Si se hicieran, y seguramente se hacen sin que sepamos los resultados, sondeos demoscópicos entre la población peninsular sobre el futuro de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, encontraríamos una increíble variedad de opiniones, de entre las que no sería minoritaria la de que pertenecen a Marruecos. En todo caso, sería difícil encontrar a quienes se mostraran dispuestos a conceder un ápice de su bienestar y seguridad para retener estas ciudades que no hace tanto se llamaban plazas de soberanía en la jerga franquista. La población es española, como la de Badajoz o Pamplona, digamos, pero, en la creencia del común, son españoles de lejos. Una cierta sospecha sobre su españolidad, como si fuera una usurpación, alienta en la mirada que les dedicamos. Probablemente, no estamos en un tiempo en el que puedan repetirse acontecimientos como la retirada de Annual, de la que en días pasados se recordó el centenario, o la guerra de independencia de Argelia, aunque el término pied-noir viene a la memoria cuando se habla de ceutíes y melillenses. En todo caso, cualquier responsable político que no sea un perfecto idiota sabe que trasladar al foro de estas ciudades el crispado debate de la capital es una provocación, tanto más si no se trata de un debate sino, a la manera voxiana, de una patada al tablero.
Así las cosas, la declaración de persona non grata a don Abascal, aprobada por la asamblea ceutí, es una medida pertinente y frecuente en los usos y costumbres de la política local, aunque solo sea gestual, sin efecto político ni jurídico alguno. Simplemente, es la expresión de un malestar y el señalamiento de quien lo ha provocado. El pepé gobierna la ciudad y su líder regional, don Juan Jesús Vivas, es la clase de político del que deberían estar orgullosos en su partido. Desde la reciente invasión de inmigrantes promovida por el gobierno marroquí ha tenido que manejar una situación de alto voltaje y, hasta donde se sabe, lo ha hecho con mesura y eficacia. Calentar la asamblea de la ciudad con consignas xenófobas, en el característico estilo voxiano, provocador y falaz, es una vileza. Lo menos que podía hacer el pepé local por mero instinto de supervivencia es lo que ha hecho, dejar que la declaración fuera aprobada y el testimonio mayoritario de la ciudad quedara explícito.
El líder ceutí ha recibido poco apoyo de los suyos. La floja y dubitativa organización que dirige don Casado se ha apresurado a arremeter contra la izquierda y a temblar durante un par de días ante el farol de don Abascal de retirarles el apoyo donde gobiernan gracias a sus votos, que es en todos los sitios donde gobiernan. En términos reales no ocurrirá nada, pero lo más grave es que el pepé tampoco aprenderá nada de su joint venture con esos tipos que van a los parlamentos con una lata de gasolina y un encendedor a mano, marcando el paso a toda la derecha.