La corrupción flota en la política, impalpable pero cierta, como el krill que alimenta a las ballenas en el océano. Por eso, nuestro sabio presidente del gobierno (en funciones para largo) no ha hecho nada por impedirla. Rajoy es profesional del oficio más estático del mundo: registrador de la propiedad, en el doble sentido del término propiedad, como dominio y como cualidad de la cosa. El krill es propiedad de las ballenas y, ni se puede acabar con el krill del océano ni se puede perseguir a las ballenas, que son una especie protegida. Así que los grandes depredadores siguen navegando entre nosotros sin que la marinería de este atribulado Pequod en el que viajamos, quién sabe a dónde, pueda hacer otra cosa que gritar cuando avista a un corrupto: ¡Por ahí resopla! Entonces, el depredador adopta una estrategia defensiva y, si no puede sumergirse lo suficiente en una maraña de empresas tapadera en paraísos fiscales porque ya le ha alcanzado el arpón de un fiscal anticorrupción, busca refugio en una bahía segura. Por ejemplo, en el Congreso de los Diputados. Es lo que ha hecho un tipo de maneras atildadas conocido como Pedro Gómez de la Serna, diputado por Segovia, al que los votantes han hecho merced de conservarle el escaño. Los votantes del pepé (y del pesoe, para ser justos) practican un activismo ecologista con ciertas especies depredadoras y no les faltan razones, ¿acaso otros no defienden al lobo o al toro de lidia con menos argumentos? Al depredador (legal, por supuesto) le ha faltado tiempo para aprovechar la oportunidad y se ha presentado a recoger su acta de diputado que lo convierte en aforado, que no es lo mismo que inmune o impune pero se le parece bastante. El problema es que una ballena es muy ostentosa en un cardumen de sardinas, que es en lo que quiere convertirse el grupo popular para pasar desapercibido ante la moda de austeridad gritona que han traído los amenazantes emergentes. Así que el moby dick segoviano se ha visto expulsado por sus hasta ayer colegas y amiguetes al exilio del grupo mixto, que, como su nombre indica, es una pecera en la que desembocan las especies exóticas y donde permanecerá varado hasta que el prolijo procedimiento judicial que le espera le devuelva al mar, fértil en krill, de donde procede. Entretanto, el grupo mixto olerá insoportablemente a pescado podrido.