Con su acreditado instinto para satisfacer las necesidades sentimentales del público que va al cine armado de un cajón de palomitas, Steven Spielberg redujo el desembarco de Normandía a la operación de rescate de un recluta al que una patrulla de infantes de marina debe apartar del fuego enemigo para llevarlo a casa. Las razones para salvar al soldado Ryan son impecables y de altísimo voltaje moral pero el argumento es una sandez absoluta. La película, sin embargo, está en el cuadro de honor del cine bélico porque contiene dos secuencias de sendas batallas, al principio y al final de la historia, insuperables, sobre todo la primera; quizás las mejores escenas de guerra jamás rodadas para la ficción. Spielberg era consciente de que necesitaba alcanzar la excelencia en la obertura y en el desenlace de la película, con la puesta en escena de todos los recursos disponibles y de su mucho ingenio cinematográfico porque lo que justifica su historia es la gesta de Normandía y no las tribulaciones familiares de un recluta en medio de la mortandad de sus compañeros. Es obvio que Spielberg no está en el equipo de estrategia del pesoe. El desembarco en las playas tendrá lugar el veintiséis de junio y la mariscala de campo ya ha dado la consigna a las tropas: ganar. Pero, en la primera reunión del estado mayor después de la primera escaramuza y la primera derrota, lo que parece preocupar a los comandantes es cómo salvar al soldado Madina llevándole a la seguridad de un escaño. Del desempleo, el déficit, los recortes en educación y sanidad y demás tópicos ya se ocupará el departamento de peluquería y maquillaje. En el pasado trance, el militante Madina quedó fuera de juego porque el jefe de operaciones lo sustituyó por una parlamentaria cuyo único mérito conocido era haber sido un flagelo del partido cuando vestía otro uniforme. Se ve que en aquel momento el jefe iba sobrado y necesitaba de una dominatrix externa, pero ahora la dama se va a su casa, no sabemos si despedida o solo despechada (los políticos no dan razón de sus acciones públicas, así que no hay que esperar que las den de las que son privadas), y lo prioritario es que Madina esté en un puesto de salir, como se dice en la jerga partidaria. Es posible que en el ánimo de sus valedores Eduardo Madina deba convertirse en una tachuela en el zapato de Pedro Sánchez, pero este chico es algo más que el aparatchik que es. Es un héroe, una víctima del terrorismo, así lo ve mucha gente y ciertamente no se puede bromear sobre eso, del mismo modo que John McCain era un heroico ex prisionero de guerra, si bien lo que es un honor civil o militar no se convierte necesariamente en competencia política ni en garantía de victoria en las urnas, aptitudes de las que nuestro héroe no ha dado ninguna muestra visible. Eisenhower llegó a presidente de los Estados Unidos, pero fue después de ganar la batalla de Normandía y derrotar a los nazis en Europa. Lo del soldado Ryan vino mucho después, y es una historia de ficción. ¡Pero es tan conmovedora!
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