La maculada constitución celebra hoy su cumpleaños en apretado empate con el día también festivo de la inmaculada concepción. La celebración, pues, fue en origen un asalto más del combate de boxeo entre el aspirante, estado laico y democrático, y la campeona, iglesia católica romana, que no solo no cedió su fiesta sino que consiguió que los diputados hubieran de jurar por dios que iban a ser buenos.
Palabras como piedras
Hay palabras que surgen de la constelación del lenguaje y, a medida que se hacen audibles e inteligibles, adquieren un cariz amenazador, incluso catastrófico, como esos meteoritos que aparecen en el telescopio como un diminuto punto luminoso y mientras nos preguntamos por su órbita, ya gravitan sobre nuestras cabezas a toda pastilla. Una de estas palabras es constitucionalistas.
El jarrón, ni tocarlo
La constitución es una mina de sorpresas, o un campo minado, si se prefiere. Artículos constitucionales que parecieron ornamentales en los buenos viejos tiempos han resultado componentes del muro de carga y una lluvia de cascotes empieza a caer sobre las cabezas de los inquilinos de nuestra democracia. La chapuza no es solución, como ya se ha visto.
A cuerpo de rey
Se acabó, pues, el problema de los dos cuerpos del rey, que traía de cabeza a los teólogos medievales, según el cual el monarca tenía un cuerpo físico, como el de cualquier mortal, y otro místico, que encarnaba al reino. Hoy la parte mística se ha evaporado y un rey en bañador en una playa caribeña solo puede representar a una agencia de viajes.
La izquierda gaseosa
En la coalición ‘unidos(no)podemos’ se ha convertido en rutina la hemorragia de voto en los momentos decisivos, como en esos individuos hipertensos que sangran por la nariz cuando han de enfrentar alguna situación muy emotiva.