Sentados en torno al velador, a uno le cuelga la mascarilla de una oreja; otro la lleva como una pulsera en la muñeca; otro se adorna la papada con ella; otro la guarda en un bolsillo interior. Alrededor, de alguna manera, corretean los virus, de cuya presencia hacemos abstracción.
Planes de futuro
Lo que identifica la nueva normalidad es la mascarilla. Diríase que la llevamos no tanto para prevenir el contagio del virus cuanto para ayudarnos a respirar esta atmósfera tóxica, que es la de siempre y que antes del coronavirus respirábamos a pleno pulmón. En este contexto, esta bitácora estará en dique seco unos días, ocho o diez al menos, para cargar las pilas y ganar perspectiva, lo que quiera que signifique ese tópico.
En el crematorio
Lo ocurrido esta mañana pertenece a un mundo inasible, fugaz, que cuesta creer que forme parte de alguna historia. Un grupo de personas unidas por tenues e ignotos lazos de afecto y circunstancias acompañan a otra hasta el umbral de la nada y luego se separan, cada una a sus asuntos.
La batalla de las palabras
Doña Cayetana es una ‘killer’ más mortífera y refinada que los bocazas voxianos y cuando empleó la palabra ‘terrorista’ para referirse al padre del vicepresidente sabía bien el impacto que este término causa en sus seguidores y en buena parte de los que no son. La cuestión nos lleva al origen del régimen democrático que nació en la llamada ‘transición’.
La realidad y el deseo
El mismo día en que Europa anuncia un plan de transferencias y préstamos para los países de la ué ocurre un suceso que nada tiene que ver con el duque de Ahumada ni con el ‘frap’ y otras amenidades marginales del reñidero patrio. Nissan anuncia el irrevocable cierre de su planta de Barcelona.