Quiero creer que se debe a la astenia primaveral la irresistible pereza que se ha apoderado del escribidor.
Cambio de agujas
Poco a poco, el virus deja de ser eje alrededor del cual giran nuestras vidas para convertirse en el telón de fondo de una normalidad recobrada, que ni siquiera es nueva, como dice el tópico, sino la consabida de siempre, aunque con las mesas de las terrazas más separadas. Ya veremos cuánto dura porque llega el turismo y nada es más imprevisto, móvil y promiscuo que el turismo.
Viejo en la niebla
Paseo matutino por el límite amurallado a la ciudad. El paseo está contaminado de neologismos fules -desescalada, nueva normalidad- pero lo que lo distingue de otros paseos de meses atrás son las extravagancias impuestas por la peste: las caras ocultas tras los barbijos y el obligado paso de baile para eludir la cercanía del otro. Los viejos debemos cuidarnos del ridículo, no exhibirlo.
El hombre y su época
Julio Anguita infundía respeto y deja en el recuerdo una huella de gravedad y dignidad que difícilmente encontramos en los actuales componentes de la clase política, más livianos y tornadizos, como de usar y tirar, aunque esta percepción quizá se deba no solo a su carácter sino también a la época que le tocó vivir.
Libertad para conducir borracho
Las bases electorales de la derecha han terminado por hacer suyo este argumentario estridente y disparatado y unas decenas de vecinos del barrio más elitista del país se vienen manifestando por la libertad de conducir borrachos: ‘¿quién te ha dicho a ti la distancia que tengo o no que mantener con los otros cuando estoy en mi calle?, tú déjame que haga lo me dé la gana con el coronavirus’.