Habría que preguntarse qué parte de los resultados electorales del pasado domingo es imputable al rechazo, si no pánico, de una parte de la sociedad española a los alienígenas digitales. Ha sido una experiencia obvia de los últimos meses que el establecimiento mediático tradicional atacara a unidos-podemos, a la vez que ignoraban como un hecho marginal a los ciudadanos de Rivera, a pesar de la hiperactividad comunicacional de éste. Los medios de comunicación mantienen una férrea colusión de intereses con los partidos establecidos hasta el punto de que sus audiencias se identifican casi exactamente con el caladero de votos del partido al que defienden y patrocinan. La complicidad político-mediática permite al medio identificar a su público y ahormar el mensaje a la vez que el partido encuentra un canal gratuito para sus intereses; en este marco carente de sorpresas, el usuario recibe una dosis homeopática de información, suficiente para sus exigencias. Este compadreo ha llegado hasta la caricatura que ilustran las parejas cómicas de Rajoy-Marhuenda o Cebrián-González. La prensa de papel, por hablar de una droga de la que he sido adicto hasta ahora mismo, es, en comparación con sus competidores digitales, tarda de reflejos, menguada de recursos y en consecuencia sesgada cuando no sectaria. ¿Qué decir de la obscena campaña venezolana emprendida por El País contra los podemitas y a favor de los intereses empresariales de Felipe González, que, cumplido su objetivo, fuese y no hubo nada? Lo cierto es que los medios tradicionales están a un tris de perder la hegemonía en el negocio de la comunicación. Los emergentes han crecido en el otro ecosistema, el que forman la web, las redes sociales y las plataformas digitales. La torpeza y lentitud con que los partidos tradicionales reaccionaban a las exigencias tecnológicas y a los desafíos comunicacionales provenientes de este ámbito y promovidos por los emergentes tiene también su propia caricatura en los funcionarios del pepé rompiendo a martillazos sus propios ordenadores por lo que pudieran contener de incriminatorio contra el partido. En un universo sobrevolado por corsarios informáticos, la imagen de un tipo aporreando un circuito integrado para dejarlo mudo da idea del partido al que han votado mayoritariamente los españoles. Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Los emergentes han crecido en esa zona pantanosa de la comunicación digital donde la información es vibrátil, instantánea y superficial pero que ya ha generado circuitos de retroalimentación, callejones sin salida y yonquis. Es fácil enamorarse del paisaje del pantano, y más si eres indígena digital, y no ser capaz de salir de él. Fuera, sin embargo, hay un mundo roturado y ajardinado donde el esquema lineal emisor-canal-receptor es todavía unívoco y está vigente. Es el mundo en...
El macizo de la raza
Sé que es de mala educación y un tanto hortera recordar yo ya lo dije cuando acaba de ocurrir algún estropicio pero yo ya dije ayer en esta bitácora que tendríamos un gobierno de centroderecha con la muleta del pesoe. Las urnas se han encargado de marcarle el camino a Sánchez de manera inequívoca. La de ayer fue una victoria clara del conservadurismo y contra cualquier reforma. Reacción en estado puro. La progresía de este país tiende a olvidarse del macizo de la raza en sus momentos de euforia. Por edad, me considero un progre escaldado y poco propenso a la euforia, y si alguna vez me dejo intoxicar por sus efluvios, ahí está mi amigo Quirón para apearme de las nubes, así que la predicción no tiene mérito. Las encuestas alimentaron la euforia, ignorando el dato básico de que los más viejos del censo están educados para guardar silencio sobre sus pensamientos, actos e intenciones, ya sea ante la guardia civil o ante el entrevistador del sondeo demoscópico. Tú no te signifiques, fue la consigna de nuestra generación, si bien algo debió influir también en la decisión ante las urnas que el gobierno adelantara cuarenta y ocho horas el ingreso de las pensiones del mes en las cuentas de los jubilados. Es lo que los expertos llaman el voto oculto que ayer afloró a borbotones y dejó a todos pasmados, incluido a Rajoy cuya proverbial impasibilidad parecía afectada días antes por la unánime euforia en su contra de la que participaba incluso su antiguo padrino Aznar. Acaso la sorpresa mayor fue para los ciudadanos de Rivera, cuya caída revela la extrema fragilidad del liberalismo político en nuestro país. Debieran recordar lo que dijo otro viejo resentido como Pío Baroja: “En España siempre ha pasado lo mismo, el reaccionario lo ha sido de verdad y el liberal lo ha sido muchas veces de pacotilla”. En esas estamos. La izquierda debiera hacérselo mirar. La mitad de los votos perdidos por el pesoe lo han sido en Andalucía, donde, por último, han sido rebasados por el pepé, y, en cuanto a los podemitas, llama la atención que los mejores resultados los hayan obtenido en Euskadi y Cataluña, las dos circunscripciones donde prima una fuerte conciencia nacional que no se identifica como española, lo que establece cierta similitud con lo ocurrido hace cuatro días en Reino Unido para explicar la geografía de la respuesta a la crisis. Otro rasgo que nos recuerda a lo ocurrido en Inglaterra: Iglesias recurrió el pasado abril a un referéndum de sus bases para confirmar lo que a todas luces fue un error estratégico monumental cuando impidió desalojar al pepé del gobierno. Hay algo, sin embargo, que...
