Nuestro amigo Quirón, que debe el nombre al centauro sabio que educaba al héroe Aquiles (nada que ver, pues, con la firma de sanidad privada con la que tiene business el novio de doña Ayuso), viene profetizando que don Feijóo llegará a la presidencia del gobierno desde que el político emergió de la plácida charca gallega para caracolear en el mar abierto de Madrid. El pronóstico es tan sombrío que pone enfermos a los discípulos que escuchamos las enseñanzas del maestro. Las observaciones de Quirón sobre el personaje son obsesivas e irrefutables y las evidencias externas no las desmienten. Las encuestas y los resultados electorales en otros países europeos, donde impera como aquí un vertiginoso equilibrio entre una derecha crecida y extrema y una izquierda tambaleante e indecisa, apuntan al posible éxito del pez de aguas fangosas.
Don Feijóo fue reconocido en el foro nacional por su desenvuelto y afectuoso veraneo en el yate de un narcotraficante, debidamente ilustrado en familiares imágenes de polaroid. En una circunstancia en que aún tuviéramos la cabeza sobre los hombros estas imágenes habrían clausurado la carrera política de cualquiera. Pero, ay, vivimos tiempos revueltos y el señalado salió del trance alegando que cuando veraneó con el narco, siendo él mismo un alto cargo del gobierno gallego, no sabía que lo fuera porque entonces no había internet. Es la primera de una interminable ringlera de respuestas elusivas cuando no fraudulentas -cargadas, eso sí, de determinación y resentimiento-, que vienen a constituir su programa político conocido. Podría decirse que es una pésima estrategia negar la evidencia si no hubiera que recordar una vez más que el significante y significado del lenguaje caminan escindidos y al albur de quien habla. No puede decirse que don Feijóo mienta mucho más que el promedio de la política pero no duda en alimentarse de las mentiras crecientemente desmesuradas y agresivas, proferidas por los habitantes de su entorno en el acuario.
La reciente comparecencia de la ministra y portavoz del gobierno, Pilar Alegría, en una comisión del senado es un ejemplo de esta actitud del futuro presidente del gobierno, según la afilada disección de Quirón. El origen de la comparecencia era un bulo difundido por el periódico de nuestro paisano don Inda sobre la participación de doña Alegría en una orgía en el parador de Teruel, que ha desatado un linchamiento nauseabundo a cargo de los activistas digitales de la coalición reaccionaria. Los/as senadores/as del pepé querían escabechar a la ministra aprovechando el furibundo clima creado entre sus filas, pero don Feijóo hizo algo más. Se entrevistó con el promotor del bulo, don Inda, y con la impasibilidad que atribuimos al rostro de un pez, le dijo que la noticia sobre lo que ocurría en los paradores la recibieron de la guardia civil y el periodista, molesto porque le arrebataran la titularidad de la noticia bomba, tuvo que aclararle que, hasta ahora, la guardia civil no ha dicho nada del asunto (quizás porque no hay asunto), a lo que don Feijóo replicó que al menos está en el sumario, y otra vez don Inda, el gran fabulador, tuvo que matizar, por ahora no está. A lo que don Feijóo zanjó: ¿no? Pues yo creía que sí.
Nuestro futuro presidente del gobierno es un pez rajiforme, del orden de las rayas, plano y alado, lo que le permite permanecer semienterrado y oculto en la arena del fondo marino mientras el acuario se alborota, pero es de la familia de los tiburones y posee un aguijón venenoso en la cola que activa en cuanto percibe que don Sánchez está debilitado y a tiro. Por ahora, la presa está resultando una anguila muy escurridiza, pero ya caerá. La ictiosfera de esta zona marina (a veces llamada la fachosfera) es muy rica en fauna y puede interpretarse como un cuento infantil de personajes zoomórficos. Don Feijóo comparte la primacía del arrecife con doña Ayuso, un tiburón hembra de tamaño medio, un marrajo ágil y rápido, resuelto a ganarse el respeto repartiendo dentelladas, y don Aznar, un auténtico tiburón blanco que provoca grandes oleajes en su navegación y alborota al cardumen del arrecife cuando enfila al objetivo. ¿Qué otro ejemplar del acuario habría podido movilizar contra la presa una coalición tan vasta y despiadada con una orden tan genérica y anodina como el que pueda hacer, que haga?
Hasta que llegue el desenlace de esta pugna en el cónclave partidario programado para julio, don Feijóo cuenta con dos escuderos de confianza en tareas de acoso y derribo a la presa: doña Gamarra y don Tellado, encargados del meritorio trabajo de acorralar a don Sánchez en cada sesión parlamentaria. En el delirio de este viejo, la primera es una lamprea en la que todos los rasgos de la cara se convierten en dientes cuando se dirige a la presa y el segundo parece un sargo cabezón (Chrysoblephus gibbiceps) cuya prominente frente es una licencia de la evolución no para albergar un gran cerebro sino para embestir. Y en este momento, el viejo despertó de su pesadilla y terminó la lección de ictiología.