Los vecinos de Dublín celebran hoy, dieciséis de junio, el Bloomsday, el día en que se desarrolla, en el año 1904, la acción de la novela Ulises de su compatriota universal, James Joyce.  Me lo recuerda mi amigo Javier López de Munáin, el más ferviente joyceano que conozco por estos lares. En esta fecha, los dublineses forman comparsas ataviados a la usanza de principios del siglo pasado y recorren las calles y rincones de la ciudad siguiendo los pasos del extraviado Leopold Bloom, el protagonista de la novela, navegante de su ciudad, que se encuentra con unos y con otros, hace compras, gestiona negocios, comparte barra de bar y otros establecimientos públicos con sus paisanos y todos hablan, gesticulan y deliberan incansablemente como peces en un océano de palabras. Ulises es una historia particularmente indicada para los jubilados que aún conserven erectas sus facultades lectoras, por dos o tres razones, y no solo porque era una de las lecturas acreditadas de Marilyn Monroe. En primer término, porque la actividad ambulatoria del protagonista de la novela encuentra analogías con las propias del lector de clases pasivas. Bloom es un urbanita en la mitad de su vida –una creencia que compartimos los jubilados respecto a nosotros mismos- del que no se sabe si trabaja o está desempleado, si tiene o no familia, si es de aquí o de fuera, si va o si viene, y para saberlo hay que entregarse al cotilleo febril de las páginas de la novela, como en la vida misma. El segundo argumento que abona la recomendación de la lectura es que se trata de un librote de mil páginas y de prosa a la vez grácil y prolija, lo que exige tiempo, paciencia y la provisión de una lupa, sea real o figurada y mejor si es las dos cosas, para su disfrute. Todos recursos al alcance de un jubilado medio. Y por último, Ulises es el más logrado intento literario de atrapar el tiempo,  no de contarlo, ni de evocarlo, ni de sugerirlo, sino de atraparlo como a una mariposa  en la red, la cual  exhibe ante nuestros ojos, durante un instante, toda la plenitud de la existencia antes de formar parte de la inerte colección del entomólogo. La acción de la novela discurre en una jornada cualquiera, hoy mismo, a través de un solo personaje que se entretiene con diversos otros en actividades triviales y ocurrencias pasajeras y cuando termina -la novela y la jornada-, todo ha terminado. Bloom es cada uno de nosotros y mientras tecleo estas palabras que se desvanecerán en breve en el limbo de la red estoy celebrando el Bloomsday.

P.S. En la imagen, la librería Shakespeare and Company de París, cuya propietaria Sylvia Beach se atrevió a editar por primera vez Ulises. Honor y gloria a los buenos libreros como la señora Beach y mi amigo Javier López de Munáin.