Mi vecina Isabel tiene una jauría de perrillos domésticos, diminutos, agitados y peludos, que forman una alfombra viviente alrededor de sus tobillos cuando los pasea en el parque. Isabel cuida a sus mascotas como lo que son, la única familia de la que se puede fiar, pero, sencillamente, constituyen una familia inmanejable, extenuante para la edad que ya tiene su dueña. La moda de las mascotas caninas en la ciudad privilegia a razas de pequeño tamaño de las que los propietarios tienen un único ejemplar por razones logísticas obvias. Hasta las mascotas más entrañables y dóciles pueden convertirse en una pesadilla si forman un grupo compacto y numeroso; en ese momento, su lugar está en una granja especializada, lo más cerca posible de la campiña y lo más lejos del menaje de casa. Nuestros políticos también suelen ser ejemplares de pequeño tamaño pero las listas cerradas y bloqueadas a que obliga el sistema electoral los convierte en una amenaza que se hace realidad cuando se asilvestran en el ejercicio del poder. Jaurías, manadas o como quiera decirse que cometen toda clase de desmanes con el patrimonio público y luego no hay manera de saber quién es el responsable porque todos nos miran con la misma jeta entre desafiante y taimada que encontramos en los lobos. A ver, ¿quién ha sido el que se ha zampado el cordero? Aaauuu, responden levantando los ojos a la luna. Sin contar con que todavía y durante todo el interminable tiempo que dura la instrucción sumarial son solo presuntos lobos. La consigna compartida por los artífices de la Transición fue conservar un gobierno fuerte, lo que exigía partidos cerrados, disciplinados, mezcla de organización leninista y familia mafiosa, y en esas estamos, como mi vecina Isabel, flotando sobre una inestable alfombra de animalillos gorrones, en el mejor de los casos, o meramente predadores, en el peor. La corrupción no se resolverá hasta que no cambie el sistema electoral y en consecuencia el funcionamiento de los partidos. La mala noticia es que estos no quieren cambiar el sistema porque el actual les resulta cómodo y provechoso en grado superlativo. Un sistema electoral mayoritario, de candidatos unipersonales en distritos pequeños y de censo homogéneo, como el que opera en el Reino Unido, acabaría con la corrupción y con la más british de nuestros políticos, Esperanza Aguirre, la hembra alfa de nuestra particular jauría. Los ingleses distinguen entre las mascotas y los políticos. Las primeras no invaden los jardines públicos y los segundos no te roban la cartera. Aquí esta distinción resulta inimaginable y está entre las proverbiales dificultades que tenemos para aprender inglés. Hasta Aguirre se traba cuando tiene que conjugar este verbo.
Entradas recientes
Comentarios recientes
- Rodergas en Perdona a tu pueblo, señor
- ManuelBear en ¿A la tercera irá la vencida?
- Rodergas en ¿A la tercera irá la vencida?
- ManuelBear en ¿A la tercera irá la vencida?
- Rodergas en ¿A la tercera irá la vencida?
Archivos
Etiquetas
Alberto Nuñez Feijóo
Albert Rivera
Boris Johnson
Brexit
Carles Puigdemont
Cataluña
Cayetana Álvarez de Toledo
Ciudadanos
conflicto palestino-israelí
coronavirus
corrupción
Cristina Cifuentes
Donald Trump
elecciones en Madrid
elecciones generales 2019
elecciones generales 2023
elección del consejo del poder judicial
Exhumación de los restos de Franco
Felipe González
Felipe VI de Borbón
feminismo
Gobierno de Pedro Sánchez
guerra en Gaza
independencia de Cataluña
Inés Arrimadas
Irene Montero
Isabel Díaz Ayuso
Joe Biden
José María Aznar
juan Carlos I de Borbón
Mariano Rajoy
Pablo Casado
Pablo Iglesias
Partido Popular
Pedro Sánchez
poder judicial
Quim Torra
referéndum independentista en Cataluña
Santiago Abascal
Ucrania
Unidas Podemos
Unión Europea
Vladimir Putin
Vox
Yolanda Díaz