Los gobiernos de Marruecos y España reabren una nueva venturosa etapa de convivencia y colaboración con la premisa de evitar cada uno lo que ofende a la otra parte. La primera lección de la diplomacia en cualquier caso es no mentar la soga en la casa del ahorcado, así que situar la advertencia en el frontispicio de un acuerdo es, o bien un énfasis innecesario o un propósito que ambas partes saben que no se mantendrá en el futuro y cualquier incidente puede alterar de nuevo. Cuesta creer que Marruecos vaya a renunciar a sus aspiraciones sobre Ceuta y Melilla y en cuanto al Sáhara occidental, es un contencioso que está en la jurisdicción de la onu, cuyas directrices ha seguido España hasta que, por razones de conveniencia, ha mudado su postura a favor de Rabat. Don Sánchez es un accidentalista con baraca y la nueva disposición de fuerzas en el estrecho de Gibraltar ha rebajado la presión migratoria sobre España y ha mejorado los intercambios comerciales entrambos países, lo  que no es poco ni despreciable. La nueva etapa de relaciones fue celebrada, incluso, con una hecatombe ritual de migrantes en la línea fronteriza de ambos países en Melilla.

La cuestión del Sáhara Occidental -una conquista a la brava de Marruecos-, sin embargo, permanece intacta. La prometida autonomía para el territorio es imposible de creer en un régimen autocrático. Rabat ni siquiera piensa en ello sino todo lo contrario. Un gesto de buena voluntad hubiera sido que, a raíz del cambio de postura española, Marruecos ofreciera al exhausto pueblo saharaui una tregua y un nuevo marco para la región en la que tuviera cabida, es decir, un proyecto de autonomía, pero, lejos de eso, la guerra sigue y Marruecos ha pedido a España que participe en su bando dentro del paquete de colaboración en materia de seguridad, en el que los saharauis aparecen en el mismo rango que los traficantes de personas y de drogas y los terroristas en el nuevo campo de operaciones del Sahel. ¿Afectará esta relación con Marruecos a la ayuda humanitaria y la sostenida solidaridad que los saharauis (muchos de los cuales portan carné de identidad español) encuentran en la Península?

La coreografía del encuentro fue típicamente post colonial, en la que el país presuntamente colonizador parece que tuviera alguna ofensa que reparar al país descolonizado. Vivimos tiempos prolijos en ofendidos y menoscabados y a occidente le ha tocado el papel de ofensor universal. El rey de Marruecos ofrece una cena de despedida a las delegaciones de ambos países que han participado en la conferencia, y que en la parte española incluye al presidente del gobierno, pero él mismo no acude porque está de vacaciones. Mohamed VI es un personaje que refuerza su carisma ausentándose de los hechos y quizá echa en falta las visitas rituales de su primo y homólogo don Juan Carlos, que también está de vacaciones perpetuas. En fin, dejemos el tema no vaya a ser que siguiendo este hilo argumental algún orate quiera repetir la conquista del peñasco de Perejil. La buena noticia de esta trama es que los dos países en liza son protectorados de Estados Unidos, lo que quiere significar que habrá contención en las relaciones, por la cuenta que nos trae a todos. Don Sánchez mudó la tradicional posición de España sobre el Sáhara después de que míster Trump reconociera la soberanía marroquí sobre este territorio; declaración que míster Biden no ha corregido. Donde hay patrón no manda marinero; eso también debe saberlo Mohamed VI.