Así es, si hemos de creer el compartido y simultáneo vaticinio de los portavoces del pepé y ciudadanos. Vuelven, pues, los buenos viejos tiempos con su consabida carga de miedo y cólera. La profecía cuadra al gracejo tabernario de Hernando, pero ¿no tiene un argumento más depurado y primaveral el aclamado Rivera, campeón de debates en la universidad, joven alevín del Ibex35 y estrella política del pasado invierno?  El comunismo se derrumbó, para siempre, en 1989, pero no hay ruinas en las que no crezca nueva vegetación si se dan las condiciones climáticas necesarias. Al desplome del imperio soviético, el académico Francis Fukuyama predicó la sandia teoría del fin de la historia, entiéndase en el sentido hegeliano, es decir, como progreso derivado de la dialéctica entre contrarios, o, para decirlo vulgarmente, el capitalismo se quedó sin adversario y dejó de progresar socialmente para expandirse geográficamente. El principal beneficiario de este proceso, tan victoriano, fue la oligarquía financiera y el principal damnificado, la socialdemocracia. El proceso  de depredación doméstica y colonización exterior ha durado más o menos un cuarto de siglo pero parece que ha llegado a un punto de inflexión, como decimos los pedantes. Los imperios ex comunistas, Rusia y China, se vacunaron con dosis masivas de capitalismo de estado (el comunismo nunca fue otra cosa) y ahora enseñan los dientes, incluso militarmente, al occidente liberal, que naufraga sobre una ciénaga de desempleados, desahuciados, estafados por los bancos y inmigrantes indeseados. Las señales están por todas partes, a la vista con solo enchufar el telediario. La capital del capital va a elegir como presidente de la república a un gorila rubio, de nombre baza triunfadora en los naipes, ahíto de dinero y postulante de muros, deportaciones y garrotazos a los morenos.  Lo que aquí llamamos fina y cautelosamente desafección de la política no es más que el resultado de la polarización del sistema socioeconómico que ha dividido a la sociedad entre los que tienen cuentas en Suiza y Panamá y los horteras, como explicó desenfadadamente Mario Conde en una entrevista de televisión cuando era un adulado ex convicto. Los horteras han empezado a organizarse políticamente y los chistes del ex banquero plurirreincidente han dejado de ser  graciosos. Por eso vuelven los comunistas.