Titular de febrero de 2017: Lo de Podemos se estudiará en las universidades. Titular de mayo de 2023: De aquí a un tiempo, Pablo Iglesias se estudiará en las universidadesEl autor del primer titular es un periodista afecto; la del segundo, la candidata a la presidencia de una comunidad autónoma, también afecta a la causa.

No debería extrañar esta coincidencia de percepciones distantes entre sí seis años durante los cuales ha cambiado el estado del país y del mundo porque va de suyo la vocación académica de un proyecto político fundado por un puñado de profes de enseñanza superior. Si en las universidades estudian las hazañas de Aníbal y Napoleón y las ideas de Platón y Hobbes, ¿por qué no habría de estudiarse el podemismo cuando faltan temas para tanta tesis doctoral y tantos trabajos de fin de máster? Pero en la concurrencia de estas dos opiniones diacrónicas y sin embargo unánimes llama la atención un matiz.

En la primera afirmación es el partido podemos el que se estudiará en las universidades; en la segunda, formulada seis años después, el objeto de estudio será solo don Pablo Iglesias. El proyecto colectivo ha sido fagocitado por su fundador. Mientras el líder inmarcesible tenga un micrófono al alcance de la mano, el partido podemos, cada vez más adelgazado y difuso, seguirá vivo. De este modo, el fundador ingresa en el ámbito del mito, en el que sus seguidores necesitan que se haga presente a fecha fija para renovar su fe. La fe mueve montañas pero hay que ser un genio de la comunicación para despertarla y mantenerla viva. Pablo de Tarso lo fue y Pablo de Madrid lo es también. Así que el fundador morado (¡vaya color para un partido, republicanismo aparte!) ha bajado a la calle durante la campaña electoral.

En términos simples de sociología política, don Iglesias es un demagogo, beneficiario de la más amplia y frecuentada puerta giratoria de esta industria, que comunica la política con el periodismo o, si se quiere, con la predicación mediática. Acceder desde la política a un alto cargo en la banca o en las empresas del íbex está solo al alcance de una reducida e insultante minoría de privilegiados, pero saltar de la columna de prensa o del plató de televisión a la política y viceversa está al alcance de cualquiera con labia y arrojo suficientes.

Don Iglesias está montando un tingladillo mediático a su medida y, entretanto, ha dejado en la cancha a unidaspodemos -apenas dos ministras que parecen las dos huerfanitas de la peli y una organización territorial descabalada-, convertido el partido en una franquicia al servicio de sus planes, o de su visión, si se prefiere. Los votos podemitas sirven para visibilizar una comunidad de seguidores y operar como ariete político para los intereses del líder iluminado.

Las intervenciones públicas en la campaña electoral revelan este marco discursivo dirigido, en primer término, a mantener al rebaño agrupado y alejado de sus competidores y posibles socios. Don Iglesias lo ha enunciado así, rechazo al pesoe, con el que han gobernado, y descalificación del proyecto de doña Yolanda Díaz a la que tilda de izquierda cobarde. ¿Les suena el término?

La segunda misión del partido se trasluce en las propuestas públicas. ¿Creen ustedes que en unas elecciones locales y regionales es de especial interés saber cómo son las estructuras societarias de las empresas de comunicación, como ha reclamado la servicial ministra y paisana nuestra doña Ione Belarra? La respuesta a esta pregunta sería no si pensamos en el bien común, pero la propuesta de la ministra responde a la guerra particular que don Iglesias libra fieramente contra gurús periodísticos como don Ferreras o doña Ana Rosa a los que, por cierto, debe buena parte de la fama que le encumbró al inicio de su carrera política. Fobias privadas y negocios privados. Nunca más con mi voto.