Primer año de la guerra de Ucrania, con el deseo de que termine pronto y la certeza de que va para largo.

Uno de los descacharrantes episodios de El sentido de la vida, la peli de los Monty Python (1983), se desarrolla en una batalla en la que los zulúes masacran al ejército colonial británico y mientras esto ocurre los oficiales están enfrascados en una flemática conversación alrededor de un compañero que esa mañana se ha despertado en su tienda con un muñón sanguinolento donde debía estar su pierna derecha. El damnificado explica a los demás oficiales del regimiento y al médico militar que lo atiende que la pierna se la ha llevado un tigre. ¿Tigres en África?, se pregunta uno de los contertulios antes de advertir la inconveniencia de su intervención, impropia de un caballero.

¿Leopardos en Europa? podría ser otra pregunta no menos inconveniente ante la oferta que don Sánchez ha hecho para completar hasta diez leopards la ayuda militar que ofrece a Ucrania, después de que ya se hubiera anunciado el envío de seis de estos carros de combate y de que nuestro compatriota don Borrell, en su papel de embajador de la unioneuropea en clave ardor guerrero,  hubiera recriminado a los países miembros su racanería bélica. Lo cierto es que don Sánchez se podría haber estirado un poco más con el donativo de los leopards. España posee  347 de estos carros de combate, google dixit, de los que 108 son del anticuado modelo 2A4, que se compraron a Alemania en la década de los noventa, y 239 de clase 2E, la versión más moderna y más operativa, lo que convierte a nuestro amado país en una potencia militar en la guerra de blindados, si bien la mayor parte de estos armatostes están en el garaje acumulando polvo, como una de esas colecciones de automóviles rutilantes que almacenan los ricachos pero que no pueden utilizar porque las carreteras no dan para lucirlos.

Un lego en artes bélicas, como el que esto escribe, que sabe de la guerra lo que ha visto en las películas, diría que un tanque es arma para extensas planicies y horizontes abiertos donde puede rodar y maniobrar sin otro referente que la posición del enemigo y su capacidad de fuego, desentendiéndose de los accidentes y obstáculos del terreno. Los alemanes desarrollaron la Blitzkrieg motorizada en la llanura atlántica occidental primero y en la planicie rusa después hasta la batalla de Kursk, en la que la Wehmacht desplegó unos tres mil tanques y cañones motorizados en un espacio despejado de más de quinientos kilómetros de profundidad frente a los más de cinco mil que pusieron sobre el terreno los soviéticos para alzarse con la victoria. Los tanques se llevan mal  con los paisajes abruptos o muy civilizados donde las anfractuosidades del terreno y/o el urbanismo compacto de las ciudades se pueden convertir en trampas mortales para su maniobrabilidad, como experimentaron los propios rusos con la famosa columna que quedó a merced del enemigo  en la carretera que les llevaba a Kiyv al principio de esta guerra.

Así que la pregunta del lego es, ¿para qué quiere España 347 tanques que malamente podrían operar en un territorio escarpado y/o densamente urbanizado? No hace falta que conteste, señora ministra, porque ya suponemos que es secreto de seguridad nacional. Desde hace dos siglos, los españoles no tenemos más experiencia  bélica que la que obtenemos de las guerras que nos declaramos a nosotros mismos y la última vez que se habló de tanques en este país fue en los tambaleantes años entre el tardofranquismo y la transición, cuando la División Acorazada Brunete estaba desplegada alrededor de Madrid, no para defender la capital de un improbable ataque exterior sino para aplastar un hipotético motín interior. Al final, los tanques lograron hacer un paseíllo por las calles de Valencia, en la noche del famoso e inolvidable 23F. Dejemos, pues, que los ucranianos manejen los leopards porque llevan camino de convertirse en los soldados más experimentados de Europa y los únicos capaces de ganar una guerra (¿?) con material bélico prestado de todas las marcas, tipos y clases disponibles en el mercado.