¿A dónde habría llegado el ex molt honorable Pujol sin la banca? Él mismo fundó una para sus manejos político-financieros y luego su familia ha dado mucho trabajo al sector moviendo dinero blanco, negro, a rayas y jaspeado de una entidad a otra, arriba y abajo, hasta Andorra y vuelta. El padre de la Cataluña actual fue, antes que nada, banquero. Y, de hecho, esta familiaridad con las finanzas es uno de los rasgos que nos admiraba de Cataluña porque indica, o indicaba al menos hasta ayer mismo, seriedad, pragmatismo, confianza. El juicio se formulaba más o menos así: bueno, los catalanes son aburridos pero de negocios lo saben todo, y eso nos llenaba de orgullo y de un poco de envidia también, sobre todo a los aburridos, que somos legión. Pues bien, parece que este tópico ha dado la vuelta. Los catalanes han dejado de ser aburridos hasta el punto que nos tienen con la boca abierta y el corazón en un ay día y noche, y, por lo demás, no saben tanto de negocios. Leo que la banca saldrá de estampida de Cataluña si se plantea la independencia. ¡Un país sin bancos! Me imagino que esta perspectiva estimulará las glándulas salivares de la populosa izquierda anticapitalista, devenida guardia pretoriana del president Mas, que cree que la independencia es la llave del paraíso originario. Pero ¿qué pensará el propio Mas de esto? Claro que la palabra de un banquero vale lo que vale (pregúnteselo a los preferentistas) y es probable que esta amenaza de la gran banca deba entenderse como una promesa del enjuague post electoral que se avecina y en el que, desde luego, no perderán los banqueros. Pero sigamos la hipótesis hasta el final: se van los bancos y tras ellos los grandes negocios, los ricos izan las velas de sus yates en los atracaderos, las grandes orquestas huyen del Palau de la Música, la gente fina deja de considerar a Dalí un pintor excelso o, alternativamente, se llevan su Museo de Figueres a Segovia, y, por último, el futuro económico de Cataluña queda en manos de las hordas de alcoholizados proletarios británicos low cost que vienen a tirarse por el balcón de los hoteles de Sitges y que ahora ¡para colmo! votan a Jeremy Corbyn. Demasiado incluso para un consumado galán de comedia de enredo como Artur Mas, que parece ser el único que sabe lo que se juega en este embrollado lance: su permanencia al frente del cartel (o del cártel, nunca sé si lleva tilde).