Llegará un día en que habremos de recurrir a glosarios especializados para entender el origen del término pegada de carteles, del mismo modo que recurrimos a un diccionario taurino, náutico, militar o agrícola, para descifrar el origen de términos que utilizamos en el lenguaje figurado corriente, ya desgajados de su sentido prístino. Por ahora, que yo sepa, pegar o pegada de carteles tiene un solo significado literal, aunque en la jerga de los partidos alude a un festejo especial: el descubrimiento de la propaganda mural en las primeras horas de la campaña electoral, a la que este acto da un carácter inaugural. La pegada de carteles fue un recurso necesario en una sociedad que quería ser democrática y era pretecnológica y esencialmente consiste en imágenes chillonas, mensajes obvios e insignificantes, papel vasto y abundante, y engrudo en todas las paredes y muros, que, en la medida que son los rostros de la ciudad, parecía destinado a amordazar a la plaza pública. Mucha basura y poca significación. La democracia era una forma de agitación a plazo fijo sin que nadie supiera con exactitud qué significaba. La pegada de carteles era el aporreo del pecho del gorila o la berrea del ciervo en un ecosistema en el que todos sabíamos lo que había que saber: quién era el macho alfa, quién su rebaño, quién el enemigo y qué estaba en juego, así que los carteles no servían para abrir mentes o ilustrar conductas sino para lo contrario. El progreso empieza por reducir esta acción cruda, masiva, invasiva, a una mera evocación, del mismo modo que la misa es una evocación del canibalismo. La pegada de carteles ha quedado reducida en gran medida a un solo cartel sobre una superficie practicable ante decenas de cámaras de televisión que difunden urbi et orbi el advenimiento de la fiesta de la democracia, término cursi e interesado donde los haya. Este adelgazamiento de la materia grasa del acto y su traslado a un plano referencial es el principio de que el término que lo designa se convierta en un término figurado. Lo que no sabemos es a qué acción o circunstancia podría aplicarse. Sin duda a una acción reiterativa y molesta como las que designan las expresiones dar la chapa o dar la brasa, con el agravante de que el engrudo le daría propiamente una connotación pegajosa, tenaz, aflictiva. Imagínense los efectos que ha tenido la fiesta inaugurada con una inocua pegada de carteles de Rajoy et alii hace cuatro años. Deja de pegarme carteles en la chepa podría ser una alocución que viniera a significar: deja de querer engañarme, deja de creerte más listo que yo, deja de hacer tu carrera sobre mis riñones, y otras expresiones sinónimas. Sería un tiempo con menos carteles y más democracia.
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