La mentira, para que funcione en la opinión pública, ha de tener un carácter irrebatible, a fuer de improbable el mensaje que predica. En este negocio las mentiras más operativas son las más desmesuradas y sorprendentes, aquellas que chocan contra la racionalidad que intenta proteger nuestro sistema cognitivo y en consecuencia su efecto es más duradero e inspirador.
Arqueología para el futuro
Gentes también llamadas de la cultura, que se ganan la vida y pasan su tiempo fajados a la pantalla del ordenador, al lienzo en el caballete o atados a algún instrumento musical, de los que hacen brotar excelsas manifestaciones del espíritu. Ahí están, enclaustrados en su torre de marfil, rodeados de un silencio absoluto (si tienen la precaución de mantener la tele apagada), bien provistos de viandas y recursos domésticos básicos, a solas con las musas.
Iconos
La iconografía de esta época de la peste está servida por las llamadas redes sociales y tiene tres arquetipos principales. Los tres iconos tienen un rasgo común: son expresiones del modo de vida de lo que llamamos la clase media. Ni los inmensamente ricos ni los irremediablemente pobres aparecen en estos bocetos del costumbrismo en tiempo de la peste.
Caracteres y retratos
El patoso don Rajoy mantiene en forma su desmadejado cuerpo al margen de la ley de confinamiento. El chirriante míster Trump exhibe su cresta de gallo impostado y corta la aportación de su país a la organización mundial de la salud. El primero ejerce una rutina; el segundo ejecuta una amenaza, y ambos aparecen como dos idiotas peligrosos.
Catorce de abril
En el subsuelo de la peste que impregna la vida pública y privada borbotea una guerra política y cultural cuyas verdaderas dimensiones se mostrarán a medida que descienda la emergencia vírica y los de siempre nos encontremos donde siempre. Por ahora, el gobierno, ocupado en lo que importa, hace caso omiso a las provocaciones de la oposición y con la punta de muleta intenta llevarla al terreno de unos pactos por lo demás necesarios a todas luces.