No es usual leer entero un libro al pie de la mesa de novedades de una librería a la que se va a hojear el género para despertar el apetito lector antes de elegir un título de gusto y pasar por caja, en un trance que debe ser breve y comedido para no parecer un gorrón a la vista de los empleados del establecimiento. Sin embargo, esta mañana lo he hecho. Ha sido una lectura repentina, casi involuntaria. He solicitado el título, que había visto anunciado con cierta pompa en un suplemento de periódico, y, cuando me he dado cuenta, lo había leído en un santiamén. Para reparar el equívoco y no frustrar la expectativa de la librera, he comprado otro título sin hojearlo siquiera. El libro fulminante que se ha quedado en la librería tiene como título Nein. Un manifiesto y su autor es un profesor llamado Eric Jarosinski, de fama en Estados Unidos y Alemania, empeñado al parecer en la fusión del aforismo en el lecho de Procusto de los ciento cuarenta caracteres de Twitter. El libro, en consecuencia, es una colección de tuits dirigidos a despertar la reflexión del lector, a la manera de los pensamientos de, digamos, Nietzsche, Chamfort o Marco Aurelio. Bien. Los tuits filosóficos de Jarosinski resultan demasiado repulidos y simétricos para ser pensamientos genuinos y demasiado obvios y racionales para ser haikus poéticos. Tras ellos se advierta el propósito didáctico del profe que los ha tejido, lo cual vale como uno de esos ejercicios escolares que no guardan ninguna relación con la realidad que envuelve al alumno. Las redes sociales son artilugios en los que todos estamos enredados y que nadie sabe qué significan. En ellas se cierran negocios, se convocan manifestaciones, se sueltan exabruptos, se acuerdan citas, se difunden rumores y, en resumen, tienen memoria corta, mínima carga de información y una función ambigua, a la vez agitadora y aplaciente. Los tuits son las cerillas de los fumadores compulsivos de mensajes. Embutir un puñado de tuits en las páginas de un libro y pedir quince euros por el artefacto es una tomadura de pelo en la que no caerán los tuiteros, cuyo pensamiento más profundo puede resumirse en, Si tengo un móvil, ¿para qué quiero a Nietzsche, a Chamfort, a Marco Aurelio o a Jarosinski? El filósofo soy yo (106 caracteres, aún hay espacio para adornar un poco la chorrada). El libro se presenta como un manifiesto, un género literario fundacional de movimientos políticos o estéticos que reclama ser releído en el futuro para entender la historia a que da lugar. Pero nadie enciende una cerilla dos veces ni relee un tuit.