Apenas se ha popularizado la llamada inteligencia artificial en su nivel más rudimentario y sus hacedores ya la han adiestrado para que cuente mentiras. La mentira es una experiencia ínsita en el lenguaje porque las palabras y su sintaxis están formateadas en marcos y estructuras que vienen dados en la ideología del hablante y los usos de la época, factores que forman un algoritmo complejo y en la mayoría de los casos imbatible. El objetivo de los hablantes y escribidores debe dirigirse a superar esos condicionantes dados para descubrir y revelar la verdad. En este objetivo radica el sentido y el valor de la comunicación humana.
Pero los profesores chiflados y sus creaciones sucedáneas de lo humano no aspiran a la verdad sino a su imitación. El golem está llamado a provocar la confusión y el crimen. Míster Elon Musk ha entrenado a la inteligencia artificial que fabrica su empresa para que, cualquiera que sea el servicio que se le pida, la respuesta se refiera al genocidio blanco de Sudáfrica, un bulo según el cual la minoría blanca de este país es objeto de una persecución a manos de la mayoría negra. Este cerebro artificial al que han bautizado con el apropiado, por intrigante, nombre de Grok conserva, al parecer, un adarme de decencia y confiesa a los usuarios que se me ha indicado que lo acepte como real.
El genocidio blanco de Sudáfrica es un trampantojo, convertido ya en doctrina oficial en Washington, que pretende algunos objetivos generales, como la distracción del genocidio real de Gaza, y otros particulares, como la reafirmación del propio Musk, sudafricano blanco, a la vera de Washington. El bulo es el falso colofón de una historia de racismo y discriminación cuyo origen data de 1913, cuando el parlamento sudafricano, formado por colonos blancos, aprobó una ley reguladora de la propiedad de la tierra por la que la población indígena, que constituía el 80 por ciento de la población del país, solo podía explotar el 7 por ciento de la tierra. Esta brutal expropiación a las comunidades nativas constituyó la base material del régimen de apartheid. Desde 1991 en que se derogó esta ley, los sucesivos gobiernos democráticos han llevado a cabo restituciones de tierras, si bien los descendientes de los colonos afrikaaners siguen siendo propietarios de la mitad de las tierras a pesar de constituir solo el 7,3 por ciento de la población. Esta pérdida de estatus, no obstante, les ha llevado a acariciar la idea de que son una minoría perseguida y con la demagógica colaboración de míster Trump y su cuate Musk y su inteligencia artificial, un reducido grupo de blancos sudafricanos ha sido acogido como refugiados en la seguridad del corazón del imperio.
La humanidad no se cansa de crear ingenios presuntamente destinados a aumentar las oportunidades para la felicidad, que de inmediato terminan reforzando la miseria y la indigencia moral que a todos afecta. Los usuarios de la inteligencia artificial deberán aprender a manejarla a la vez que detectan los falsos amigos que contiene y sortean sus mentiras. En fin, que estamos en el mismo punto en que el australopiteco sospechó que su gruñido podía servir para algo más que para gruñir mientras tallaba un guijarro.