Mientras me acicalo
Ante la urna que me espera como una novia, me acicalo e intento poner en orden mis ideas, no porque sirva de algo al destino de la patria ni porque haya alguna posibilidad de que las ideas terminen ordenadas, sino porque acicalarse para salir a la calle y ordenar las ideas para no olvidar el puchero en el fuego o las llaves en el bolsillo del otro pantalón son rutinas propias y necesarias de la gente de mi edad. Los augures anunciaron ayer que el resultado del referéndum británico no va a influir en los votantes pero tengo para mí que va a ser decisivo para la formación de gobierno. Por el momento, los prebostes que dirigen Europa están como patos degollados dando vueltas en busca de la cabeza perdida. A su turno, los candidatos españoles disimularon como si el asunto no fuera con ellos. Algo de razón no les falta porque no son la cabeza sino la cola del pato. Pero no hay duda que the exit va a influir en la forma y en la rapidez con que se resuelva la formación de gobierno aquí, lo cual es una buena noticia. A nuestros políticos se les ha acabado el crédito, y ahora no solo por el hastío de la sociedad y la impaciencia de los poderes financieros sino también porque las autoridades europeas no tienen el humor para zarandajas. Y, en mi opinión, la resolución del jeroglífico va a ser conservadora, of course, es decir, un gobierno de centroderecha con la participación, el apoyo o la abstención de los socialistas. Esto exigirá el descarte de alguna ficha. Hasta el jueves pasado, hubiera apostado que sería la de Sánchez, pero me temo que también Rajoy ha entrado en el bombo, lo presiento porque ya estoy echándole en falta. Es la clase de político del que solo sus adversarios percibimos la gravedad de su oscura masa; sus partidarios lo respiran con absoluta naturalidad con el oxígeno del aire, así que tampoco le echarán en falta si les conservan el oxígeno. Lo único seguro es que, salvo vuelco imprevisible de las urnas, no habrá un gobierno de izquierdas: el mutuo rencor alimentado entre el melifluo Sánchez y el corsario Iglesias va a dar frutos, con ayuda de los ingleses (aquí, desde el siglo XIX los conflictos domésticos se han resuelto en uno u otro sentido con intervención de los ingleses). Desde que en este país se empezó con el vicio de votar hace cuarenta años, acudo a las urnas con reticencia, como quien va al médico, como si mi opción política fuera la amígdala que hay que extirpar para que el cuerpo de la nación continúe con su rozagante vida....
Reflexión
La geografía del voto en el referéndum británico revela que los partidarios de exit han ganado en las regiones del centro y norte de Inglaterra -la famosa campiña y las ciudades de la industria hoy extinta-, caracterizadas por una fuerte identidad nacional inglesa y un no menos intenso declive económico. Los partidarios de la permanencia han resultado victoriosos en Escocia, Ulster y Gibraltar, donde impera también una identidad nacional propia que no se reconoce como inglesa y la economía está menos desequilibrada, sea por el petróleo, en el primer caso, por las ayudas de Bruselas en el segundo o por el comercio con España y su condición de plaza financiera off shore en el caso del Peñón. Londres era la única zona donde la apuesta por la permanencia estaba descontada, por razones obvias. De modo que el resultado del referéndum puede explicarse por una letal combinación de fracaso socioeconómico y de pulsión nacionalista. En resumen, por el declive del estado nacional clásico, que es el despojo institucional más notorio de la globalización. Lo menos que se puede decir sobre el caso es que las élites británicas han creado un país dual, que se ha manifestado como tal a la primera oportunidad y cuyas líneas de fractura, una vez desguazada la izquierda clásica, pasan por el populismo nacionalista. La diferencia porcentual entre partidarios de una u otra respuesta a la pregunta de la papeleta ha sido muy pequeña, lo que permite creer que el dilema podría haber sido resuelto con políticas más proactivas y redistributivas, y sin el tosco recurso al referéndum. En esta ocasión, los conservadores han querido jugar la carta del nacionalismo para sacar ventaja de la situación forzando nuevas concesiones de sus socios europeos y les ha salido el tiro por la culata. Si el estado-nación se ha vuelto inoperante, el referéndum, que es su ritual de legitimación más conspicuo, se ha vuelto explosivo. El referéndum es un mecanismo cesarista entre tramposo y lábil porque, o bien se realiza sobre una población cautiva y sin alternativas, como hacía Franco e hicieron Adolfo Suárez en 1977 y Felipe González en 1986, que ahora gallea contra Cameron, o bien se convierte en una tirada de dados en la que puede salir cualquier resultado para disgusto de todos, porque lo primero que revelan estos plebiscitos aleatorios es la división de la nación, algo que a nadie le gusta experimentar, como se ha visto en el Reino Unido, y antes en Escocia, donde quieren repetir el referéndum de independencia, y se verá probablemente en Cataluña si sus promotores no cierran un acuerdo previo y, en ese caso, ¿para qué convocar el referéndum? El referéndum para la adopción de decisiones es un...
