Crónicas de agosto, 7

¿Dónde está don Sánchez? Algún asesor ha debido informarle de que en agosto el mundo da vueltas sin necesidad de que él lo impulse y ha buscado la sombra de un árbol para echar la siesta. En la huella de su admirado ancestro don González, ha ido a Doñana, el Buen Retiro de los presidentes socialistas, el lugar a donde dirigen la mirada los cotillas de la derecha para demostrar que la izquierda tiene gustos principescos y a la menor oportunidad se apodera de palacios y paisajes como los inmigrantes ilegales invaden las listas de espera de los hospitales. La derecha vigila el patrimonio público porque es el fondo de comercio de sus negocios privados mientras la izquierda lo ocupa en nombre del pueblo. Y ahí está don Sánchez, reclinado bajo un pino en cesárea quietud, arrullado por un concierto de cigarras. Y si don Sánchez duerme, su gobierno descansa. Nada se parece más a una familia patriarcal al antiguo modo que el gobierno de don Sánchez. El paterfamilias se deja ver en ocasiones solemnes, de la que no hay ninguna en la agenda de agosto, y entre tanto los curiosos pueden atisbar a través de las ventanas de la dacha al abuelo don Ábalos y a las diligentes mujeres -doña Celáa, doña Calvo, doña Montero – que se ocupan del orden doméstico y mantienen a raya con mano firme el intrusismo de periodistas y la maledicencia de la oposición.

Ni el atronador gemido de los náufragos del Mediterráneo ha conseguido alterar la augusta siesta del presidente. Mientras su homólogo italiano, don Salvini –el ministro de la policía que ejerce de jefe del gobierno-, apatrullaba en calzón de baño las atestadas playas de su país para detener la invasión de un centenar de moribundos (lo que podría ser el guión de una futura película de spaghetti-horror: Salvini contra los zombis marinos), convirtiéndose así en el héroe europeo del verano, ninguna señal brotaba de las marismillas de Doñana. Por fin, de la oscuridad del sueño ha surgido una voz: que los lleven a Algeciras. La orden ejecutiva ha reverberado en la luz de agosto y ha tenido el mismo destino fantasmal que la exhumación de la momia de Cuelgamuros: es impracticable porque el puerto ofrecido es demasiado lejano para las condiciones del barco, pero ha servido para agitar a la derecha, que este verano no duerme la siesta porque está muy ocupada en el reparto del botín (don Rivera dixit) y hay que estar avizor para que tus socios de la banda no te birlen la poltrona.

Y aquí termina el relato de una pesadilla de siesta estival, entre el balido de las cabras, el perfume del romero y el ronroneo del mar.