El común de los mortales somos analfabetos financieros, lo que ha llevado a los bancos a implantar una especie de reválida para que el cliente acredite que está lo bastante documentado sobre ciertas inversiones, que más parecen inmersiones en la fosa de las Marianas, a fin de que no pueda alegar que le han engañado, y reclamar en consecuencia el dinero invertido, en el probable caso de que salga de la operación con menos pasta que tenía cuando entró. La experiencia de capitalismo popular y democrático que fueron las preferentes ha escaldado a banqueros y ahorradores. Entonces se eligió a los ahorradores más vulnerables y desinformados con el deliberado propósito de engañarles sobre la realidad de la inversión, y así terminó la cosa. En un determinado punto que podemos situar en la ranura del cajero automático el dinero entra a o sale de una dimensión misteriosa en la que la pregunta no es a dónde va o de dónde viene, sino qué es el dinero. Es el paso de la física newtoniana, en el que la realidad tiene dimensiones medibles por procedimientos mecánicos y se rige por la ley de la gravedad, a la física cuántica en la que no sabemos si el gato de Schöredinger está vivo o muerto. En esa remota región de la realidad, el dinero de la hucha de barro o de la cuenta de ahorro convencional se convierte en criptomoneda, un término tan tranquilizador como agujero negro o materia oscura.
¿Qué es la criptomoneda? La wikipedia, habitualmente tan liviana y obvia en sus definiciones, resulta indescifrable en esta entrada. Aunque, ¿qué se podía esperar de un término que exhibe el prefijo cripto? He aquí lo que la wiki dice al respecto: En los sistemas de criptomonedas se garantiza la seguridad, integridad y equilibrio de sus estados de cuentas (contabilidad) por medio de un entramado de agentes (transferencia de archivo segmentada o transferencia de archivo multifuente) que se verifican (desconfían) mutuamente llamados mineros, que son, en su mayoría, público en general y protegen activamente la red (el entramado) al mantener una alta tasa de procesamiento de algoritmos con la finalidad de tener la oportunidad de recibir una pequeña propina, que se reparte de manera aleatoria. Sin ánimo de faltar a nadie, resulta evidente que el mismo autor de esta entrada no tiene ni idea de qué habla, quizás porque la materia de la definición es en sí inefable. Y no tranquiliza, o quizá sí, saber que el ministro de hacienda don Montoro comparte esta ignorancia generalizada sobre las andanzas e industrias de los bitcoins, petros, m-pesa y demás artilugios monetarios que circulan por la red. Entre los defraudadores de hacienda de toda la vida y las criptomonedas han convertido a don Montoro en un criptoministro, igual que don Puigdemont aspira a ser criptopresident de Cataluña.