Quién sabe si las mascarillas profilácticas no son la señal indumentaria de la próxima era. La mascarilla permite estar en el mundo a una satisfactoria distancia del prójimo sin dar explicaciones a nadie, lo que es el sueño de las clases dirigentes; en cuanto al buen pueblo, volverá a llenar los estadios de fútbol provisto de mascarillas compradas en z-a-r-a, que, entonces sí, se verá que son inservibles para prevenir el contagio.
¿Estamos en guerra?
Estos días menudean las opiniones contrarias al uso de metáforas bélicas para definir el enfrentamiento a la peste. La presencia de soldados en las calles en funciones de apoyo a la logística sanitaria y de generales profusamente enmedallados en las ruedas de prensa del gobierno abonan una suspicacia generalizada, que tiene dos vertientes, de izquierda y de derecha.
Apostólicos y conversos
¿Cómo seremos y cómo será la sociedad cuando todo esto acabe? No hay respuesta cierta; sin embargo, empezamos a discernir la emersión de dos nuevos arquetipos que habitarán el futuro y a los que llamaremos, provisionalmente, apostólicos y conversos.
La casilla de salida
Quienes proponen una suerte de pactos-de-la-moncloa-dos no tienen una idea clara de lo que significó aquello. En este propósito, su principal virtualidad fue que incluyó a todas las fuerzas políticas presentes de hecho en el escenario de la época, incluidos los ancestros comunistas de don Iglesias y los ‘indepes’ de don Torra.
Vicios bajo toga
Si el juez inglés se entrega en sus momentos de asueto al vicio inglés, el juez español se solaza con el vicio español de la parleta insidiosa en el cafelito del casino. Se ve que cuando nuestro magistrado se alivia de la carga de la toga, lo que le place es lanzar un escupitajo al albañal de las redes sociales.