ganar uno de esos proliferantes concursos televisivos de cocina. El pastel real linda en la agenda con la acogida del papa a un grupito de refugiados sirios en el Vaticano. Vuelven los viejos y buenos tiempos. El padre omnipotente y compasivo rodeado de menesterosos que buscan amparo en los pliegues de su blanca indumentaria talar y la madre universal que acepta con un melindre la ofrenda alimenticia de los remotos hijos del imperio. Los pobres atraviesan el muro de estucos dorados y encuentran la redención. Imágenes de retablo o de museo, pertinentes a una sociedad empeñada en el turismo. Está por ver que la reina llegue a probar la tarta y que el papa vuelva a ver la cara de los refugiados, pero no importa. Estamos ante una epifanía. Las sombrías nubes de la realidad se disipan y dejan pasar los rayos del sol y el azul del cielo, como en las cúpulas de las iglesias barrocas. La epifanía puede ser un trampantojo, como puso en evidencia la cabalgata de reyes magos de la alcaldesa de Madrid, una colisión caótica de la realidad y el deseo, pero tampoco importa. Los poderes sobrenaturales y predemocráticos envían una señal a la tierra donde andamos perdidos los hombres (y ahora también las mujeres), que se muestran ciegos, como nos recordaban los curas. Cuando escribo estas líneas, la repostera de la reina y los refugiados del papa ya son el pasado, vale decir, están olvidados ¿pero quién dedica más de un minuto a echar un vistazo a la talla de un retablo o al lienzo de un museo? Pasamos página, como se decía antes, o hacemos clic, como se hace ahora, y volvemos a la oscuridad mesocrática, racionalista, laica, progresista, de una sociedad que no puede evitar que sus elites se dediquen a saquearla y que vierte su odio sobre los extranjeros, pero que no renuncia a conmoverse ante el involuntario gesto de una reina o de un papa que ejercen su satisfactoria compasión con la naturalidad de quien evacua sus...

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¿Vale?

Posted by on Abr 19, 2016 in Miradas |

La abogada de manos limpias afirma en la tele que no va a retirarse de la acusación particular que ejerce en el caso Nóos a pesar de las llamadas y presiones que dice haber recibido para que renuncie a esta función ¿vale?, porque representa a muchos ciudadanos ¿vale? El uso de esta fastidiosa muletilla, que repitió al término de cada afirmación, dice poco de la retórica de la letrada y, sobre todo, da noticia de la debilidad de su posición. La primera vez que atendí al uso coloquial de este pespunte verbal, por la cuenta que me traía, fue en el sermón de un promotor inmobiliario devenido patrón de la empresa de comunicación en la que yo había sido contratado. El tipo era dueño de una verba torrencial y asertiva, plagada de instrucciones y admoniciones, que subrayaba invariablemente con un ¿vale? En la intención del hablante, la duda que parece encerrar la muletilla no se refiere al contenido de lo que dice, ni a su veracidad, sino a la actitud requerida al receptor, que tiene que aceptarlo como lo oye, ¿vale? Es una proposición que convierte el argumento en un envite, pero sobre todo en una amenaza. Aquel empresario sufría, o eso quería hacer creer, por la marcha de sus negocios, que no iban nada mal en absoluto, pero, si hubiera podido, nos hubiera triturado con sus propias manos… limpias. La paradoja es que la muletilla denota a alguien que no está en condiciones de sostener lo que dice ni de ejecutar su amenaza. ¿Vale?, pues vale. La abogada debiera ser consciente de su trémula posición en el juicio de Urdangarín, Cristina de Borbón et alii, aún en el supuesto de que no estuviera al cabo de la calle de la (presunta) extorsión que se traía entre manos su empresa, lo que tampoco resulta muy verosímil. ¿Vale que la justicia, como dios, escribe recto con renglones torcidos y que un (presunto) extorsionador puede conseguir la condena de unos (presuntos) estafadores? Pues no, no vale. Esta ópera de cuatro cuartos en que se ha convertido la vida pública española lo ha inundado todo, incluida la voluntad de decencia de la ciudadanía, a la que en este caso representaba la abogada y sus manos limpias, ¿vale? Sentados entre el público del caso Nóos, tenemos que elegir a nuestro héroe entre unos (presuntos) extorsionadores y unos (presuntos) estafadores. Menos mal que se nos explica el mecanismo dramático a la vez que se desarrolla la trama, como en el teatro de Bertolt Brecht. Es el llamado efecto distanciamiento. Intenten ejercitarlo,...

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