Bienvenidos los excéntricos
El Reino Unido ha decidido abandonar el tablero cuando ha considerado que las ganancias del juego habían llegado a su final, la suerte había cambiado y más valía salir del garito antes de que empezaran las pérdidas. La Unión Europea como mesa de casino. Es lo que tiene dejar la gobernanza del que acaso sea el más ambicioso proyecto político después de la segunda guerra mundial en manos de crupieres. David Cameron procede de una larga tradición de regates y negociaciones privativas practicadas por los gobiernos británicos para que su país ingresara, primero, y permaneciera, después, en el club europeo en condiciones siempre excepcionales y, para qué negarlo, también provisionales. Luego, claro está, los ingleses cumplían sus compromisos y hacían su papel con la seriedad, eficacia y el sentido del honor que se les atribuye. Todos admiramos la excentricidad británica, lo que debemos preguntarnos es si to be british consiste en que otros te bailen el agua. Cameron pertenece a esta cepa de las elites de Oxbridge que combinan admirablemente la excentricidad y la arrogancia y, en su última jugada, pretendió cambiar una vez más las reglas del juego sobre la marcha para seguir en la mesa; lo consiguió en parte pero, más chulo que un torero (algo se les ha pegado de tantos jubilados británicos varados como lagartijas sonrosadas al sol de España), decidió rematar la faena con la sanción de un referéndum. Lo que no parecía imaginar el pomposo Cameron es que Gran Bretaña es ya tan europea que en su sociedad y en la clase política ha arraigado la peste, tan característicamente continental, de los movimientos nacionalistas y xenófobos y de los oradores de cervecería que están al borde del asalto al poder en Francia, Alemania, Holanda, etcétera, y mira por dónde, los impertérritos ingleses les han mostrado el camino. Referendos a tutiplén para despedazar la Unión Europea y volver a los buenos tiempos de Santa Juana de Arco, el Anillo de los Nibelungos y Vlad Dracul el Empalador. En los años treinta, el movimiento fascista inglés de sir Oswald Mosley fue una excentricidad de la clase alta británica (los de Downton Abbey, para que lo entiendan los televidentes), que el parlamento y el pueblo inglés (s.p.q.b) contemplaron con desdén y manejaron con facilidad. Ahora, estos tipos tan castizos han ganado el referéndum y quién sabe si en breve también las elecciones. Bienvenidos a lo peor de Europa,...
El detective estresado
Si puedo considerarme un ciudadano promedio, perora filosóficamente el detective, tengo que decir que la sociedad española hace meses que debe tener sobrepasados sus sistemas intelectivos y nerviosos en medio esta mierda en la que estamos todos hasta las trancas. El detective no está muy dotado, ya se vé, para la retórica fina pero tiene una olla a presión sobre los hombros y continúa: El esfuerzo que se nos exige, no ya para asimilar, ni siquiera para comprender, sino solo para explicarnos a nosotros mismos de una manera aproximadamente articulada lo que está ocurriendo, está fuera del alcance del más templado. Estamos de viaje en El jardín de las delicias, que ha hecho metástasis desde el Museo del Prado. Así que calma. Veamos lo último, por partes: 1) Una conversación del ministro de la polícía y del jefe de la oficina antifraude del parlamento de Cataluña en el despacho oficial del primero es grabada ¿es una conversación privada, oficial, rutinaria?, ¿despachan de oficio, por afición?, ¿quién lo graba?, ¿cómo lo hace?, ¿con qué fin? 2) La grabación se hace pública en un momento procesal cuando menos inoportuno para los intereses de los espiados, ¿quién la filtra?, ¿para qué? 3) El tono de la conversación grabada es premioso, coloquial, y parece delatar una colusión de intereses entre los interlocutores ¿son compinches de una banda?, ¿conspiran para delinquir? 4) El contenido de la conversación alude a los intentos de encontrar pruebas de fraude fiscal en personajes cercanos a dirigentes de la oposición, ¿para hacer qué? 5) El ministro de la policía afirma a su interlocutor, quizás para tranquilizarle, que el presidente del gobierno está al tanto de sus afanes, ¿hay una trama que empieza en el gobierno y se ramifica por instituciones del estado con fines extraoficiales e inconfesables? 6) El interlocutor del ministro habla de delegar en el jefe de seguridad de una empresa privada, del que dice que es policía, la fabricación de las pruebas incriminatorias, ¿incluye la trama a empresas privadas? ¿hasta dónde llega?, ¿qué gana cada uno en este negocio?. El detective estresado inicia las investigaciones y empieza por los directamente implicados. Primeras pesquisas: 1) El ministro del interior dice que la víctima es él; si bien aún no conocemos ni la naturaleza ni las dimensiones del delito, si lo hay, debemos aceptar que la víctima es uno sus perpetradores. 2) Su interlocutor, el jefe de la oficina antifraude (vaya cargo para alguien sorprendido en este negocio) afirma en una jerga carcelaria muy propia de un magistrado que él no se va a comer el marrón y que lleva siempre consigo un maletín con un surtido de las denuncias por fraude fiscal que llegan a su oficina...