La señora Ramona Pedretti es, al parecer, un personaje muy popular entre los diplomáticos y delegados que pululan por los despachos y pasillos de las Naciones Unidas. La razón es que esta respetable letrada, funcionaria del tribunal supremo de Suiza, ha escrito un libro ¿de autoayuda? para dictadores y tiranos abocados a la hipotética circunstancia de que sus crímenes les lleven ante un tribunal extranjero que pretenda juzgarlos por las leyes internacionales, como le ocurrió a Augusto Pinochet, detenido en Londres por orden del juez español Baltasar Garzón. En 2015, la tesis doctoral de la señora Pedretti, titulada sin equívocos Inmunidad de jefes de Estado y funcionarios públicos ante crímenes internacionales, fue el título más frecuentado en la biblioteca Dag Hammarskjöld de la sede de la ONU en Nueva York. ¿Cuál fue nuestro libro más popular el año pasado?, preguntó jovialmente esta venerable institución en su cuenta de Twitter, y se respondió a sí misma en el tuit siguiente, es un estudio académico sobre las leyes de la inmunidad. El operador de Twitter debía ser un bibliotecario que intentaba aliviar el desamparo de su trabajo agitando las redes sociales. Lo consiguió durante unas horas, el tiempo que dura una borrasca en la red. Una web amplió la información y sacó sus propias conclusiones: “Para ser claros, la ONU está plagada de delegados que representan tenebrosas dictaduras y en 2015 el libro más veces solicitado en la biblioteca fue sobre cómo quedar inmune de la persecución por crímenes de guerra. Eso no parece buena cosa”. Bien, ya nos hemos divertido bastante porque resulta que las consultas al libro de la señora Pedretti son pasmosamente escasas. El libro fue registrado como novedad en la biblioteca en julio y hasta final de año había sido tomado a préstamo dos veces y consultado en la misma biblioteca, cuatro. Seis consultas en total, lo que parece indicar que los delegados de la ONU leen poquísimo o que, dado el contenido del volumen, nadie quiere ponerse en evidencia ante la bibliotecaria y se lo pasan unos a otros en fotocopias clandestinas. Lo primero es más plausible. ¿Para qué iba a enfrascarse el embajador de una dictadura en una tesis doctoral con la de planes alternativos que puede encontrar en Nueva York con dinero y pasaporte diplomático? Hay en esta noticia una conmovedora superstición libresca. La creencia de que un criminal necesita un libro para escapar a su destino, cuando lo que necesita son amigos, armas y dinero, y no los va a encontrar en una biblioteca. Lo cierto es que, según la corresponsal de Reuters en la ONU, Michelle Nichols, que ha investigado este asunto, el libro más popular fue el año pasado en la ONU Yo soy Malala, de Malala Yousafzai, la estudiante pakistaní a la que le fue otorgado el premio Nobel de la Paz por su activismo a favor de la educación de las niñas. Ese sí es un libro edificante, cuya lectura otorga respetabilidad a un dictador y que, aunque no lo lea, puede llevarlo con orgullo bajo el sobaco y manifestar su magnificencia regalándolo a amigos y enemigos.
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