En cierta escena de El pianista de Roman Polanski el espectador ve desde una ventana en el gueto de Varsovia lo que ocurre al otro lado de la calle donde una patrulla de las ss ha entrado en una vivienda. Se oyen voces, alboroto, y de repente una persona en una silla de ruedas es arrojada a la calle desde el balcón. Esta imagen viene a mientes ante la invectiva que dirige el vicepresidente voxiano de castillayleón a una parlamentaria socialista, también impedida en una silla de ruedas.

Que una persona inmovilizada pueda ser arrojada por la ventana por agentes del estado implica un proceso en tres fases: en la primera, se señala al otro como un ser inferior o distinto; después, se le aparta o aísla mediante medidas políticas y administrativas, y por último, si fuera necesario, se le liquida. La abrupta intervención del parlamentario voxiano correspondía a la primera fase del proceso, aunque implícitamente estaban contenidas las otras dos. En resumen, asistimos a una amenaza de muerte en la mismísima sede de la soberanía popular.

La segunda consideración relacionada con este incidente es la impotencia de las réplicas. Repugnante, indecente, impresentable y desalmado son algunos de los calificativos que ha recibido la invectiva del voxiano, y en un nivel ligeramente más discursivo se ha dicho que faltó al respeto a las personas diferentes y que genera miedo, crispación y confusión en los ciudadanos. Ninguna de estas expresiones está a la altura de la amenaza proferida. El matonismo verbal es irrefutable y paralizante, y produce en la audiencia un sentimiento de vengativa euforia o un escalofrío de espanto, según el lado desde el que se escuche el mensaje. Que este sea el primer efecto del discurso disruptivo de los neofascistas no quiere decir que sus palabras carezcan de sentido o estén dirigidas solo a producir un efecto pasajero. Detrás de esta voladura del lenguaje liberal, que ellos llaman consenso progre, hay un programa político cuyos antecedentes son perfectamente identificables y que no ocultan.

En las filas del pepé nadie quiere ver al gorila con el que comparten mesa y mantel porque lo sienten de la familia. La estólida negativa de don Feijóo, don Mañueco y don Moreno Bonilla a pronunciarse sobre el brutalismo verbal del vicepresidente castellanoleonés los señala como rehenes de esa guerra ideológica de la que solo emerge gloriosamente doña Ayuso, que no ha podido ser más clara sobre su propia posición: si te llaman fascista es porque estás en el lado bueno.

Un efecto de este estado de perplejidad e indecisión ante la amenaza es que, a día de hoy, el único candidato que parece haber ganado las elecciones andaluzas, cuya campaña aún no ha comenzado, es la pinturera doña Olona, que ha conseguido convertir un fraude de empadronamiento en una victoria sobre el sistema que aspira a derruir. Quién sabe, quizá también los jueces que han validado su candidatura por un tecnicismo procesal están entre los que sienten esa mezcla de vengativa euforia y miedo pánico que produce la ofensiva voxiana.