Para Lucía y para todas las jóvenes que aman los libros.
El colosal crítico literario Harold Bloom sugiere que los primeros libros de la Biblia –los cincos textos que los judíos llaman la Torá (la Ley) y los cristianos, Pentateuco– fueron escritos por una o varias mujeres. Estamos hablando de la literatura fundante de nuestra civilización, en la que se narra el origen del mundo y las normas por las que debe regirse. Los diez mandamientos, por ejemplo. La leyenda oficial atribuye la autoría de estos libros a Moisés pero cualquiera que haya conocido a un macho alfa dedicado a la política sabe que es la clase de tipo al que le dan los discursos hechos, incluso los mensajes de tuiter, y para este menester cuenta con negros (en el sentido de ghost writer, ojo) para la tarea, si bien en este caso debieron ser negras. Luego, la autoría le fue negada a aquella mujer, o mujeres, y la obra fue adaptada, censurada y retorcida por los hombres para uso político a medida que se hacían evidentes las virtualidades del Libro para mantener cohesionado al pueblo.
Si una mujer protagoniza con sus historias el nacimiento de nuestra sociedad, otra nos relata cómo evitar su final. Sherezade, la más famosa contadora de cuentos de la historia sin distinción de género, elevó esta práctica de mujeres al arrimo de la lumbre a la categoría de arte para la supervivencia. En ninguna otra obra como en Las mil y una noches –una historia interminable- se da una relación más cerrada entre la literatura y la vida, en la que la mujer tiene la palabra y el hombre, la espada. El día que desaparezcan las fábulas y las leyendas desaparecerá el género humano, nos apunta Sherezade.
Lucía, doce años, se ha sumado a esta corriente cada vez más caudalosa de las guardianas de la literatura. Lee con fruición, escribe bellamente, encuentra almas gemelas en el club de lectura y, lo que es más asombroso, utiliza las redes sociales para difundir literatura. La cuenta de tiktok es una tribuna desde la que emite mensajes sobre obras y autores que le han gustado. Los que pueden ver estos mensajes forman un círculo de confianza al que el viejo no tiene acceso. Si lo intentas te bloquearé, le ha advertido Lucía, ni a mis amigos les dejo entrar. El viejo quiso replicar que él era algo más que amigo, era abuelo, pero se mordió la lengua ante la posibilidad de que esta evidencia le hiciera caer unos peldaños más en el escalafón de los candidatos al arcano.
Llevado por la curiosidad, el viejo exploró en internet en busca de estas mensajeras de la literatura por tiktok y se encontró con un paisaje al amanecer: chicas muy jóvenes hablando de sus aficiones literarias con una desenvoltura y autoridad que envidiaría cualquier profe de la materia, ya sea en el instituto o en la universidad. Las posibilidades de difusión, comprensión y afición literaria que pueden despertar estas influencers son incomparablemente mayores a la de cualquier otro medio, singularmente las aulas. Las editoriales, por supuesto, ya han tomado nota de las potencialidades de este recurso.
Y volvemos al punto de partida. Harold Bloom, el gran prescriptor literario, orondo, grave, el ogro de El canon occidental, la voz tonante de la cátedra de las letras, deconstruido por las herederas de las mujeres que escribieron la Biblia.
(En la imagen de cabecera, Virginia Woolf, la escritora que reclamó para sí Una habitación propia).
Qué bonito abuelo, a Lucía le ha encantado. Un abrazo.
Precioso!!… Y esperanzador…