Una de las misiones del gobierno que salga, si sale alguno, de las urnas debería ser la calidad democrática del país, que pasa por una revisión del código penal y sus procedimientos y aplicaciones, y la restauración de la independencia real de los jueces. No es de recibo que un prejuicio ideológico o político, inducido por el gobierno y sus instrumentos legales (fiscalía y policía) determine la naturaleza del delito imputable y la dimensión de las penas.

No nos ha pasado nada malo, debe ser el resumen que don Rivera y sus seguidores y adherido han sacado del disparatado y provocador acto de esta mañana en Alsasua.

De repente, esta remota provincia subpirenaica en la que nada relevante ha ocurrido en años y de la que nadie habla ha destilado hoy dos noticias inquietantes, como fantasmadas de halloween si no fuera por el escalofrío real que producen.

A medida que acusado asciende en la escala de recursos, su rango social es directamente proporcional a su presunción de inocencia.

Preparativos, pues, para el enésimo abrazodevergara, que, como sabemos, sigue rutinariamente a la enésima guerra carlista, el mal crónico del moderno estado español.