En esta remota provincia subpirenaica donde paso mis días tenemos una saga familiar merecidamente famosa, que está a la espera de un distraído novelista que relate sus andanzas. El abuelo fue un condotiero carlista, activo conspirador militar y aventajado combatiente contra la república; el hijo fue un controvertido presidente del gobierno provincial  y político de interminable data, y el nieto, de oficio desconocido, ha terminado emparentado con la rama plebeya y adventicia de la familia real por matrimonio con la hermana de su majestad la reina. Lo más atractivo de esta saga de aroma decimonónico no es solo lo que ilustra sobre el ascenso social de una cierta clase media en esta concreta circunstancia histórica sino que todos sus miembros imantan de manera irresitible la afición popular a las leyendas. Del abuelo se ha dicho que participó en los desmanes que los facciosos cometieron contra los republicanos durante la sublevación del treinta y seis; el hijo se vio envuelto en un par de asuntos de corrupción, y del nieto han insinuado los pliegos de cordel de la prensa rosa su afección por la reina antes de ser el marido de su hermana. Nada de esto è vero, claro está, ni siquiera è ben trovato, y allá le vaya a quien intente decir lo contrario porque si algún rasgo caracteriza a los que llevan el apellido es su resolución y tenacidad en la prosecución de sus objetivos, que no solo comprenden acciones provechosas para sí mismos sino una ingente producción intelectual para enmarcarlas y justificarlas. En este sentido, el abuelo fue un prolífico historiador y divulgador cultural; el hijo, un jurisconsulto incansable, y quién sabe si el nieto no terminará siendo una autoridad en el conocimiento de la clase ociosa (como Thorstein Veblen). El tenso arco de un ciclo histórico: el abuelo, guerrero; el padre, letrado; el nieto, simplemente famoso. Ahora que la historia parece que da un giro, la familia está dedicada a la defensa de su honor. En el último episodio de este quehacer, el hijo ha demandado por vía judicial a un artista local, autor de unas estampas solanescas sobre la sublevación franquista (en la imagen), para que retire su obra, pida perdón y así restaure el honor del abuelo, y antes el nieto se enfrentó airadamente a la presidenta del gobierno regional porque había retirado la escolta y el vehículo oficial a su padre. Lo cierto es que los lienzos del artista demandado ilustran acontecimientos históricos probados y la retirada de la escolta y del vehículo oficial a un ciudadano privado se hizo por criterios de austeridad del gasto público en ausencia de riesgo o necesidad que los justifique. Pero, eso sí, ensombrecen irreparablemente la leyenda familiar. Hay una poderosa razón que me lleva a rechazar el anhelo de que esta provincia sea alguna vez un reino independiente, como postulan no pocos paisanos del entorno, y es que tengo la seguridad de que, en esa tesitura, un miembro de esta dinastía será el pretendiente al trono, o a la presidencia de la república, si conviene.