Si alguien sabe qué gobierno necesita y conviene a España, es el establishment, palabreja que identifica en este caso al consorcio de intereses del capital financiero, los operadores de los mercados, las élites beneficiarias de las puertas giratorias, las difusas y autoproclamadas clases medias y las instituciones europeas que nos dirigen sin el plebeyuno recurso a las urnas y que no cesan de mandarnos mensajes por los canales informales habituales: los vaivenes de la prima de riesgo, los editoriales de la prensa llamada independiente y la portavocía de sus innumerables agentes que raro es el día que no te salpican con alguna opinión al respecto. Este conglomerado quiere para su bienamado país, que casualmente también es el nuestro, un gobierno rápido y estable, es decir, la realización institucional del sueño de, digamos, un especulador inmobiliario: rapidez para dar un pelotazo y estabilidad para gozar largamente de sus frutos. Este deseo de la élites lo comparte, al parecer, el pueblo llano, si hemos de creer al diario de referencia. La única fórmula política que puede satisfacer en términos aritméticos y de neutralidad política este anhelo es un acuerdo o coalición del pepé y del pesoe que alumbre un gobierno de técnicos, preferiblemente dirigido por un técnico. La tecnocracia es el sustituto de la política cuando ésta se vuelve disfuncional respecto a los intereses dominantes, y se aplica tanto en dictaduras como en democracias. No altera el sistema, (como recordamos los más viejos con los tecnócratas del opus dei en los gobiernos de Franco), simplemente lo redirige en la dirección requerida con (presunta) mayor eficiencia que la que pueden imprimir los políticos al uso. La fórmula es una especie de golpe de estado indoloro y transitorio que neutraliza a los partidos políticos y que ya se experimentó en Italia con la entronización de Mario Monti en 2011. Aquí, esta fórmula no podría calcarse porque necesita de la intervención activa de la primera magistratura del estado y el rey carece de las atribuciones y de la autoridad del presidente de la república italiana, como se ha visto en la media verónica que Rajoy le ha pasado por la cara. De modo que, para llevar a cabo el intento, es preciso promoverlo desde la base, lo que quiere decir que se necesita que la convicción arraigue en los partidos que habrían de firmar el acuerdo, en contra de su propia cultura partidaria y de las estrategias de sus líderes. Estamos hablando de los idus de marzo. El proceso requiere dos pasos. Primero, la eliminación de los líderes. En el pesoe, ya se adivinan los brutos, casios, susanas y gonzálezes, puñal en mano, dispuestos a empujar a Sánchez escalinatas abajo del teatro de Pompeyo de la calle Ferraz. En el pepé, la situación es más incierta; si hay alguna conspiración contra Rajoy, aún no es visible, menos por falta de ganas que por las lealtades que otorga el ejercicio del poder, aunque sea en funciones. Sánchez pagaría por imprudente y Rajoy, por cansino, y ambos porque no hay otra manera de neutralizar a los partidos que representan. El segundo paso es al menos tan complicado como el primero. Pepé y pesoe tendrían que dejar a un lado, no solo a sus líderes orgánicos sino su cultura política. Ambos partidos son maquinarias pesadas, anquilosadas por la endogamia y la rutina, que han hecho de la alternancia un cómodo y productivo modus vivendi; sus estructuras son jerarquizadas, carecen de cultura del diálogo y se comportan como conseguidores de sus inextricables redes clientelares, y, bajo la retórica compartida de presentarse como partidos centrados, acogen en su esfera de influencia sendas masas de votos de derecha e izquierda netas que podrían deslizarse hacia los partidos emergentes, presentes o futuros. Todo organismo busca la supervivencia en la repetición de las rutinas que le han dado vida y, en consecuencia, los primeros tanteos de Rajoy y Sánchez no pretenden tanto el pacto, y menos la coalición, con sus hipotéticos socios cuanto su abstención para la investidura. Entretanto, alientan la quimera de que sus respectivos proyectos son posibles y que su liderazgo está a salvo. Los idus de marzo son a mediados de ese mes. Queda tiempo.