Las letras parecen surgir de una grieta invisible en la superficie blanca del folio y se ordenan en una procesionaria de acuerdo con las normas estables de la sintaxis y de otras más inciertas del sentido. Alguien o algo en alguna parte ha dado la orden de inicio de la marcha que no sabemos por ahora dónde terminará ni cómo. Es la hora derogatoria de la siesta. El verano se ofrece siempre punteado por alguna murga de fondo, ya sea el chirrido de las cigarras o, más probablemente, alguna melodía que ilustra la desidia de la estación caliente y que se escapa por la ventana abierta en el patio de vecindad. Pero este año el tedio estival viene redoblado, enfatizado, subrayado por las primarias del pepé, probablemente el acontecimiento político más insignificante y cenizo que pueda imaginarse. La idea de que se juegue algo de interés para el futuro del país en la disputa entre doña Sáenz y don Casado es deprimente. Y ahí están, las teles, los digitales, las radios, dale que te pego, cubileteando los dados de un proceso marcado por la opacidad y la impostura.

Al pepé le ha sentado como un tiro en el pie la irrupción de la democracia en casa. En primer lugar, ha descubierto que carecía de un demos militante en el que asentar su legitimidad; luego, los candidatos a la carrera en la primera vuelta constituían un sexteto híbrido de profesionales y aficionados, trepadores y cantamañanas, con muy desiguales oportunidades de éxito; en el paso siguiente se reveló que los afiliados no están movilizados ni quieren estarlo, y solo una parte numéricamente insignificante dejó su voto en las urnas. El procedimiento de elección, diseñado para entronizar por aclamación a un solo candidato, viene resultando destartalado y tedioso. Dos finalistas previsibles llegan a la segunda vuelta, cuando serán los delegados al congreso, es decir, los afiliados con intereses personales en el resultado, los que decidan el ganador. Todo el esfuerzo publicístico de estos días no ha conseguido elevar ni un centímetro la talla de los contrincantes. No se ha oído de su boca ni una sola idea digna de ese nombre, y, para ser precisos, lo más clarificador han sido sendos vídeos insidiosos que se han dedicado de un bando a otro intercambiables y sin pizca de gracia. ¿Eso es todo lo que hay en el pepé? De doña Sáenz se ha dicho que es la mujer que más poder ha tenido en España desde no sé cuándo. Pues bien, si es así, alguna responsabilidad tendrá en la maltrecha situación del partido. Su contrincante don Casado es un arribista al que se le ve venir de lejos y ya cargado con la correspondiente presunción de falsedad en su currículo académico. El partido que viene de la doble derrota de la corrupción y de la irresuelta crisis catalana, debe elegir entre quien la gestionó o un presunto corrupto. Que dios reparta suerte pero que dejen de dar la murga de una vez.