Los viejos no debiéramos leer la prensa, por prescripción facultativa. Algunos lo hacemos para seguir creyendo que estamos en la pomada, pero es una fantasía, y tanto peor si no lo es. Leo que ha fallecido el cineasta Ettore Scola al que debo una de mis experiencias tempranas del fin del mundo. Fue en el quicio del milenio, hace pues unos quince años. Veía su película La cena, tan refinada, tan noble, y era el único espectador en la sala de los multicines Príncipe de Viana, que también han desaparecido, devorados por la especulación inmobiliaria. Allí estaba yo, solo, con las luminosas sombras que me habían acompañado en algunos de los momentos más felices de mi vida: Fanny Ardant, Vittorio Gassman, Stefania Sandrelli, a punto de despedirnos para siempre. Hace unos días supimos también del fallecimiento de Franco Citti, el joven macarra de las películas de Pasolini, que nos mostró la áspera poesía del arrabal en el que nos habíamos criado, antes de que terminara como sicario de Don Corleone. Ayer parloteaba en la tele Rita Barberá, la ex alcaldesa fallera, enjoyada, peripuesta, arrogante, zafia, como una Saraghina de Fellini que hubiera perdido la inocencia y la ternura por un bolso louisvuitton. Vivimos en la secuela de aquel irrepetible cine italiano, lo mejor de la cultura europea desde el final de la segunda guerra mundial, devastado por el tsunami de fango del berlusconismo, que nos alcanzó a todos y del que aún no hemos sacado la cabeza. Quién sabe si no terminaremos remontando la corriente hasta los orígenes y llegaremos al neorrealismo. Roma, città aperta o Germania, anno zero, digamos. Historias sin recursos de gentes sin recursos: colas para la sopa boba, ahora llamada banco de alimentos, trabajo escaso y precario, familias desahuciadas, indigencia energética, alambradas para los refugiados. De momento, parecen darse las precondiciones. El fascismo, o su secuela, ya es la primera fuerza en Francia y está en el gobierno en Polonia, donde ha decidido entrar en acción contra la Europa de los ciclistas y los maricones. Ladri di biciclette, Una giornata particolare, son películas que los viejos ya hemos visto.