El escritor argelino Kamel Daoud ha urdido una intrigante y garbosa novela que discurre por el lado oscuro de otra ficción infinitamente más famosa: El extranjero, de Albert Camus. El título de la obra de Daoud es explícito: Meursault, caso revisado. En la obra de Camus, Meursault, su protagonista, asesina a tiros a un árabe en la playa de Argel bajo el aplastante sol del mediodía. Este suceso se sitúa en el centro de una trama que es en realidad una crónica moral y una indagación sobre la condición humana, además de un manifiesto existencialista, como se reconoció entonces. Pero la víctima de Meursault, aludida en varias páginas del libro, pues no en vano el juicio y condena por su asesinato constituye el clímax de la novela, no tiene nombre; es solo un árabe. Este detalle, acaso imperceptible para los lectores cuando Camus escribió la novela, tuvo una deriva política de extraordinaria importancia y se ha agrandado hasta convertirse en una clave interpretativa de la novela en la actualidad. Camus, por tantas razones un moralista admirable, se opuso a la independencia de Argelia en nombre de los colonos pobres franceses como el protagonista de su novela y él mismo, que consideraban esa tierra suya sin dejar de ser franceses. La historia decía otra cosa y el desdeñoso anonimato de la víctima de Meursault era la prueba, de manera que la posición política de Camus fue rebasada por los hechos y él mismo quedó aislado en este trance. La peripecia de Meursault dejó de ser un avatar existencialista para convertirse en un síntoma histórico. Argelia fue un país paradigmático de los procesos de liberación nacional de los años cincuenta del pasado siglo, por la dureza de su lucha y por el rigor de sus planteamientos políticos, y fue un espejo en el que se proyectó la esperanza de las naciones emergentes. Luego, ha pasado mucha agua bajo los puentes de la historia. El relato de Kamel Daoud otorga a la víctima de Meusault una identidad -le llama Moussa– y una historia. El narrador es el joven hermano de Moussa, que inicia su relato con una airada vindicación de éste y de su gente frente a Meursault y lo que significaba bajo el dominio francés, pero, a medida que el relato, más bien una perorata, se adensa y penetra en el periodo posterior a la independencia, el narrador descubre las contradicciones de la revolución argelina, la desafección de sus gentes, la frustración de las expectativas de una vida más digna, la pervivencia de las duras estructuras sociales dominadas por el patriarcado, la religión y el arcaísmo de las costumbres, y el lector tiene la impresión de que asiste al testimonio de un nuevo Meursault: pobre, joven y desarraigado, como el de la novela de Camus, que, para cerrar el círculo de las semejanzas, también ha asesinado a un colono francés sin motivo alguno. La enmienda de Daoud al mundo de Camus termina en homenaje, y el ajuste de cuentas con el pasado colonial en reconocimiento de una identidad compartida.
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