El ocio de este escribidor discurre acompañado de un algoritmo implementado en la plataforma digital en la que publica sus ocurrencias y que otorga una calificación porcentual al título de cada comentario. La penúltima entrada, Estado policial  mereció un insignificante 28/100; la anterior, Santa misa, lo mismo 28/100; la precedente, El dinero que crece en la arena, mejoró hasta el 63/100, quizá por la presencia de la palabra dinero, y Un toque de distinción obtuvo un mediocre 39/100. No hay que sacar al algoritmo de casa para que mee y sus ladridos no importan a efectos prácticos, lo que no quiere decir que no intrigue su intención y sentido. Sin duda, el algoritmo actúa de buena fe para favorecer la posición del escribidor en los buscadores de la red pero está visto que para eso hace falta un don del que carecemos los viejos analógicos, a los que de nada vale haber ocupado treinta años de vida profesional redactando titulares de prensa, ay. Este don, sin embargo, lo posee y con creces la presidenta madrileña doña Ayuso.

La inteligencia algorítmica opera mediante la selección de datos para extraer una conclusión que satisfaga a un segmento de público que la espera y está dispuesto a comprarla. Esto, en sí mismo, no es una novedad porque es la base de la retórica. Hasta el más plúmbeo de los conferenciantes quiere captar la atención y la adhesión del auditorio. La novedad del algoritmo consiste en que ha reducido a una milésima de segundo el tiempo dedicado a la deliberación del mensaje y que la conclusión es contundente e irrebatible: un zasca, para decirlo con un palabro de moda. No estamos en una democracia deliberativa sino espasmódica. Pongamos un ejemplo de doña Ayuso.

Después de la manifestación de los polis, de inequívoco aroma guerracivilista, que ella apoyó, detectó de inmediato el clima creado y ha soltado una ocurrencia a propósito: ya escucho a gente mayor decir que no quiere otra guerra civil. Punto, ahí termina el zasca. La continuación del argumento queda en suspenso. Un progre estándar terminaría la frase de doña Ayuso: así que no nos obliguéis a provocarla. Pero la presidenta espera que sus seguidores entiendan que la guerra civil ya la está provocando don Sánchez y compañía. En eso consiste una guerra civil, en que hay dos bandos y todos aspiramos a estar en el bueno, ya que no podemos acogernos a la neutralidad a menos que te llames Chaves Nogales.

El descaro de la extrema derecha consiste en despojar al lenguaje de su orden discursivo y en consecuencia de sus bridas y cautelas para hacerlo constructivo, y de este modo arrastrar el debate público a la sima de las pulsiones emocionales más incontrolables. Esto no puede hacerse mediante una retórica convencional sometida a escrutinio y crítica. En esta lid, a doña Ayuso se le funden las pilas, como se vio en su respuesta parlamentaria sobre el destino de los ancianos en residencias durante la pandemia: sobre las cifras de fallecidos, bueno, de verdad, hasta luego, da igual, paso. Lo que distingue a doña Ayuso de don Casado, idénticos en casi todo, es que la primera ya tiene instalado el algoritmo y el segundo aún lo está buscando.

P.S. El algoritmo ha concedido al titular de esta entrada un 48/100, ni siquiera un aprobado raspado. No me lo explico. A ver si han instalado un algoritmo obsoleto que no sabe quién es doña Ayuso.