¡Vengo a traer aire fresco!, exclama una doña jolgoriosa que emerge de la cloaca y aún trae el mono de trabajo y la caja de herramientas empapados de barro. La tal doña Clemente es el último fichaje de los naranjos para competir por tierras de Castilla donde durante veinte años ha sido funcionaria del pepé en diversos cargos públicos y beneficiaria de los negocios inherentes a esta ocupación, que ahora investiga algún juez.
El patio es un escenario de vodevil con puertas contiguas que se abren y se cierran, tíos y tías que entran y salen a medio vestir entre la camisa vieja que apenas se han quitado y la nueva que aún no se han calzado, un juego trepidante de infidelidades y oportunidades donde la vergüenza se ha ausentado. A este y otros fichajes los define doña Arrimadas como atraer talento. Y tanto. Estamos en el mercado de primavera de los fichajes políticos, que el multipartidismo ha ampliado, y atraer talento es el objetivo de todos los equipos que juegan en la liga. En la derecha es más fácil porque cambiar de equipo no significa cambiar de juego ni de lugar en la alineación, solo de expectativas de pillaje, pero la izquierda también intenta reforzarse. Don Sánchez ficha a un entrenador de baloncesto como antes fichó a un astronauta, y quién sabe si con el mismo resultado. La cosa es tener banquillo. Entre los podemitas, aún empeñados en jugar en la liga juvenil, las hermanas Serra Sánchez, de Madrid, distribuirán equitativamente su talento; una irá en el equipo de don Iglesias y la otra en el de don Errejón. Alguna de las dos acertará y todo queda en casa.
A pesar del trasiego de fichajes, nunca como en estas ocasiones preelectorales es más evidente el campo cerrado que son los partidos políticos. A veces, en su ensimismamiento y ante la amenaza contenida en los sondeos de un batacazo en las urnas, los más espantadizos apelan a la necesidad de abrirse a la sociedad. Es una frase hecha pero quiá, quienes terminan en las listas responden a tres o cuatro perfiles sociológicos muy concretos. Uno, el más frecuente, es el profesional de la política que ha elegido esta carrera porque, con un poco de suerte y constancia, es una de las más fáciles y agradecidas que puede encontrarse a su alcance. El segundo tipo, también muy frecuente, es el del funcionario que tiene garantizado el puesto y el sueldo pero desea ganar más, lucirse un poco y hacer valer su santa voluntad, para lo que tiene conocimientos y ganas pero le está vedado en el ejercicio ordinario del servicio público. El tercero es el pariente o parienta o el amigo o amiga, que está en las listas por alguna clase de relación de familiaridad con el que las confecciona; este personaje está para secundar y dar seguridad al líder y no se le requiere ningún talento especial. Y por último, está el profesional de relumbrón en alguna actividad u oficio civil que, en un momento de estancamiento o de hastío de su carrera privada, aprovecha la invitación para incorporarse a una lista en puesto de salir. A través de esta compacta comunidad humana discurren corrientes de aire mefítico que los más desahogados, como doña Clemente, se empeñan en proclamar que es aire fresco.