Es sabido que las lágrimas son un arma de mujer que no siempre mueve a la compasión y a menudo despierta la complacencia. Así ocurría esta mañana en la mesa contigua de la terraza del café, en la que una pareja de varones añejos comentaban con una sonrisa de inocultable placer la noticia del día: urralburus, cerdanes, y la Chivite llorando. Los indígenas de la remota provincia subpireanica no necesitan que nadie les descifre este crucigrama porque lo llevan anclado en la memoria desde que eran jóvenes y se disponían a aceptar las promesas de la democracia.
Doña María Chivite es la presidenta socialista del gobierno regional y su llanto en una rueda de prensa traía causa de la noticia de la participación protagonista de su correligionario don Santos Cerdán en una trama de militantes de alto rango para obtener mordidas a costa de la concesión de obra pública. La actividad de don Cerdán, que había llegado a la cúpula del poder como secretario de organización del pesoe y muñidor de operaciones especiales del presidente don Sánchez, tiene un precedente, casi treinta años atrás, en don Gabriel Urralburu, a la sazón capitoste de los socialistas locales y primer presidente del gobierno regional recién instaurada la democracia, que terminó en el trullo. Misma región, mismo partido, mismos cargos, misma operativa, mismos resultados. Esta acumulación de coincidencias provocaba la hilaridad de nuestros vecinos de mesa esta mañana. Pero, ¿son coincidencias?
¿Cómo se explica que unos tipos de medio pelo, que vienen de las profundidades de aldeas ignotas, ya sea del bosque atlántico (Ezcároz) o la llanada mediterránea (Milagro), desarrollen ese instinto para sacar pasta de los agujeros negros de la economía? Ni siquiera pueden alegar que pertenecen a la plutocracia madrileña o barcelonesa. He aquí un patrón que intriga y a la vez divierte a la derecha y desconsuela a la izquierda, lágrimas de doña Chivite incluidas. Pero aún hay una pregunta más intrigante: ¿hay una relación simbiótica entre ser navarrico, socialista y corrupto? Aventuremos una respuesta recreativa.
Décadas atrás, un conspicuo político de la derecha local ilustró a este escribidor con su convicción de que el socialismo español y el nacionalismo vasco eran especímenes ajenos al suelo de la región. En una mezcla de argumentos históricos y naturalísticos, sostenía que los primeros habían llegado al viejo reyno [sic] por el Ebro y los segundos, por el Bidasoa. Las dos únicas fuerzas genuinas, propias de la tierra, en su autorizada opinión, era la derecha terrateniente y empresarial, que él mismo representaba, y lo que entonces era herri batasuna y hoy es bildu, es decir, el enésimo avatar del carlismo local. Era aquella una mirada decimonónica pero, por lo que se ha revelado después, pertinente.
El pesoe regional nunca ha demostrado robustez suficiente para tener autonomía política y tal vez este sentimiento de ser forastero, inmigrante, en el palacio de la diputación, lleva algunos emprendedores a buscar horizontes más amplios, para lo que necesitan fondos, y lo hacen con la determinación y la ceguera de creerse invisibles. Desde que este viejo tiene memoria, la presencia del partido socialista en el gobierno de la remota provincia ha parecido siempre una chiripa, que concluye en una aparatosa caída del trapecio. La derecha entre tanto empuja y predica que quien gobierna la provincia no es doña Chivite sino don Cerdán, así que ya está dicho todo. El mismo argumento que ya oímos cuando don Urralburu (entonces gobernaba don Felipe González, que ahora está a por uvas).
Si el presagio más sombrío (y probable) se produce, habrá habido tres presidentes socialistas en el gobierno de la remota provincia subpirenaica durante el periodo democrático y los tres apeados de la poltrona por efectos de la corrupción. La tercera, doña Chivite, no está imputada pero resulta difícil creer que no le alcanzará la onda expansiva de alguna manera. Una espesa capa de brea aplasta la credibilidad de este socialismo regional cuando alcanzan el cénit de su trayectoria. Estamos ante un patrón histórico tan firme e irrefutable como la rotación de los planetas. Veámoslo así, no como una tragedia que provoca el llanto sino como un fenómeno astronómico. No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien que se produzcan tal como se producen y serás más feliz, dice el estoico Epícteto al que ha citado en el café el amigo Quirón, hoy más tranquilo que de costumbre.