Hace unas semanas anunció Carolina Bescansa el abandono de la política, después de perder las primarias de su partido en Galicia. La noticia duró un instante en el firmamento mediático sin comentario alguno, a pesar de que doña Bescansa fue miembro del top five fundacional de podemos del que ya solo quedan en activo don Iglesias y don Errejón; aquel en la cúspide de la organización y este en la penumbra de algún escalón intermedio. Hoy se informa de que Rita Maestre renuncia a participar en las primarias del partido en Madrid, del que ha sido uno de los rostros visibles y reconocibles. La organización ha acusado el golpe. Entretanto, y desde meses atras, hemos recibido el crujido de dimisiones, fracturas y desafecciones en la sopa podemita por razones que son arcanas y nadie se toma la molestia de explicar. Joven y vitalista, el universo morado es un volcán activo que se consume en su propia materia ígnea. El único dato seguro, según las mediciones de la vulcanología política, es que perderá una veintena de diputados en las próximas elecciones generales, casi un tercio de su fuerza parlamentaria actual, lo que es una pérdida enorme, habida cuenta que tiene un suelo electoral todavía firme y conserva, quizá mellada, la esperanza de mucha gente. Tanto más si se advierte que este declive tiene lugar cuando ha dejado de ser la diana principal del complejo político-mediático de la derecha, que ha trasladado el visor de la artillería a don Sánchez, el cual se beneficia electoramente del asedio.
El macizo de la izquierda sabe que puede permitirse pocos momentos de ensoñación y, apenas ha conquistado una cabeza de puente, debe fortificarse para repeler la reacción. Aquí, el intento de tomar los cielos por asalto es suicida porque el cielo pertenece a la derecha desde Recaredo (y el infierno también, como ilustra la momia de Cuelgamuros). En sus mejores momentos, podemos ha funcionado como una formidable lanzadera contra la corrupción del sistema: la abdicación del rey, la crisis del bipartidismo y otros efectos pueden atribuirse al empuje de las fuerzas a las que representa. Ahora es como si, concluida la fase más aguda de la batalla que mantuvo la cohesión del grupo, los morados dedicaran la tregua a ajustar cuentas internas. En el mundo podemita hay una tensión irresuelta entre la coleta y la corbata, entre activismo e institucionalismo, entre afición y oficio, entre el deseo y la realidad. Y en medio, ambiciones y cálculos personales, como en todas partes. En la presente fase del asalto a los cielos están discutiendo quién sostiene la escalera y quién sube el primero.