Hubo un tiempo no tan lejano que  no podamos recordarlo en que se utilizaba la expresión el estado en la cabeza para ponderar la alta calidad de un político en el oficio. De don Fraga, por ejemplo, se decía que tenía el estado en la cabeza, y el aludido intentaba  confirmar esta opinión mandando mucho y publicando cada dos por tres unos librotes tremebundos sobre asuntos políticos y administrativos que nadie leía y todos han olvidado por mera cuestión de salud mental. Don Aznar, su epígono, también ha mandado y quiere seguir mandando sobre todo lo que se menea, pero es ágrafo, así que no hay pruebas de cuánto estado lleva en la cabeza, ni falta que le hace, al parecer. Hoy, la expresión el estado en la cabeza está en desuso y bien podría considerarse una broma o incluso un insulto si se aplicara a alguno de los personajes de cabeza hueca, otra expresión en desuso, que engrosan nuestra clase política, los cuales, además, ni siquiera necesitan disimularlo. Hoy, el estado y la lista de la compra no se llevan en la cabeza sino en el smartphone, un chisme muy útil para los que por edad estamos siendo abandonados por la memoria pero imprescindible para los que no la han ejercitado nunca.

Viene esta disquisición a cuento de una noticia que informa de la intrahistoria, así dice el titular, de la reunión habida entre don Sánchez, presidente del gobierno, y doña Arrimadas, lideresa de lo que queda de los ciudadanos naranjos. Intrahistoria es un término pomposo, unamuniano, que alude a una realidad  existente bajo la transitoriedad de los hechos de la historia. Algo profundo, pues, que anuncia un diálogo denso y matizado entre el prócer y la prócera. Pero la realidad se parece a una conversación de alta política de estado lo que una sarta de emojis a los diálogos de Platón. Los interlocutores hablan, presuntamente, de la formación del gobierno:

Arr.: Vengo a ofrecerte el 221 [número cabalístico que designa un acuerdo dizque constitucionalista  y que representa la suma de los diputados de pesoe, pp y ciudadanos].

San.: Casado no quiere y yo que tú reflexionaría bien lo que os ha ocurrido, lo que le ha ocurrido a Rivera.

Arr.: Bueno, pero yo quiero saber si tú estás dispuesto al acuerdo 221 o no… Si lo aceptas, podrás dormir tranquilo… ¿No?

San.: Casado no quiere.

Arr.: Y ¿tú?

San.: A ver, Inés, parece que no habéis aprendido nada de lo que os ha ocurrido en las elecciones. ¡Vais a desaparecer!

Nivelazo, ¿eh? Un diálogo entre el surfista y la sirena. El primero se inclina a derecha e izquierda para mantenerse erguido en la tabla sobre la cresta de la ola mientras la segunda agita las aguas con su canto. Quizá debamos agradecer que vivimos en un tiempo tan transparente y banal que las cosas son lo que parecen y el estado ya no se lleva en la cabeza sino en el bolsillo, como el pasaporte y las tarjetas de crédito.