Una fotografía ha inspirado estas líneas. Un diario de mi pueblo la publica hoy en primera página con el siguiente titular: Treinta años del portazo de Navarra a la OTAN, de cuyo referéndum ayer se cumpló el trigésimo aniversario y fue recordado con una manifestación a la que asistieron doscientas personas. En la foto del periódico aparece un grupito de media docena de lobos cenicientos, connotados líderes sindicales, vecinales y políticos de izquierda de la época, posando dócilmente para la imagen que magnifica la historia. Los jubilados siempre andamos escasos de homenajes. Por supuesto, y para que nadie se líe, el titular periodístico no quiere decir lo que parece: Navarra es territorio OTAN como Andalucía, Sicilia o Schlewig-Holstein. De modo que la imagen es tan equívoca como lo sería otra equivalente de viejos combatientes de la Resistencia francesa (guardan cierto parecido icónico unos y otros protagonistas) si Francia siguiera siendo territorio del Reich alemán. La oposición a la OTAN en mi pueblo fue particularmente intensa por la existencia de un polígono de tiro aéreo, dirigido por el ministerio de Defensa español y de uso para aparatos de bombardeo de la OTAN, en el sur de la provincia, en un territorio semidesértico muy conocido (Bardenas Reales), de gran valor ecológico y paisajístico, y de uso agropecuario, cuya visita aconsejo vehementemente. La oposición al polígono de las Bardenas fue tan intensa (quizás el objetivo con mayor y más sostenida capacidad movilizadora de la Transición en la provincia) que en algún momento llegó a decirse que sería trasladado a Cabañeros en los montes de Toledo, pero el astuto Pepe Bono estaba al quite y a la vera de Felipe González, y Cabañeros se convirtió en parque nacional mientras los aviones de combate seguían navegando en vuelo rasante sobre las Bardenas y las localidades del entorno. Pero como no hay mal que por bien no venga, en algún momento del proceso, el gobierno llegó a un suculento acuerdo económico con la asociación ganadera de la zona, que es la titular de su uso (llamada con uno de esos términos arcaicos que tanto gustan en mi pueblo, comunidad de congozantes, y dirigida por un clásico y duradero cacique de la derecha rural) y la oposición al polígono se desinfló para quedar como patrimonio exclusivo de grupos marginales que cada año celebran una romería vindicativa. En cuanto al no en el referéndum de hace treinta años, aunque lo ganamos en esta provincia, tampoco fue por goleada ni un portazo: 53,5%. De modo que la foto del periódico ilustra menos la realidad que el deseo, y es un curioso ejemplo semántico de izquierdismo crónico y narcisismo histórico.  Vale la pena recordar que la exigencia de ingreso en la organización militar atlántica corrió paralela a la adhesión de España a la comunidad europea, de tal modo que, probablemente, la negativa a lo primero hubiera significado el rechazo a lo segundo. En política, todo es una gama de grises. Y de vuelta a la foto, al verla me ha asaltado la atribulada situación de los podemitas actuales. Esa mezcla de deseo inflamado, ensimismamiento ideológico e impotencia ante los hechos. Los que aparecen en la foto han seguido sus vidas y han llegado a nuestra edad en razonable estado de salud y respetabilidad cívica después de una larga y honrosa trayectoria profesional y política, que es lo que nos deseamos todos, pero, simplemente, sus objetivos no se cumplieron. Me pregunto si Iglesias, Errejón, et alii, celebrarán algún día del mismo modo su pasado.