Es intrigante la falta de atención que los partidos emergentes dedican a la corrupción, la serpiente al pie del árbol del paraíso. Los ciudadanos, empeñados en trenzar alianzas que consigan la cuadratura del círculo, y los podemitas, enfrascados en construir un demos alternativo a partir de la llamada gente común, ambos soslayan en sus discursos y en sus prácticas la cuestión de la corrupción que, sin embargo, es un factor clave para entender los cambios en la actitud del electorado de los que esperan beneficiarse. Es como si podemos y ciudadanos, desde posiciones enfrentadas en el prisma político, fueran víctimas del mismo espejismo que hace que la corrupción, llegados a la poltrona, resulte invisible. Un espejismo que comparten las clases altas y bajas de la sociedad; los primeros porque la han practicado siempre y los segundos porque no han tenido ocasión de practicarla nunca. Diríase que el rechazo a la corrupción es un prejuicio de la moral de clase media, que, como todos sabemos, está al borde de la extinción. Sin embargo, el barro ya ha alcanzado a los emergentes en los niveles de poder que ocupan, municipal y autonómico. Todavía en muy pequeña medida, pero que demuestra lo inermes que están ante la plaga y por ende lo vulnerables que son a la ofensiva mediática de la derecha en el poder, esta sí, enfangada hasta las cejas. Una edil del grupo municipal de mi pueblo, afín a podemos, votó a favor de la adjudicación de un servicio a una empresa representada por su hermana. La debida ausencia de la concejala en la votación, como prescribe pudorosamente la ley, no hubiera cambiado la resolución municipal, porque en estos negocios las habas están contadas, pero la edil mintió sobre su participación, primero, e intentó banalizarla, después, lo que puso en evidencia su falta de talla política y dio lugar a un jubiloso redoble de tambores entre sus adversarios. Sus compañeros y coaligados, que han defendido de oficio a la concejala, han alegado su bisoñez en el ejercicio del cargo. Bisoñez es un término análogo al adanismo que pregonan los partidos del establecimiento para descalificar a los levantiscos, que amenazan con quitarles el pan del morral. En el mismo pueblo de la concejala y casi el mismo día, el presidente del gobierno en funciones y en campaña nos visitó para afirmar que “no son tiempos para amateurs ni para venir al gobierno a aprender”, un mensaje que, contextualizado históricamente, quiere decir: finge que eres puro y que vas a combatir la corrupción, como hizo Aznar con González, y, cuando llegues al poder, ya te pondrás hasta las trancas. En la falta de atención a estas consejas de la senectud se advierte que los jóvenes emergentes son, en efecto, bisoños.
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