Los mítines son en la política lo que las escenas de cama en las películas: aspiran al énfasis y resultan anticlimáticas. Ambas performances interrumpen el devenir de la trama, suspenden el dramatismo de la acción y prometen un final que no está garantizado por la lógica de los hechos. Son un recreo o un break, como se dice en el mundillo corporativo. Doña Yolanda Díaz se dio ayer un baño de masas enfervorizadas, equivalente en el cine a un baño de espuma, que no quiera el guión que termine como el de El guateque, con un elefante en la piscina.

Doña Díaz fue entronizada ayer en el polideportivo Magariños de Madrid por un concilio de dieciséis partidos, algunos microscópicos y algún otro embrionario, al que faltó la sigla que la designó para el liderazgo y  bajo cuyo palio ha gobernado y ha sido conocida. Este batiburrillo partidario debe enfrentar las inmediatas elecciones regionales y municipales, y, sobre sus propias limitaciones internas, deberá competir con el partido matriz, convertido en la guardia pretoriana de un sueño ido. Ya sabemos lo que ocurrió en Andalucía, y el feliz resultado que provocó para la derecha. El votante de izquierda/izquierda no penaliza el faccionalismo de las siglas que le representan del mismo modo que el de derecha/derecha no castiga la corrupción de los suyos, porque, de hacerlo, se quedarían sin referente a quién votar. La diferencia es que el faccionalismo es letal para la izquierda y la corrupción, un nutriente para la derecha, pero ambas comunidades de votantes llevan la papeleta a la urna con la esperanza de que esta próxima vez no será como hasta ahora; esta vez será la buena.

La lideresa de Sumar deberá tener en cuenta un par de antecedentes. Uno, que por ahora los sumandos están dispersos, sin algoritmo que los articule, y la mar océano sobre la que navega el proyecto está recorrida por mareas y confluencias, peculiaridades regionales y contramaestres de piel fina e ideas propias, y al menor contratiempo, el rutilante y festivo transatlántico puede convertirse en la balsa  de la Medusa. El segundo antecedente que no debiera olvidar es que ha sido elevada al pavés por el mismo procedimiento aclamatorio que su antecesor y depende, como él, de su carisma personal. Es cierto que doña Yolanda posee una empatía y una eficacia en tareas de gobierno de las que carece por completo el afilado y a menudo insidioso don Pablo, pero si cree que el carácter abierto e inclusivo le va a librar de las asechanzas de amigos y enemigos, más vale que lo descarte cuanto antes. Por ahora está en periodo de gracia, como lo estuvo don Pablo durante los primeros tiempos al frente de los morados. Dos  circunstancias favorecen la navegación de Sumar en estos momentos. Una, el pesoe de don Sánchez necesita este artefacto a su izquierda y dos, los jabalíes de la derecha todavía no han descubierto su punto débil, pero es cuestión de tiempo, y poco, que las dos circunstancias dejen de estar operativas.

En la confusión comunicacional en la que vive el viejo, el azar quiso ayer que alternara  la lectura de las exultantes noticias del mitin de Sumar con las páginas de Guerra, un relato de Louis-Ferdinand Céline, póstumamente publicado hace unos días. Esta experiencia lectora a dos bandas es como ver el vuelo inaugural de un globo aerostático orondo y de colorines y de inmediato asistir a su estrellamiento contra el suelo. Una mezcla de novela rosa y relato de terror. Una pesadilla de la que no consigue despertar. Demasiado viejo para tantas emociones.