De entre los centenares de miles de personas perseguidas, desahuciadas, acosadas y expulsadas que se registran bajo toda clase de regímenes, una buena parte de las cuales están acampadas al otro lado de la alambrada que hemos levantado en nuestras fronteras, el avariento y perezoso gobierno que preside Rajoy ha decidido ofrecer la protección de la nacionalidad española a dos relevantes personajes de la oposición venezolana, amenazados, al parecer, por un golpe militar que no se ha producido más que en las páginas de nuestros periódicos de referencia. Los beneficiados, a los que damos la bienvenida en nuestro país, disfrutan de una prebenda que no se otorgó a los innumerables perseguidos de las dictaduras chilenas, argentina y uruguaya, estos sí, víctimas de golpes militares reales y acaecidos, como el hipotético de Venezuela, en países hermanos, por utilizar la empalagosa jerga del propio Rajoy para justificar la decisión gubernamental. Por cierto, estos personajes agraciados con una urgente y nueva nacionalidad ¿son las únicas víctimas posibles de Maduro o se trata de una medida homeopática? No hace falta simpatizar con el carácter primitivo y gritón del presidente venezolano, que apenas oculta su debilidad política, para saber que lo que está ocurriendo en ese país tiene su causa mayor en la vertiginosa caída de los precios del monocultivo del petróleo, que ha acabado con los ingresos fiscales y ha llevado al caos a la economía y a la sociedad. El régimen constitucional que ahora preside Maduro tiene su remoto origen, ciertamente, en un golpe militar incruento protagonizado por el fundador del movimiento, aunque más tarde ha sido refrendado en la urnas en todas las convocatorias electorales llevadas a cabo por procedimientos legales que nadie ha podido acusar de antidemocráticos (más o menos, para que se hagan una idea, como en la transición española) y su precedente inmediato, el gobierno de Carlos Andrés Pérez, socialdemócrata y amigo y valedor de Felipe González, fue una ciénaga de corrupción y miseria (más o menos como la situación española actual). Así que la traslación de la campaña electoral española al escenario venezolano, impulsada por el gobierno del pepé y algunos amigos que ha encontrado por el camino, quizás tenga que ver con afinidades electivas entre las situaciones históricas y las coyunturas presentes de ambos países. Al combatir a Maduro se combate al emergente podemos según el argumento simbiótico acuñado ya para siempre en la imaginación de la derecha. Pero esta estrategia tiene un objetivo mayor: estar ahí con los vencedores cuando caiga el armatoste bolivariano, igual que han caído los populismos [sic] de Argentina, Brasil, etcétera, que dieron en el inmediato pasado un exitoso impulso histórico a las sociedades de esa atribulada parte del planeta. Ahora, la tortilla ha dado la vuelta y los populistas [sic] están de capa caída. En Brasil, la presidenta Dilma Rousseff está acosada por una patulea de delincuentes sentados en el parlamento, y en Argentina, Mauricio Macri, el vencedor de los populistas Kirchner, ha aparecido enfangado en los papeles de Panamá. Aquí, entre nostros, no faltan ni corruptos ni clientes panameños dispuestos a parar los pies a los populistas , y entre estos esforzados cruzados de la causa encontramos a algunos de los conspicuos voceros de la cruzada contra Maduro. En esta tesitura, ¿por qué no adquieren todos la nacionalidad panameña y se empeñan en seguir siendo españoles, argentinos, venezolanos, etcétera?
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