Érase una vez hace muchos, muchos años que nuestro amigo Jordi nos llevó una noche a las fiestas de la Mercè en Barcelona. En aquel tiempo de inocencia, ni en el más aciago de los viajes de ácido podríamos imaginar el oculto genio para el caos que anida en el alma de los catalanes.
Teoría del caos, con matices
El levísimo batido de alas de una mariposa en Cataluña provoca un vendaval que arrasa Madrid. Es la teoría del caos, con matices. El resultado de las elecciones catalanas estaba previsto en las encuestas, incluida la abstención de la mitad del censo, lo imprevisible eran los matices.
El paraíso de los problemas
El ministro ruso de exteriores, la condena a un rapero, la apertura de la hostelería, la ley trans, y el mismísimo cometa Halley si sobrevolara ahora nuestras cabezas, devienen materia de la campaña electoral catalana. He aquí un eslogan de promoción regional: Cataluña, el paraíso de los problemas irresolubles. Si te gusta comerte el coco este tu hogar.
Clase de microbiología
La pandemia ha evidenciado nuestra común carga genética, así que las divisiones y distingos resultan superfluos e irritantes. ¿Qué preocupación puede tener ahora un catalán que no la tenga un zaireño o un croata o cualquier otro bípedo implume de este planeta?
El ‘efecto Illa’
La pandemia agudiza lo que hay de onírico en la existencia humana. Estamos absortos en la supervivencia que, en estos momentos, depende del capricho de un organismo invisible y por ahora indómito, así que todo lo demás, ‘efecto Illa’ incluido, parece un sueño del que estamos prisioneros, una broma que viene de otro mundo.