La opaca masa, más acomodaticia que inquieta, que es la militancia de un partido político, en este caso el socialista, ha respondido con un, haz o que quieras, chico, a la pregunta de su líder: ¿respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista? Un ochenta por ciento de voto afirmativo entre los votantes puede considerarse un éxito rotundo si se obvia el hecho de que la mitad de la militancia no se ha sentido concernida por la pregunta y ha pasado de acudir a las urnas. Un cincuenta por ciento de abstención ya sería notable en unas elecciones convencionales, así que, qué pensar teniendo en cuenta, a) que era la primera consulta en un partido sobre una competencia clave que venía siendo exclusiva del líder, b) que la base del censo son militantes, es decir, personas a las que se les supone un plus de compromiso con el procedimiento democrático, y c) que la respuesta orienta en una u otra dirección, presuntamente contradictorias, el rumbo del gobierno en los próximos años. Pero, aunque uno sea un camastrón incapaz de levantar el culo del sofá para ir a votar, ¿quién no desea un gobierno progresista y reformista, dicho así, en general? Los que han votado “no”  quizás lo han hecho contra ese concreto gobierno que apunta el pacto con Rivera y contra las medidas acordadas, aunque no lo sabemos, vista la naturaleza de la pregunta. Ni el ni el no aclaran nada. Este referéndum de partido, ni siquiera refrendario respecto al asunto consultado e indicativo solo de la encrucijada en la que se encuentra el pesoe, ha servido sin embargo para lo que fue convocado, refuerza a Sánchez frente a sus boyardos hostiles y recuerda a aquel otro referéndum de Felipe González sobre la OTAN, que tuvo un efecto devastador en la izquierda protestataria porque puso en evidencia su inanidad. El referéndum como prueba de autoridad del césar y como herramienta para que la población acate con su voto aquello que íntimamente rechaza. En nuestro país, que no es Suiza tampoco en este sentido, lo que el pueblo soberano vota en un referéndum es siempre lo mismo: no queremos líos, hagan lo que les parezca pero no nos mareen, después de todo, ¿qué va a cambiar? En el caso de la OTAN ya estábamos dentro y en el caso del gobierno de progreso, lo que quiera que signifique, estamos a una distancia inalcanzable. Populismo en estado puro, ahora que ser populista está tan mal visto. La dirigencia socialista se ha crecido tanto con el resultado de la consulta que desafían a los podemitas a que hagan lo mismo en relación con su rechazo al gobierno que intentan Sánchez y Rivera. Pero no creo que los podemitas necesiten recurrir a este artilugio porque, según nos informan machaconamente todos los días los opinantes más sesudos (consulten Google: medio millón de entradas), su populismo viene de fábrica.